La Iglesia y el patriarcalismo
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La Iglesia y el patriarcalismo
El jueves pasado se conmemoró el “Día Internacional de la Mujer”. Hubo decenas de manifestaciones de mujeres en todo el mundo para protestar por la injusticia y la marginación que sufren de manera universal desde hace milenios. Una marginación e injusticia que no es sólo laboral y social, sino tan criminal y esclavizante de su mente y de su cuerpo que ha convertido su “dignidad humana” en una mera herramienta, un discurso vacío de derechos efectivos o un romanticismo masculino, aparentemente suficiente para satisfacer la justa equidad de la mujer y el hombre.
Esta marginación e inequidad se ha mantenido no sólo mediante instituciones jurídicas que privilegian lo masculino en el hogar, el trabajo y la escuela, sino mediante una cultura patriarcal universal y ancestral. Hace milenios que los hombres mantienen todo el poder y la autoridad sobre la mujer, esposa y madre, de tal manera que pensar en la igualdad de pensamiento y decisión de ambos es todavía algo no sólo ‘mal visto’ sino amenazante para la sociedad.
La Iglesia Católica no es ajena a esta cultura de marginación e injusticia. (¡Hace pocos meses un obispo católico acusaba a las mujeres de ser las causantes de ser maltratadas debido a su forma de vestir ¡). La jerarquía y el clero católico se han asimilado a una cultura “machista” que nunca formó parte de las costumbres de Jesús, ni de los cristianos de los primeros siglos.
Al contrario, las comunidades cristianas hacían a las mujeres colaboradoras responsables de los ministerios de servicio y diaconía por dos razones: eran “imagen y semejanza de Dios”, igual que los hombres, y el bautismo añadía la “libertad de hijas de Dios” a su libertad humana, ya que en el Cristianismo desde su inicio era inconcebible la esclavitud de cualquier ser humano. Las 19 bautizadas tenían la misma misión que los bautizados: proclamar y construir el reino de justicia y paz que había iniciado Jesús con su predicación y sus obras. Sin embargo, poco a poco las mujeres fueron marginadas en la Iglesia y consideradas bautizadas de segunda clase.
En la teoría, los últimos Papas, desde Juan XXIII hasta Francisco, han proclamado y defendido la equidad de género, han condenado la discriminación de la mujer. El Concilio Vaticano II en la Constitución “La Iglesia en el Mundo Moderno” (1965) reconoció “la nueva relación social entre el hombre y la mujer”, rechazando el “patriarcalismo tradicional”. Sin embargo, tanto en la dirección como en el ejercicio ministerial de la Iglesia, las mujeres están marginadas de los puestos importantes y jerárquicos; la toma de decisiones y la misión pastoral la ejercen los hombres. Con esta estructura operativa no sólo la Iglesia transmite el mensaje de que la experiencia y el pensamiento femenino no son de tomarse en cuenta, sino que confirman un “cultura patriarcal” de la sociedad que quieren evangelizar.
El debate acerca de la ordenación presbiteral de las mujeres no es solamente un asunto canónico, sino que es una demanda de un cambio en la Iglesia que consolide la igualdad, la justicia y la dignidad de la mujer, que siempre ha sido el principal agente evangelizador, el testimonio más cotidiano y secular del amor, y el testigo más leal y valiente de la vida cristiana.
Y adicionalmente la Iglesia dejaría de apoyar una cultura patriarcal que es la causa principal de la marginación e injusticia que sufren las mujeres de todo el mundo.