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La Mixteca alta de Oaxaca, entre el abandono, las promesas y su realidad actual
Siendo profesor investigador del Colegio de Postgraduados de Chapingo, en 1970, visité en varias ocasiones la Mixteca Alta. En ese entonces sólo se podía llegar a los pueblos de esa región por vía aérea, para lo que utilizaba una avioneta de seis plazas la cual yo abordaba en Huajuapan de León acompañado de dos alumnos de Chapingo y una trabajadora social oriunda de Oaxaca.
En esos años la gente de la Mixteca no tenía trabajo, las siembras de autoconsumo se agotaban y la dieta diaria consistía básicamente en tortillas, frijoles y chiles. La escuela a la que asistían los niños a clases era una choza bastante maltratada, de condiciones muy precarias. No existía ninguna ayuda para la salud de los habitantes; cuando la gente se enfermaba acudía con el chamán o curandero del pueblo que utilizaba las mismas hierbas medicinales que sus antepasados. La electricidad sólo se tenía contemplada para futuros programas federales. Era un verdadero desafío enfrentar rezagos ancestrales.
Me interesaba sobremanera aprender de ellos, de su vida y sus costumbres y del gran respeto que tienen por los recursos naturales, tanto su flora como la fauna.
Han pasado casi 50 años de mis recorridos por la Mixteca Alta, pero la situación de sus habitantes poco ha cambiado. El Índice de Desarrollo Humano –IDH– (2010/2015) señala que de los 10 municipios con mayor índice de pobreza en el País, cuatro son oaxaqueños. Se trata de San Martín Peras, Santos Reyes Yucuná, Coicoyán de las Flores y San Simón Zahuatlán. Uno de los municipios que más visité en 1970 era uno de éstos: Coicoyán de las Flores –lugar donde se canta y se baila–. Las condiciones de marginación en las que viven los habitantes de estos municipios son similares a las de países de África, de acuerdo con el IDH. La comparación no es descabellada.
Desde hace dos décadas (2000-2020), estas comunidades han sido el escenario favorito de los presidentes en turno para anunciar programas sociales contra la pobreza. Sin embargo, esa región sigue hundida en la miseria y marginación, es expulsora de migrantes que buscan en Estados Unidos y en el norte del País la oportunidad negada en su tierra. No hay fuentes de trabajo y en la primera oportunidad que se tiene, los hombres se van al norte. “A veces se pierden en la línea fronteriza. No se vuelve a saber de ellos, las familias se descomponen”, decía una madre que vio partir a sus hijos.
En julio de 2005, Vicente Fox visitó Metlatónoc, Guerrero, y Coicoyán de las Flores, Oaxaca. El arribo del mandatario, acompañado de su esposa Marta Sahagún y otros funcionarios, así como del entonces gobernador Ulises Ruiz, fue espectacular. El tlatoani llegó en un helicóptero que aterrizó en la cancha de basquetbol de la cabecera municipal, lo que evitó que el ejecutivo federal conociera los agrestes caminos que llevan a la marginación.
Fox Quesada aseguró a los pobladores de Coicoyán que para 2006 el ciento por ciento de la población contaría con el Seguro Popular. Esto significaba que 50 mil familias de la región podrían acceder a medicinas, hospitalización, cirugía y otros servicios. Prometió ayuda inmediata e incluso anunció la instalación de “pizarrones electrónicos con software en mixteco” para escuelas inexistentes y donde ni siquiera había suministro de energía eléctrica. También ordenó la construcción de un camino de terracería desde Huajuapan de León y la construcción de escuelas. De todo lo prometido, solamente se construyó el camino, lo que permitió que llegaran a los pueblos los camiones repartidores de Sabritas, cerveza, Coca Cola y otros.
Felipe Calderón también visitó Metlatónoc, donde anunció que concretaría las promesas de Vicente Fox, pero nunca volvió, ni cumplió.
En enero de 2014, Enrique Peña Nieto visitó la Mixteca, limitándose a entregar paliativos, en el contexto de su programa estelar para revertir los efectos de la pobreza denominado “Cruzada contra el Hambre”, que arrancó en Apango, cabecera del municipio de Mártir de Cuilapan.
Por años sólo promesas incumplidas han recibido aquellos pobladores que luchan por sobrevivir con hambre y desnutrición, con enfermedades que socavan la vida; con fuerzas y ganas de vivir minadas. En la Mixteca enfermarse es sentencia de muerte. No hay clínicas, ni médicos que hagan valer el “derecho a la salud”. El atraso y la marginación se evidencian en sus pobladores: descalzos, escuálidos y enfermos, que crecen y envejecen desprotegidos, lejos de todo.
Finalmente en 2019 y en lo que va del año, se han inaugurado 108 caminos pavimentados con concreto que llevan a las cabeceras municipales de Oaxaca. Se están comunicando las comunidades entre sí y con los principales centros de población. Caminos hechos con la participación de los habitantes de las comunidades de los 280 que no tienen camino pavimentado.
Finalmente –después de siglos– los habitantes de esas comunidades se integran al desarrollo del País.