La lectura (de nuevo)
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La lectura (de nuevo)
Hace 15 días hablé del libro, tema que merece reflexión. En el siglo 4 San Agustín escribió que estando inquieto escuchó de pronto la voz de un niño que decía “tolle, lege”, “toma y lee”, dos verbos latinos en imperativo. Tomó su Biblia, la abrió al azar y leyó. Al menos él asegura que ahí inició una nueva vida. Claro que esto, si se le propone a un psicoanalista, tendrá siempre, como además parece ser el caso, una interpretación ligada a problemas sexuales del filósofo. Da lo mismo. Agustín fue un buen lector y gran filósofo. Dejarlo nada más como teólogo es restarle méritos. Dos grandes filósofos del siglo 20 lo exaltaron: Hannah Arendt, primero, Martin Heidegger, luego. Creo importante decir que ambos eran ateos. Sin embargo, reconocieron su influencia. No sé qué pensarán otros, pero yo defiendo que Agustín influyó también a Antoine de Saint-Exupery. Lea “Confesiones”, luego lea “El Principito” y comprobará que hay un evidente legado. Aun en “Ciudadela” se aprecia a San Agustín y, claramente, a Friedrich Nietzsche.
Toma y lee, lección que, a su vez, siguió Jorge Luis Borges. Éste se impresionó gratamente al saber que Agustín había anotado con asombro que su gran maestro, San Ambrosio de Milán, leía en silencio. ¿Por qué ese asombro?, porque desde Aristóteles se sabe que las personas leían en voz alta. Se decía, en parte, que al pronunciar las palabras escritas estabas escuchando al escritor, cosa de justicia, y que, en el caso de obras sagradas, como la Biblia, estabas pronunciando las palabras de Dios. Y es que Borges, antes de leer y escribir, aprendió centenares de antífonas, versículos, salmos y poemas de la Escritura, porque su abuela, inglesa, lo sentaba en sus rodillas y le recitaba largos textos bíblicos que sabía de memoria. El niño Borges a los cuatro años hablaba un inglés perfecto porque su abuela recitaba la famosa traducción del “Rey Jaime”, obra clásica que creó un inglés bello.
Los concursos literarios tiene lugar cada año y se anuncian en periódicos; concitan a poetas, cuentistas, novelistas y demás. No son algo nuevo, lejos de ello. Un ganador del clásico concurso de obras de teatro que se daba anualmente en Atenas fue nada menos que Sófocles, autor de “Edipo Rey” y varias de las más grandes tragedias de todos los tiempos. Concursar era un aliciente para un escritor de la Grecia Clásica que se respetara. Gracias a los triunfos de Sófocles podemos disfrutar sus tragedias, que están presentadas en forma de poemas.
El gran filósofo Michel Foucault inició una de sus grandes obras citando a Borges. Escribió que Borges lo había hecho reír mucho. Foucault presentó su bello librito sobre la “función autor” influenciado por Borges. Un célebre historiador, también francés, Roger Chartier, ha trabajado cuentos, poemas y frases de Borges y los ha propuesto como modelo de reflexión para historiadores.
Hace unos cuantos domingos leíamos en VANGUARDIA un texto de Mario Vargas Llosa en que hablaba con cariño de un viejo amigo peruano con el que había comentado libros desde la adolescencia. Confesó que discutieron, en un tiempo, acerca de Borges y Sartre. El amigo elogiaba a Borges; Vargas Llosa a Sartre. Admitió su error porque ahora, si tomaba un libro de Sartre, se le caía de las manos, en cambio regresó a leer y releer a Borges. Los ejemplos que doy en este artículo argumentan que leer transforma a las personas.
En tiempos electorales se pregunta siempre a un candidato cuáles son sus autores predilectos y los últimos libros leídos. En la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, Enrique Peña Nieto no supo cuáles eran los tres libros que había leído. Acá en Saltillo la respuesta de Humberto Moreira fue que su lectura favorita era la Biblia. Citar la Biblia es citar la nada. Biblia, como su nombre lo indica, significa “libros” y según la religión cambia su número: 38 para los judíos, 46 para algunos protestantes, 52 para los católicos. La Biblia es un conjunto de textos de distintas procedencias, muchos de los cuales se contradicen entre sí. Algunos son aburridísimos y otros muy interesantes, los hay perversos en que se justifican maldades. Hay que leer algunos libros de la Biblia que son maravillosos.