La Navidad descubre lo invisible

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La Navidad descubre lo invisible

¡Ahora sí que el mundo está confundido! Es decir, no tiene certeza de cómo funcionará la economía global en el futuro cercano. La incógnita inesperada de Donald Trump desarma las expectativas. Las probabilidades de acertar al enigma del futuro son mínimas. El dicho se ha repetido miles de veces: Se puede hacer un cálculo de probabilidades que generen un porcentaje de certidumbre relativa. Con las aseveraciones del candidato Trump las probabilidades anuncian un negro horizonte para la economía.

Sobre todo nuestra economía con la probable disminución de las remesas que nos envían los “pobres” mexicanos emigrantes. Ellos emigraron hacia el norte con una esperanza tan admirable que les permitió vencer todas las dificultades posibles y continuar siendo generosos con sus familias. Son un testimonio incontrovertible de la fuerza de la fe, la que ha movido legiones de migrantes para mover los pies y el corazón, y superar las murallas de la persecución y del desierto humano.

Creer no es solamente creer algo, sino tener confianza en alcanzar lo que se espera. No es una confianza en ocurrencias efímeras, sino tener la certeza de descubrir lo invisible y caminar en ese sendero.

En el tiempo de espera de la Navidad se avivan las creencias dormidas, algunas son meras ocurrencias ya acostumbradas otras son certezas profundas y substanciales.

Creemos que la cena de Navidad es inadmisible sin pavo o tamales. Creemos que el pino y las esferas, los buñuelos y los regalos son indispensables, Y algunos hasta creen que “Santa Claus” es el personaje más importante de la fiesta cristiana. Obviamente éstas son costumbres que adornan la fiesta pero no son el motivo fundamental.

La confusión del futuro de la economía radica en el motivo de la confianza que se reduce a un dilema: In God we trust (confiamos en Dios) o In gold we trust (confiamos en el oro). Es una versión moderna del principio de contradicción que pronunció Jesús hace 20 siglos: “No se puede servir a Dios y al dinero” (y menos cuando el dinero depende de las ocurrencias de Donald Trump).

La Navidad de este año trae consigo un regalo adicional: tomar conciencia de la confusión que vivimos y que nos obliga a buscar claridad que nos dé confianza. Esta Navidad nos puede llevar a la depresión o a la esperanza de los emigrantes, a la desilusión por los regalitos o al redescubrimiento del “gran regalo” que nos envía el Padre: un Niño visible-Dios invisible, que no resolverá la crisis del dólar, pero nos acompañará en nuestras jornadas de migrantes.

¿Resuelve este Niño la confusión y genera la claridad del sendero? Depende de la fe de cada quien. De creer en el Dios escondido en ese Niño o de no creer en Él y buscar en quién creer.