La experiencia electoral
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La experiencia electoral
El proceso electoral que acabamos de vivir ha sido el más interesante y curioso de todos. Nos habíamos acostumbrado a que los gobernantes fueran los que decidieran todo y era tan torpe y cínico el engaño que el desprecio por el sufragio contaminó al pueblo. A nivel nacional tuvimos un proceso electoral en que hubo un solo candidato, José López Portillo, lo que significaba en la realidad que con que él votara por sí mismo ganaría por el 100 por ciento de los votos emitidos. Sentíamos vergüenza de votar. Después de eso sucedió lo del 88, cuando Manuel Barttlet y Carlos Salinas dieron un golpe de Estado y robaron las urnas (electrónicamente). De esa experiencia terrible se escribió un libro impreso por una editorial importante. Los autores eran: Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier, Heberto Castillo, Luis H. Álvarez, Jaime González Graf y otros más. Cada uno escribió un capítulo sobre el proceso y todos denunciaban el robo evidente. El libro estaba listo: llegaron elementos de Gobernación enviados por Barttlet y echaron en un camión la edición completa. Un policía golpeó a Jaime González Graf y le rompió tres costillas. Por un azar del destino Jaime había sacado seis ejemplares para revisarlos; uno lo conservo yo (también por otro azar) y lo valoro muchísimo. Esa era la democracia del PRI y no hubo otra.
De entre las curiosidades de esta contienda del domingo pasado me viene a la mente la actitud de dos escritoras, cuyo proceder fue diametralmente opuesto. María Luisa “la China” Mendoza, con sus 88 años a cuestas, fue hospitalizada. Ahí escribió su columna semanal para un diario de la Ciudad de México. Decía que estaba muy mala y que pronto se iría al cielo, pero que antes votaría por López Obrador. Esto fue el viernes. El sábado salió su editorial, pero ya había fallecido. No votó. La antípoda es Guadalupe Loaeza, que dijo que no votaría porque estaba harta. No es por nada, pero hace años publiqué un artículo en que criticaba a la señora Loaeza. Vino a Saltillo y en su discurso en el Casino no paró de elogiar al gobernador Humberto Moreira (¡los coahuilenses teníamos la gran suerte de tener un mandatario como él!). En ese artículo recordaba una escena racista de Loaeza en Chiapas contada ingenuamente por ella misma. ¡Qué diferencia entre una escritora y la otra!
Yo espero que Andrés Manuel lleve a cabo no todos, pero sí muchos de sus planes, ofertas, promesas o dichos. Hoy que compré mis medicinas para seguir vivo, a un precio excesivo que millones de compatriotas jamás alcanzarán, recordé que “el Peje” dijo un día que la compra de medicinas por el Gobierno federal era una de las grandes fuentes de corrupción. Añadió que, de llegar a la presidencia, compraría al laboratorio que ofreciera el mejor precio. Ejemplificó con un dato: un medicamento que costaba 150 pesos, en realidad su costo de producción era de 15 pesos. ¡Todos van a poder adquirirlo!
En ese asunto yo había tenido una experiencia fuerte. Cuando fui a defender mi tesis doctoral a Francia me preocupé por llevar los cinco ejemplares de la tesis, libros de obsequio y demás. Eché las cajitas de medicamentos, pero no me fijé en el número de pastillas y allá se me terminaron. Fui a una farmacia y batallé para que me vendieran las medicinas sin receta, pero al mostrar las cajas y mi herida de la operación me las dieron. Para mi asombro me costaron el 40 por ciento de su valor en Saltillo, y eso teniendo en cuenta que en Francia la vida es muy cara. Aclaro que eran del mismo laboratorio que acá (Pfeiffer). ¡Qué ratas! En resumen: Andrés Manuel López Obrador puede dar ese gran apoyo al pueblo. ¡Alguien se va a perder esos miles de millones!
Me ha parecido interesante el postproceso. No esperaba que el triunfador fuese a reaccionar con tanta parsimonia y positividad. Todo mundo pensaba que de inmediato iniciaría golpeando a diestra y siniestra a enemigos reales o ficticios. Y no lo hizo. La fuerza del voto tuvo una contundencia que llevó a todos a reconocer que algo empezaba a cambiar y que, sin duda, sería tranquilo y consensuado.
Javier Solórzano dijo en su noticiario del Politécnico que la única palabra que resumía el resultado del proceso era ¡hartazgo!