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La libertad de expresión y el insulto
La libertad de expresión es el derecho a decir lo que uno quiera, sin limitación alguna, a través de cualquier medio o forma de comunicación, sin ser sujeto a ser perseguido o acusado por ello. La libertad de expresión sólo cobra sentido cuando permite que se digan cosas que no nos gustan o que quisiéramos que no se dijeran. Precisamente el valor de la libertad de expresión reside en poder decir lo que unos no quieren que se diga.
En México se instauró el día de la Libertad de Expresión el 7 de junio de 1951 por el presidente de la República Miguel Alemán Valdés, y desde entonces hasta hoy día los mexicanos tenemos pleno derecho de ejercerla, la cual pierde su razón de ser cuando sólo se puede decir lo que los grupos en el poder deciden lo que es correcto y lo que no, teniendo el poder de castigar a quien diga lo contrario —como fue durante el periodo neoliberal—. No se necesita libertad de expresión para que unos digan lo que quieren escuchar terceros.
López Obrador ha dicho que él ha sido el Presidente más ofendido y vilipendiado desde el presidente Madero, y esto ha sido por la avalancha de improperios y diatribas, proferidas principalmente por comentaristas de medios de comunicación y líderes de grupos de oposición, como Diego Fernandez de Cevallos, que acaba de decirle al Presidente que no es lo mismo “un animal político que un político animal”. Ha dicho también que “…es un miserable, demagogo y mesiánico. Un sinvergüenza de tiempo completo, un bribón, tartufo, pandillero, rufián y sinvergüenza...”, entre otras cosas.
Héctor Aguilar Camín, destacado periodista, escritor e historiador, inclinado siempre a apoyar a los partidos PRI y PAN, ha llamado al Presidente “pendejo y petulante”. Cabe recordar que la Secretaría de la Función Pública (SFP) inhabilitó a la editorial Nexos —de la cual Aguilar Camín es director— por un plazo de dos años, debido a que falseó información para un contrato de publicidad con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) hace un par de años. De ahí su enojo con el Presidente.
Otro personaje de este circo mediático es el empresario Gilberto Lozano —el hombre que quiso dar un golpe de Estado a AMLO— y supuesto líder del grupo FRENAAA, quien le ha dicho al Presidente: “¿Qué estás haciendo? ¡Lárgate, lárgate, o eres pendejo esclerótico y senil!”. El mismo Lozano lanzó un llamado a los mexicanos pidiendo le entregaran la cabeza de López Obrador en una charola, incitando a un magnicidio.
Loret de Mola —el comunicador que jamás ha hecho periodismo— resulta el retrato vivo de lo más nefasto de la cultura del pirrurismo, que jamás ha enfrentado consecuencias ni se hace responsable de sus acciones perniciosas. También representa la corrupción de los regímenes neoliberales. Muchos otros comunicadores y tuiteros, como José Manuel “Chumel” Torres, Pedro Ferriz Híjar y Brozo, lanzan sus ofensivas en contra del Presidente, creando la percepción de tener muchos seguidores y para empoderar con esa supuesta influencia y aprobación a un público fantasma —otro jugoso negocio de la manipulación mediática.
Lo que están pretendiendo hacer, quienes integran la oposición, al mandatario es lograr un golpe de estado blando sin usar violencia desmesurada, sin tener que imponerse por la vía de las armas, de los ejércitos o de la policía de manera brutal. Esto implica hacer campañas de miedo, de criminalidad, exponer casos que escandalizan y conmueven a la opinión pública para decir: “La culpa es del Presidente”, y “Todas las medidas del gobierno han fracasado”. Como ejemplo de esta estrategia está el Partido Acción Nacional (PAN) y empresarios como Claudio X. González, dueño de la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad y también fundador y cabeza de la organización más rancia de la derecha mexicana, “Sí por México”, conformada por más de 100 organizaciones que incluyen grupos conservadores como Magna Coalición de Líderes Provida, Red de Líderes Católicos, Fundación Carlos Abascal y el Instituto para la Asistencia e Integración de la Familia. No se quedan fuera en estos grupos de choque altos jerarcas de la iglesia católica.
La estrategia de desprestigio que impulsan algunos medios de comunicación, como Reforma, El Universal y Televisa; y comunicadores como Pedro Ferriz de Con, Carlos Loret de Mola o Joaquín López-Dóriga; o figuras del espectáculo como Eugenio Derbez, Laura Zapata o Héctor Suárez Gomís tiene pocas probabilidades de ser efectiva por la propia poca credibilidad que tienen dichos actores políticos y empresariales.
Bien decía Diógenes de Sinope —que “buscaba hombres” (honestos)— (404-322 a. C.): “El insulto deshonra a quien lo infiere y no a quien lo recibe”. En otras palabras, quien insulta no daña la honra de terceros sino sólo la de sí mismo. Quien recurre al insulto es porque obviamente carece de argumento y, con ello, le da la razón (honra) a su interlocutor. Como corolario de lo anterior, quien insulta carece de la virtud de la humildad pues no quiere reconocer que no posee argumentos para debatir.
Como bien decía Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de decirlo”. Esta frase, que exalta el valor del respeto y la tolerancia, además del derecho a la libertad de expresión, marca los cimientos para una sociedad democrática.