La importancia de mirar a un perro

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La importancia de mirar a un perro

Marx, Engels y Lenin nunca vieron mear a un perro. De esa omisión fatal nació el comunismo.

Explicaré mi afirmación, pues reconozco que a primera vista puede sonar audaz y peregrina. Partamos de un hecho conocido: los perros mean postes, troncos de árboles y otros sitios igualmente estratégicos. Los mean no porque traigan la vejiga llena, sino porque así marcan y acotan un territorio que consideran suyo. Con esas aspersiones odoríferas avisan a otros perros que están en propiedad privada.

Si Lenin, Engels y Marx hubiesen salido a la calle en vez de sumergirse en sótanos infectos para inventar sus tremebundas teorías, de seguro habrían visto a un perro meando, y así habrían aprendido lo que hasta un niño de pecho sabe bien: que la propiedad no es invención humana, sino instinto que brota de la naturaleza. No habría nacido el comunismo, entonces. Por consecuencia, no habrían existido las purgas estalinistas, ni la Guerra Fría, ni el Muro de Berlín, ni Corea, ni la guerra de Vietnam... Por culpa del comunismo casi todo el siglo veinte fue un desmadre. Todo por no haber visto un perro meando. Así es la Historia.

Rousseau dijo que los males del mundo comenzaron el día en que un hombre fue lo suficientemente imbécil para decir: “Esto es mío”, y los demás hombres fueron lo suficientemente imbéciles para creérselo. Tal teoría es falsa, digo yo. La propiedad privada no se aprende: se mama, con perdón sea dicho. Y si no, haga usted una pequeña prueba. Cuando tenga cerca a un bebé golpee suavemente con el dedo índice la palma de una de las pequeñas manos del infante. De inmediato el bebé la cerrará. Los paidólogos llaman a esto “instinto prensil”. Yo lo llamo instinto de propiedad.

Tampoco los fundadores del comunismo pusieron jamás su dedo en la palma de la mano de un bebé. Por eso -y por no haber visto a un perro haciendo de las aguas- se les ocurrió el enorme desatino de negar la propiedad privada. El problema es que todo hombre quiere ser un propietario, tanto los Rockefeller como los posesionarios. Si algún país niega a sus ciudadanos el derecho -derecho natural- a ser dueños de una cosa, esos ciudadanos buscarán la primera oportunidad para largarse a donde puedan convertirse en propietarios, es decir tener con exclusividad algo para sí.

Por eso tantos cubanos se fueron a Miami, ciudad que es una prolongación de Cuba. (Decía un cubano: “Lo que más me gusta de Miami, chico, es lo cerca que está de los Estados Unidos”). Los mueve el anhelo de la libertad, pero también el de la propiedad privada, que es uno de los más apreciados frutos de la libertad.

Conservador es el que tiene algo que conservar. Los aspiracionistas no quieren socialismos. Quieren una casa, un coche, un televisor… Muy bien decía Churchill: el que a los 18 años no es comunista es un idiota. El que a los 40 años es comunista es un idiota.