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La fábula de las hormigas
Esta historia tuvo lugar en una colonia de hormigas rojas, las que en general eran laboriosas y tenían la costumbre de hacer acopio de comida en el verano para sostenerse durante el crudo invierno. Al frente del gobierno se encontraba un grupo dirigente que se había mantenido en el poder por muchos años, sus líderes en general fueron prudentes en el manejo de los asuntos colectivos, sin embargo, un día tomó el poder una especie ambiciosa, corrupta e ineficiente.
Este grupo quería expandir su influencia más allá de su territorio habitual, y para ello trazaron un plan consistente en obtener mucha comida para repartirla entre las 31 colonias restantes y así ganarse su apoyo para ascender al poder supremo del reino.
Concebida la idea, el siguiente paso fue encontrar la forma de hacerse de grandes reservas de provisiones, y como los recursos de la colonia eran limitados, la solución fue pedir comida prestada, pero para ello debían dar algo a cambio. Así que buscaron a los dueños de los grandes depósitos de alimentos; se trataba de un grupo que se dedicaba a prestar comida, pero con una ganancia, es decir, recuperaban lo prestado más un excedente, de esa forma, habían acumulado grandes cantidades.
Entonces, los jefes de la colonia firmaron en secreto un contrato con los dueños de la comida, pues los víveres no serían para consumo de sus súbditos, sino para los de las otras colonias, y así lograr sus objetivos, pese a que las condiciones acordadas con los dueños de la comida fueron sumamente desventajosas.
Los líderes de la colonia comenzaron a repartir provisiones por todo el reino previo acuerdo con el jefe máximo de las 32 colonias, quien al término de su mandato les dejaría su puesto a los líderes de la colonia que repartían la comida. Ese era el plan original. El jefe supremo también era de la especie roja. Sin embargo, algo salió mal, los tratos realizados en lo oscurito se descubrieron y se desató un gran revuelo al saberse que la comida fiada se desvió, otra parte se echó a perder, una más se la quedaron los jefes de la colonia y sus amigos, logrando acumular grandes reservas de alimentos, siendo algunos compinches capturados por las hormigas güeras al intentar llevarse parte del botín al imperio del norte.
Con el tiempo cambiaron las condiciones, pues llegó al reino de las 32 colonias un nuevo grupo de hormigas, de color moreno, desplazando a las rojas y a las azules, que habían ejercido el control del reino anteriormente. El nuevo jefe máximo tenía sus propios planes, de modo que les comenzó a mandar menos comida a las 32 colonias, afectando a todas, pero en especial a la que había pedido alimentos prestados, pues el contrato seguía vigente y debía cumplirse, de modo que los habitantes de esa colina recibieron menos provisiones.
En esas estaban, cuando una terrible plaga azotó a las 32 colonias y la comida se volvió más escasa, tornándose en crítica cuando la hormiga suprema comenzó a recolectar más recursos para sus bodegas, pues tenía planes para distribuir esa comida entre sus seguidores, afectando tanto a las hormigas rojas, azules y lo que quedaba de las amarillas.
La colonia endeudada de las hormigas rojas, que antes fueron tricolores, hizo algunos intentos tímidos de rebelión ante el jefe supremo, el cual las ignoraba con soberbia y displicencia, continuando con sus propósitos de avasallar a todas las colonias del reino, en su afán de lograr el poder total. Cuando una terrible epidemia azotó a todas las colonias, el jefe máximo acaparó las pocas vacunas existentes para repartirla con propósitos electorales.
Los líderes de las hormigas rojas tenían a su favor la gran docilidad de sus súbditos, quienes a pesar del despojo sufrido seguían siendo fieles a sus colores—Síndrome de Estocolmo--, mientras que los dueños de los enormes depósitos de comida recibían puntualmente los cargamentos de alimentos que les debían, aumentando sus ya de por sí considerables reservas.
A pesar de todo, las hormigas de la colonia endeudada seguían laborando incansablemente, mientras quienes las llevaron a la ruina disfrutaban de opíparos banquetes, y el jefe supremo del reino les regateaba hasta las migajas. Sin embargo, las pobres hormiguitas de esta sufrida colonia prefirieron votar por los líderes tradicionales, rechazando a las morenas, optando así por el mal menor.