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La invención de Saltillo
El título del artículo se inspira en el libro del gran historiador Edmundo O’Gorman “La Invención de América”, y su contenido: los españoles inventaron un continente puesto que ignoraron por un buen tiempo que estaban frente a algo desconocido al que nombraron Indias. Cristóbal Colón murió creyendo que había llegado al reino del Gran Can. Don Edmundo reclamaba una historia sin mitificaciones. Polemizó con el historiador y lingüista Miguel León-Portilla que, en 1992, a cinco siglos del “descubrimiento” propuso llamarle “encuentro de dos mundos”. Es palpable que no hubo tal encuentro sino un choque violento entre los imperios europeos y millones de indígenas de Canadá a Tierra de Fuego que pagaron con su vida el haber sido descubiertos.
En el caso de Saltillo se inventó una fecha de fundación que impuso don Óscar Flores Tapia llevado por su amor al solar nativo. Escogió 1577 para poder festejar los 400 años de existencia cuando era gobernador. Esa u otra fecha no tiene importancia pues carecemos de acta de fundación.
Una rareza, si se le compara con cualquier ciudad mexicana, es que su fundador y no pocos de sus primeros habitantes eran portugueses. Varios años después de fundar Saltillo Alberto del Canto fundó Ojos de Santa Lucía (Monterrey) y Minas de la Trinidad (Monclova), así que compartimos con éstas origen y tradiciones, algunas de las que podríamos avergonzarnos. Sin embargo, es mejor conocer el pasado que inventarlo. Esos portugueses, algunos con antepasados judíos, se dedicaron a esclavizar indios: Alberto del Canto, Luis de Carvajal, Diego de Montemayor y otros lo hicieron. De Francisco de Urdiñola no consta que haya esclavizado, pero sí que utilizó la mano de obra indígena en su enriquecimiento personal. Le sobraron pretextos para llevar a sus haciendas y minas bandas enteras de indios.
Diego de Montemayor, que salió de Saltillo a fundar Monterrey, fue el primer uxoricida. Asesinó a su esposa, la portuguesa Juana Porcallo de la Cerda. El homicidio tuvo como causal el que ella y Del Canto sostenían relaciones sexuales mientras Montemayor andaba persiguiendo indios. Algunas activistas le llamarán primer feminicidio del noreste; yo no. Otra víctima fue un español de apellido Vozmediano, asesinado con un hacha por su esposa e hija. Ambas fueron encarceladas, pero escaparon de la cárcel (dice el documento) ayudadas por los vecinos “por la mala vida que les daba”. Tenemos una especie de juicio popular favorable a las criminales contra un marido y padre violento.
Saltillo fue la ciudad más importante del noreste novohispano. La burocracia virreinal la nombraba Llave de Tierra Adentro, que no es cualquier cosa: definía los avances de la colonización, de la evangelización y de la economía. Saltillo fue una villa autárquica puesto que estaba a muchas leguas de Parral, capital de la provincia. Tuvo que arreglárselas sin apoyo de los gobernadores y con poco o ninguno de los virreyes. Muy importante fue compartir el valle con la comunidad tlaxcalteca que tuvo un papel destacado, tanto que en Saltillo mucha gente aprendió náhuatl como requisito para progresar. Había misas en las que el sermón se predicaba en esa lengua. Los obispos obligaron a los sacerdotes a hablar esa lengua y les ponían exámenes: Juan de Villarreal, párroco de Santiago, reprobó moral, latín y mexicano (un burro).
La colectividad tuvo africanos, indígenas y españoles que por intercambios genéticos configuraron un mestizaje del que somos herederos. Debo agregar que existen datos, pocos, pero claros, de que la educación era importante. Según he encontrado, un sacerdote diocesano fue el primero en crear una escuela de primeras letras con maestros tlaxcaltecas. La escuelita debe haberse localizado en donde hoy es el atrio de San Juan.
No se sabe cuántos años tiene Saltillo. El geógrafo real entregó a Felipe II en 1573 un documento con el nombre de todas las ciudades, villas y pueblos de la América. Saltillo aparece en penúltimo lugar, lo que implica que al menos en 1572 ya existía. Pero una fecha no cambia nada. Lo importante es rescatar su pasado sin colgarle medallitas.