La miseria del mundo

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La miseria del mundo

El título de este artículo pertenece al sociólogo francés Pierre Bourdieu, que es el que eligió para uno de sus libros. En un extenso estudio apoyado por muchos encuestadores y entrevistadores, Bourdieu dejó claro que las ideas que tenemos acerca de los franceses y, en especial de los parisinos, no corresponden con la realidad. Encontró que, en la Ciudad Luz, París, hay un racismo soterrado que a la menor provocación brinca. También que en uno de los países que más leen en el mundo hay demasiada ignorancia en lo que se refiere a los demás. Un francés puede hablar del arte africano con cierta soltura, pero ignora lo que sucede en la África que Francia colonizó y saqueó durante dos siglos.

Lo leí hace varios años, por eso no lo comento más, sólo indico que tomé prestado su título. Además, confieso que ya había escrito mi artículo de hoy, domingo, y lo envié a Vanguardia, pero con los sucesos del día viernes sentí que debía escribir otro.

Parece que despertamos de un sueño que nos parece recordar partes y olvidar otras del espejismo. Acaba de superarse en Coahuila el problema de desabasto de gasolina y el malestar de los ciudadanos. No queríamos pensar que hubo décadas de robo descarado y que en éste participaron los dueños de gasolinerías (no todos, evidentemente), los empleados de Pemex, los políticos, etcétera. Pero nunca imaginábamos que veríamos la representación del infierno a través de la televisión y los medios. De pronto se anunció que, en un robo colectivo de gasolina, en el que participaban a la luz del día más de 500 personas hubo un flamazo y murieron en el acto 20 personas. De que era un delito no hay duda, pero ¿de qué son culpables los muertos, los heridos y los recolectores del preciado líquido? No me atrevo a opinar. Se vivió el peor de los círculos de la Divina Comedia.

Ese mismo día se tomaba juramento de honestidad al nuevo Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, escogido entre 27 candidatos que se presentaron a sí mismos para ese importante y delicado cargo. Fue electo por los votos de Morena y PRI. No sé por qué recordé el nombramiento de aquél fiscal anticorrupción de Peña Nieto al que le dijo, frente a las cámaras de televisión, “acuérdate que soy tu jefe”. Gertz dijo que ha trabajado para distintos jefes de diferentes partidos y que eso lo califica para ser objetivo e independiente. Ojalá lo sea, México no puede más. La miseria del País no es nada más la corrupción sino, además, la violencia (2 mil 700 desaparecidos en Coahuila), el cinismo de los exgobernadores de al menos ocho estados, el desprecio por las mujeres, en resumen, la injusticia galopante.

También surgió, al mismo tiempo, la declaración de la violencia generalizada y la falta de autoría, quiero decir que sabemos el número de muertos, pero ignoramos quienes sean sus asesinos. Apareció el dato de 26 mil cuerpos que ni las policías ni el ejército ni los forenses saben a qué nombre respondieron en vida.

No cabe la menor duda de que la miseria del mundo es amplia y vivida o sufrida por millones de seres humanos en casi todos los países del mundo. Se sabe de guerras, de migraciones, de balazos, de un envejecimiento creciente y mayor al calculado antes, de abusos en niños, de hambre. Es cierto, pero en nuestra patria eso se replica de manera sistemática.

Surgió algo realmente esperanzador: la Comisión de la Verdad para averiguar el asunto de los 43 jóvenes de Ayotzinapa. Es para alegrarse. Sin embargo, los coahuilenses opinaríamos, si fuera posible, que esa comisión se ampliara hacia nuestros desaparecidos: Piedras Negras, Allende, San Pedro, Torreón y Saltillo, sin dejar de lado a los de Nuevo León y Tamaulipas.

La miseria de México es parte de la del mundo, pero con sus especificidades. Los sucesos de Siria se le deben a un tirano, los de Honduras a los delincuentes en el poder, los de Venezuela al poder omnímodo de un dictador, y así en otros lugares. Nuestra miseria nos ha llegado desde arriba, desde el poder político. Ahora vemos una rendija de luz y deseamos que no se cierre, sino que se abra más para ver mejor.