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La gloria ha de llegar
El viernes 11 de agosto de 2017 debió ser un día espléndido para Carlos Antonio Vera Jiménez. Ese día debutaba con el equipo Atlético Saltillo Soccer, que a su vez se estrenaba en la Liga Premier del Futbol Mexicano. Pero en vez de un comienzo brillante, el joven de 22 años sufriría una lesión que casi le mata las ilusiones.
“Por mi mente pasó lo peor”, dice Carlos mientras gira el vaso con café como aferrándose a él para contener sus emociones. “Pensé que ya no iba a volver a jugar”.
En el minuto 36 de juego, buscando proteger su zona, Carlos se plantó frente al delantero para evitar que pasara. Entonces, en un movimiento inesperado, sobrevino el daño en ligamento cruzado anterior y la rotura del menisco.
“Era un nuevo reto”, cuenta sobre aquella tarde que desató todos sus miedos. “Era echarle ganas para que el profe viera que estaba comprometido”.
La lesión lo dejaría un año fuera de toda actividad en el futbol. La directiva del Atlético Saltillo, equipo al que había llegado de su natal Tampico, Tamaulipas, un mes antes, ofreció ocuparse de todos los gastos médicos. Aun así, a Carlos le costaba hallar consuelo.
Las lesiones de este nivel son comunes en cualquier deporte de contacto, como el futbol. Más allá del dolor físico, anida otro que puede generar un mayor impacto en jugadores jóvenes como Carlos.
“Fue un golpe emocional”, dice. “Mis papás no estaban conmigo; era común que presenciaran mis partidos. Si algo me pasaba inmediatamente estaban en el campo viendo cómo estaba. Era físico también, porque claro que me dolía, pero puedo decirte que fue más emocional”.
Lo que pasó a Carlos no es un caso aislado.
El lagunero Mario Zavala, jugador en la Tercera División del Futbol Mexicano con el Saltillo Soccer, también encaró el fantasma de una lesión. “Sientes frustración, empiezas a pensar que son días atrasados y bajas de nivel. Lo que más duele es perderte los juegos”, explica reflexivo el mediocampista de 19 años.
DOLOROSO DEBUT
La Liga Premier del Futbol Mexicano funge como un escaparate donde los valores se fijan, equipos persiguen el ascenso de categoría y cientos de futbolistas luchan por alcanzar sus sueños. Carlos es uno de ellos.
Corría la primera jornada del torneo Apertura de la Liga Premier. En el empastado del Estadio Olímpico, Atlético Saltillo Soccer debutaba recibiendo al Club Calor de Gómez Palacio, en juego programado para las 19:00 horas.
El partido terminaría empatado a cero goles, pero Carlos lo recuerda por otra cosa. Desde entonces ha pasado un año y la angustia persiste.
“Hasta hoy, ha sido la lesión más dura en mi vida. No se lo deseo a nadie”, dice sobre ello.
Carlos se sometió a cirugía y dolorosos procesos de rehabilitación. El regreso a las canchas está previsto para el 24 de agosto, y el futbolista ansía que llegue ese momento para vencer los miedos que aún lo persiguen.
Carlos sabe que, dependiendo del desempeño que tenga, su futuro puede ser mejor. A los encuentros de categorías inferiores suelen asistir visores en busca de talentos para escalonar al Máximo Circuito del Futbol Mexicano. Pero no siempre la vida pinta color de rosa. Y las secuelas que deja una lesión dan cuenta de ello.
“La lesión más fuerte que he tenido fue una contractura que me dio cuando hice pretemporada con Chivas”, dice Mario Zavala, el jugador oriundo de la laguna. “A partir de ahí me lesionaba cada dos semanas”.
En ese momento Zavala no concretó su fichaje con la Sub20 rojiblanca. Son este tipo de experiencias las que definen la vida deportiva de muchos de estos jóvenes.
“Les pasa a muchos chicos en todo el mundo”, dice Diego García, especialista en psicología del deporte. “Están en el proceso de autoconocimiento, y aquí surgen toda una serie de preguntas, donde destacan: ¿continúo o paro? También entra el proceso mental, la función de la mente siempre es que dudes”, explica.
La duda de continuar o no ha sido una constante en la vida de Carlos. Si ha prevalecido, se debe en parte al empuje de sus padres.
Desde la infancia, Carlos ha lidiado con obstáculos que terminaron por forjarle un carácter. Comenzando por un apodo que sacó un coraje que él mismo desconocía. Sucedió cuando tenía 8 años. Uno de sus entrenadores comenzó a llamarlo “Maleta Einstein”.
“Ese comentario me marcó porque a partir de ahí mentalmente tuve que echarle muchas ganas”, dice el futbolista.
Jugar en Primera División, o emigrar a Europa, siguen como metas futbolísticas de Carlos, quien ya tuvo la oportunidad de jugar en Liga de Ascenso MX. Y en ello, también, vuelve a pesar la figura de sus padres.
“Quiero darle alegrías a mi familia, más a mi papá porque siento que ha sido el que más me ha estado apoyando en estas cosas”, comenta.
Para Carlos y Mario, el esférico a veces les ha girado mal, pero también mantiene vivos sus sueños.