La lista negra

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La lista negra

Si me preguntaran de una profesión que represente el más grande de los riesgos para quienes la ejercen, sin dudarlo respondería que es el periodismo.

Según datos de la Secretaría de Gobernación, 43 periodistas han sido asesinados de diciembre de 2018 a la fecha. Es decir desde que López Obrador tomó protesta como Primer Mandatario. En contraste, La organización Artículo 19 ha documentado que solamente en 2020 se produjeron 692 agresiones contra periodistas, lo que da en promedio a una agresión cada 13 horas.

Sin embargo, en lugar de fomentar la protección de los periodistas ante las constantes amenazas de las cuales son objeto, desde la tribuna de las conferencias mañaneras ha atacado hasta el cansancio a periódicos como Reforma, El Universal o El Financiero, a quienes califica como “conservadores”, “prensa fifí”, “defensores del neoliberalismo” e incluso los llama “nuestros adversarios”.

Pocos presidentes de México han mostrado una piel tan delgada ante la crítica como Andrés Manuel López Obrador. No contento con dedicar decenas de minutos en casi el 70 por ciento de sus conferencias mañaneras para atacar a medios y a periodistas, se le ocurrió la “fabulosa” idea de crear la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”.

Como si no tuviera suficientes preocupaciones, el presidente López prefiere hacer un linchamiento público a quienes ejercen libremente su profesión en lugar de aprovechar ese tiempo para cambiar de estrategia para que el Estado frene, y no con abrazos, al crimen organizado, entre muchas otras urgencias nacionales como el desempleo, el crecimiento de contagiados y muertes por el COVID-19 o volver la vista a empresas privadas para rescatar al sector energético de México.

Aquí entre nos, yo reconozco el carácter persistente de López Obrador, el cual lo llevó a encabezar una de las batallas democráticas más plausibles hasta convertirse, luego de dos intentos fallidos, en el Primer Mandatario de México. Pero el presidente (para nuestra desgracia podemos hablar de una infinidad de “peros” que se han presentado durante su administración) se ha equivocado al aprovechar su cargo para dividir a México entre fifís y el pueblo bueno y sabio, entre quienes piensan distinto y el “yo tengo otros datos”, entre empresarios y primero los pobres. En fin, su gobierno se ha convertido en un esfuerzo constante para aniquilar al otro, al que no está con él, al objeto de la venganza. Y en ese esfuerzo del presidente se está quedando cada vez más solo.

Ahora resulta que nuestro “líder moral” decidió convertirse en el defensor de la verdad, de su verdad. Incluso ha llegado al grado de afirmar que lo único que busca es dar una lección de ética pública.

De un día para otro, Andrés Manuel decidió convertirse en un inquisidor de la talla de Tomás de Torquemada o de Juan de Zumárraga, primeros inquisidores de Castilla y Aragón, el primero, y de la Nueva España, el segundo. En su sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”, el presidente fomenta sin mayor recato la creación de una lista negra integrada por medios y periodistas, como quien decide a quién colocar en la hoguera social por el único delito de pensar distinto a él y además cometer la gran osadía de expresarlo.

Hace unos días, el miércoles para ser exacto, el periodista Armando Fuentes Aguirre, “Catón”, fue incluido en la lista negra del presidente. Como saltillense me indigna la aparición de uno de los nuestros en la sección de las mañaneras. Como periodista me preocupan los ataques constantes contra colegas que ejercen libremente su profesión sin otro ánimo que señalar aquello que les preocupa, o aquello que en su opinión debería ser distinto. Como hijo de Armando Fuentes, me enorgullece profundamente que su nombre haya sido incluido en el top ten del primer inquisidor de la República, pues eso no es más que un reconocimiento a su valentía, a su gran sentido del honor, a su compromiso social y, por encima de todo lo anterior, a su enorme amor a México.

aquientrenosvanguardia@gmail.com