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La FE sensorial

La semana pasada mi estimado vecino columnista Jesús Cedillo me honró doblemente: hizo alusión a mis columnas  semanarias  en VANGUARDIA (abril/2)  y a “mi fe” (él la escribió con minúscula): “Los sábados usted también puede leer a los maestros JCS y LFN quienes abordan la cuestión desde su fe. Por lo cual ellos hablan de misericordia, dinamismo, salvación y  un largo etcétera”.

Mi compulsión por escribir cada semana es una manía incierta que a veces me ilumina, otras me hace sudar tinta, búsqueda, cuidado, preocupación genuina y balbuceos de verdades  que nacen de mi interior histórico que pronto  se vuelven tan efímeras como las hojas.

Esa compulsión  de exponerme con estas letras periódicas ya suma veinte años de existencia y sus contenidos se almacenan en “un muy largo etcétera” que no se reducen a la “misericordia, bondad, salvación y vigilia pascual”, sino que han sido intentos de reflexión, análisis, crítica, re-conocimiento (sin adulación), sugerencias, especulaciones existenciales, denuncias, demandas ingenuas-justas-idealistas. Han sido palabras motivadas por  la preocupación de construir la esperanza en el vivir familiar, en lo valioso que sobrevive en nuestro pueblo y su cultura.

He sido un privilegiado por los sabios y auténticos maestros que me han acompañado en el hacer las veredas por donde he tenido que caminar. Por ello le  pido disculpas a usted mi paciente lector de encontrar temas siempre humanos pero con unos rostros tan diferentes como la sociología, la educación, la psicología, la filosofía, la estética, la ética, la política. Cada día y cada semana me encuentro con la existencia polifacética del hombre, su familia, su escuela y su comunidad.

No estoy de acuerdo con el “vate Cedillo” en que el contenido de  mis columnas  sea “una búsqueda de Dios”, porque busco a Dios todos los días no  como  columnista sino como  ser humano. La contemplación de mi vivir y del vivir humano  trata de ser desde mi FE (con mayúscula) y  no solamente desde mi fe humana: mi confianza en la ciencia y en la experiencia acumulada por la bondad y la sabiduría de la humanidad.

Mi FE es un regalo adicional que Dios me ha ido compartiendo  cuando reflexiono en la manera de ser de Jesús con sus semejantes y con su Dios Padre, y cuando leo y medito sus mensajes  en el Evangelio. Esta FE se me ha vuelto sensorial: Ilumina mi visión y me descubre el significado más profundo del trabajo, del amor, de la familia, de la educación y del vivir humano, aporta  una cuarta dimensión de eternidad a mis ojos. Mi olfato descubre el olor trascendente de la enfermedad y de la angustia, el perfume de los pobres y su sufrimiento que es casi imperceptible sin la FE. Mi gusto saborea  el esfuerzo y la convivencia de los humanos, que a su luz son hermanos, todos hijos de un mismo Padre. Mis caricias inspiradas por la FE consuelan y curan las heridas del alma, y a veces hasta despiertan la esperanza.

Esta es mi FE a la que alude el “poeta Cedillo”. La que me descubre la dimensión cristiana de lo humano y no me deja “pasar de largo” (y dejar de escribir)  acerca del “hombre asaltado por tantos  ladrones”.