La internacionalización de la Liga

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La internacionalización de la Liga

La Liga mexicana ha decidido abrir un tanto más el grifo para darle cabida a más extranjeros. El cupo de cinco jugadores foráneos hoy puede considerarse una limitante simbólica en un futbol que detrás de la cortina esconde un enjambre de naturalizados.

El Clausura 2016 alcanzará otra cifra histórica de jugadores no nacidos en el país. El plantel total de extranjeros podría rozar los 145 si se completan los últimos cupos disponibles. Todos repartidos en 17 de los 18 clubes, con la ya conocida excepción de Chivas.

Para quienes se oponen a la invasión descontrolada de futbolistas provenientes de otras tierras, destinar una tercera parte de las plazas de la Liga a estos elementos no es un dato menor.

Pachuca y León, por ejemplo, traen la idea de cerrar en 8 el número entre extranjeros y naturalizados por equipo, pero la propuesta aún está en estudio y sería, en todo caso, hasta el torneo que viene cuando pueda considerarse. América, Rayados y Tigres, por el contrario, están abiertos a la internacionalización ilimitada del futbol local.

El debate se ha disparado en los últimos años –más precisamente desde el Apertura 2014- cuando la Femexfut se alineó a la legislación federal de otorgarle todos los derechos de los mexicanos a los naturalizados y los clubes han aprovechado esta ventana legal para comenzar a “fabricar” jugadores nacionales y liberar plazas de extranjeros. Y de esta ubre se han prendido todos.

La voracidad competitiva ha orillado a los distintos equipos a buscar, en mayor cantidad, calidad probada fuera antes que promover lo de adentro.

No hay dudas que para el joven futbolista mexicano este contexto no le ayuda a consolidar su carrera en tiempo y forma, ya que al final del día terminan siendo víctimas de las varas cada vez más altas que le recetan sus propios directivos, pero principalmente, se convierten en los cadáveres futbolísticos del negocio.

Internacionalizar la Liga nunca será un propósito despreciable mientras abone a la jerarquización de la competencia y jale hacia arriba el nivel del mercado nacional. En todo caso, no debería importar mucho el números de foráneos, sino qué tantos canteranos puedan tener una oportunidad con continuidad.

Al futbol mexicano aún le cuesta reflejar en el futbol profesional los éxitosos proyectos de sus divisiones menores. Los procesos se abortan o se disuelven antes de llegar y se culpa al extranjero como tapón natural del talento local.
Sin embargo, la traba asoma desde el riñón de los propios clubes, a quienes no es que le falte visión, sino paciencia, ya que la tendencia es apostar a una rápida rentabilidad invirtiendo en activos que le ofrezcan soluciones inmediatas. Una espiral de contrataciones interminables que agigantan la brecha entre los consolidados y los que desde abajo quieren, pero no pueden progresar.

No es casualidad que los principales goleadores de los últimos 10 torneos hayan sido extranjeros. Por las urgencias semestrales, siempre será más fácil traer goles garantizados que fabricarlos en casa. La aparición de un artillero mexicano se da en casos muy excepcionales y, cuando así resulta, sólo sirve de coartada para justificar la asimetría.

De tal manera que, mientras los clubes se conformen con mantener firme la base de la pirámide con jugadores nacionales y sigan intentado apuntalar el negocio empresarial con los extranjeros, el futbol mexicano, inevitablemente, continuará refugiándose, para bien o para mal, en el talento universal, y en esta dinámica no habrá vuelta atrás. Al contrario, se potenciará.