La libertad del comunicador y otra
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La libertad del comunicador y otra
El caso del sociólogo Sergio Aguayo, acusado por Humberto Moreira de difamación de honor es, por decir lo menos, una anomalía. No es anómalo en sí, teniendo en cuenta que alguien que se siente injustamente ofendido haya emprendido un proceso, en este caso judicial, para limpiar su honor. Si dije anómalo es porque una persona, Moreira, que ofendió a tantos ciudadanos, que utilizaba su tribuna para burlarse de sus críticos (una vez en un Consejo universitario dijo que yo no era un crítico sino un pendejo), ahora esté tan enojado porque un periodista afirmó que huele mal. Me pregunto si Aguayo pensó en la frase de un personaje secundario, Marcelo en “Hamlet” (Shakespeare), cuando expresó: “algo huele a podrido en Dinamarca”. Si no estuvo en su mente sí está en la mía. Y, en efecto, algo huele mal en Coahuila.
Me pregunto cómo resolverá el sistema judicial el caso. Aguayo recibió una decisión de embargo y pesa sobre él una multa millonaria que, en caso de que se pague, iría a engrosar la inmensa fortuna de Humberto Moreira. ¿Qué son 10 millones de pesos? Es evidente que no es el dinero lo que persigue, sino la declaración de pureza y ya se la dio un juez.
El tema va más allá del caso. En Saltillo un comunicador de televisión se dedicó durante años a ofender violentamente a cuanta persona estuviese a su alcance. También hubo quién le contestó y lo hizo por medio de una acusación judicial por difamación de honor. En ese caso el difamado, Rogelio Montemayor Seguy, ganó el pleito y el acusado debió pagar varios millones al ofendido. Claro que no metió la mano al bolsillo: del gobierno del Estado salió el pago.
¿Hay diferencias entre un caso y otro? Responda usted la pregunta. Enseño a mis alumnos que “todo preguntar es un buscar” y que “toda respuesta vuelve a cuestionar”. Una pregunta debe responderse con datos, no con palabrerías. Montemayor fue vilipendiado de ratero y respondió. Moreira recibe una crítica mordaz y responde. ¿Son lo mismo los acusados?, ¿son lo mismo los comunicadores? Obviamente no. En Saltillo nadie salió en defensa del que insultó.
El problema de la libertad de expresión es difícil de resolver. Hay un periodista que cada día ofende a la mujer, otro que dice tonterías, más de uno cuenta mentiras. Eso debiera preocupar a los dueños de los medios, pero no muestran inquietud.
Se ha hablado también de la libertad de cátedra y es preciso defenderla. Sin embargo, esa libertad no consiste en que un profesor se ponga frente a sus alumnos a decir lo que se le antoje. Es célebre un maestro de la UAdeC, por suerte jubilado, que nunca enseñó las dos materias por las que le pagaban. La libertad de un maestro implica una grave responsabilidad frente a sus alumnos. Yo soy libre en cuanto a orientaciones de mis materias, a autores fundamentales y a una cierta metodología, pero no lo soy para hablarles de lo que se me ocurra. Esa libertad implica, a su vez, una cadena opresiva: debo continuar estudiando, leyendo, pensando en la temática de la clase; debo leer los nuevos libros que están apareciendo para presentarlos a los estudiantes. Es una libertad que a la vez oprime.
Regreso al Dr. Aguayo. Empezó a investigar la masacre de Allende, cosa que debe entusiasmarnos porque es un intelectual del más alto nivel y porque todavía no se ve nada de la nueva administración para conocer esa matanza. Confiamos en la seriedad del profesor del Colegio de México. Pero no puedo dejar de lado el hecho de que recibió un gran apoyo del gobernador Rubén Moreira para su investigación. Al parecer le permitió consultar los expedientes judiciales. Luego hubo una presentación de resultados en el Colegio de México con la participación de los doctores Aguayo y Lorenzo Meyer, además del licenciado Rubén Moreira, cosa que tiene un significado. Recordemos que Humberto acusó públicamente a su hermano Rubén de perverso dictador.
Dejo de lado las preguntas para declararme defensor de la libertad de expresión, solidario con Sergio Aguayo y deseoso de saber qué sucedió en Allende y Piedras Negras. Confío en el subsecretario Alejandro Encinas.