La mirada del mexicano

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La mirada del mexicano

“Déjeme le toco la cabeza al niño, no le vaya a hacer ojo”, o “Se enfermó porque le hicieron ojo, le voy a tener que dar una barrida”.

Las supersticiones no han podido desarraigarse en siglos, además, el mexicano cree que su mirada es única y tiene superpoderes. —¿Qué me ves, güey…?, —¿Por qué le pegaste?, —Es que se me quedó viendo feo…

La sensibilidad del mexicano aflora también en el día más celebrado del año: El 10 de mayo. El mayor insulto es la mentada de madre. Surge la violencia desatada por un complejo de inferioridad.

El mexicano se discrimina más a sí mismo y entre sus compatriotas, que lo que las personas de fuera lo discriminan. Dicho por connacionales y extranjeros. Para agravar la violenta situación actual, una lucha de clases —típica de lo que promueve el comunismo— se hace patente y amenaza la estabilidad: ricos contra pobres, fifís contra chairos, los que viven al norte del país y de la ciudad, contra los que viven al sur. 

Estudios de la cultura mexicana señalan que “la familia mexicana se fundamenta en dos principios cardinales: la obediencia filial y una estricta estructura jerárquica basada en el respeto hacia los que ocupan lugares más altos. En especial padres, parientes y mayores”. Esto, que se publicó en 1967, quizás ya no está vigente.

Algo más reciente y acertado, de 1993, dice que la abnegación es un rasgo de personalidad cardinal de la cultura mexicana. Los mexicanos “creen que es más importante la satisfacción de las necesidades de otros que las de ellos mismos, prefiriendo como estilo de enfrentamiento ante estas situaciones la automodificación”.

Díaz Guerrero define esa abnegación del mexicano así: “la disposición conductual para que los otros sean antes que uno, o a sacrificarse en su beneficio”. Primero tú y luego yo, primero mis hijos y luego yo, primero mi universidad y luego yo, etc. Esto lleva a confrontar los problemas más por automodificación que autoafirmación, a ser sensitivo al entorno mas que independiente del mismo, a cooperar mas que competir.

Y, lo que considero mas grave: a considerar la obediencia como una gran virtud. El problema es que se confunde obediencia con servilismo, la automodificación con la pasividad, la flexibilidad con la corrupción, cuando la realidad enseña a tener desconfianza de la autoridad.

“El Estado Mexicano, en el que la corrupción y el abuso son una condición natural y el conflicto de interés la regla. Es un Estado cleptocrático y depredador”.

Dice Dresser que “El ciudadano favorito de las autoridades es el idiota, o sea quien anuncia con fatuidad “yo no me meto en la política”. Así llama Savater a los que dejan las decisiones primordiales del país en manos de otros, a los que reclaman beneficios y protecciones del Estado, pero no participan o exigen eficacia.

El Estado Mexicano, aún en democracia incompleta, vive feliz atendiendo las necesidades de tantos súbditos y clientes mexicanos. Frases del mexicano como “es bueno comer, pero no patear el pesebre”, reflejan esta idiosincrasia.

La democracia también “implica que las condiciones materiales de vida mejoren, cuando el ciudadano se siente integrante de un “nosotros” que los incluye y son capaces de distinguir lo que se juega en el terreno de la política”.

jesus50@hotmail.com