La Independencia y la Feria de Saltillo

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La Independencia y la Feria de Saltillo

En pleno mes patrio, la ciudad se prepara ya para celebrar el 206 aniversario del inicio de la lucha por la libertad y la independencia, a la que convocaron don Miguel Hidalgo y otros insurgentes el 16 de septiembre de 1810, casi a punto de cumplirse los tres siglos de la dominación española y culminó con la declaración de Independencia en 1821. Once años y una cruenta guerra se necesitaron para lograr la emancipación definitiva de España. Pocos años después del descubrimiento de América, la Corona española había conquistado el territorio de la Nueva España y lo había conservado y administrado como un virreinato, a diferencia de otros países de la América hispánica que en su tiempo fueron tan solo colonias españolas.

Al estallar la lucha por la independencia, Saltillo era una pequeña villa española con una población tlaxcalteca contigua políticamente independiente. San Esteban de la Nueva Tlaxcala dependía directamente del virrey y tenía sus propias autoridades, mientras que la villa de Santiago del Saltillo estaba bajo la jurisdicción de la Nueva Vizcaya y esta nombraba a sus autoridades. Luego de más de 200 años de profunda convivencia y pacífica vecindad, ambas poblaciones emprendían muchas actividades en común. Una de ellas era la famosísima feria del Saltillo, la tercera en importancia de las de la Nueva España, solamente abajo de Acapulco y de Jalapa. La feria se realizaba anualmente en territorio tlaxcalteco, en la plaza de la Nueva Tlaxcala, un espacio que se extendía desde el templo de San Esteban en la actual calle Ocampo hacia el norte hasta la calle Pérez Treviño, incluyendo la plaza de toros que había en el lugar donde hoy se encuentra el Mercado Juárez, y ocupaba el espacio de la actual calle Padre Flores y las casas hoy construidas a un lado del templo citado, y alcanzaba hasta el mercado llamado el Parián, este sí perteneciente a la villa del Saltillo por su ubicación en la pequeña manzana que forman las calles Juárez, Morelos, Victoria y Allende, donde ahora se encuentra una sucursal de Bancomer.

Sin que se sepa con certeza, se cree que la feria tuvo sus inicios a principios del Siglo 18, y lo cierto es que a lo largo de los años alcanzó gran renombre comercial. Entre otras muchas cosas, había venta de sillas de montar, frenos, espuelas, reatas, tabaco, vinos, aceites, calzado, pieles, cereales, azúcar y piloncillo, telas, sombreros, cobertores, mantas y sarapes, además de imágenes de santos fabricadas por los tlaxcaltecas o traídas de Europa, y las imágenes en tallas de madera estofada venidas desde Guatemala. Se comerciaban también mercaderías del Oriente y de Filipinas traídas a la Nueva España por la Nao de China, que desembarcaba en el puerto de Acapulco y desde allá acarreaban los comerciantes. También en los improvisados corrales de la feria se compraban y vendían reses, mulas, caballos, ovejas y cabras, sin faltar los puestos en los que se ofrecían fritangas, enchiladas, atole, champurrado, mole y barbacoa.

Alrededor de la feria había espectáculos de cómicos de la legua y circo, corridas de toros, carreras de caballos y palenques de gallos. Los juegos de azar eran muy socorridos y venían tahúres de todas partes. La villa española y el pueblo tlaxcalteca registraban un movimiento inusitado, y como los mesones no se daban abasto, las autoridades tenían que instalar barracas improvisadas para dar albergue a la gran cantidad de visitantes que llegaban a la Feria del Saltillo.

Y gracias a ellos, al inicio de la gran fiesta comercial, el 23 de septiembre de 1810, los habitantes del Saltillo y de San Esteban de la Nueva Tlaxcala se enteraron del levantamiento armado del cura Hidalgo. La noticia se conoció apenas siete días después del acontecimiento, traída por los concurrentes a la feria venidos de las poblaciones del centro del País.