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La ética del cadáver
Los primeros debates relacionados con la ‘ética de la vida’(bioética) comenzaron con un encontronazo entre la cruz y el escalpelo. Vale decir, entre los sacerdotes y los médicos. Esos enfrentamientos todavía se dan hoy en día, pero siempre que han ocurrido ha ganado el escalpelo, no la cruz. Es decir, han triunfado los médicos no los sacerdotes.
Los médicos siempre han alegado que estudiar los cadáveres ha sido una de las formas más expeditas de ofrecer a la sociedad las respuestas idóneas en muchas áreas de la salud y de la investigación forense.
Pero desde un principio, los conservadores y los moralistas alegaron que eso violentaba ‘la santidad del cuerpo humano’.
Desde el advenimiento de la anestesia hasta el primer trasplante de órgano, los avances médicos se han visto atrapados rápidamente en los reclamos de la religión y de las tradiciones culturales. De hecho, cortar cadáveres en pedazos —una actividad a la que llaman ‘disección’—, ha llevado a la más larga de las controversias bioéticas.
La más reciente de esas controversias deriva de si los científicos deberían o no disponer de embriones humanos para desarrollar órganos que pudieran ser implantados a personas que los necesiten para seguir viviendo.
Primeros intentos
Hace mil años las primeras disecciones de cadáveres provocaron grandes cuestionamientos acerca de dónde empezaban y terminaban los derechos del cuerpo y del alma.
Esa fue la razón por la que, durante un milenio los médicos y los científicos interesados en la anatomía humana, sólo pudieron hacer disecciones en animales. Es el caso de Galeno, el famoso anatomista griego, cuyo trabajo realizado en el siglo 2 fue la base de la Práctica Médica durante mil 400 años. En efecto, Galeno se valió de cerdos y monos para llevar a cabo sus investigaciones y realizar sus dibujos de órganos y tejidos.
No obstante, a finales del siglo 15, Leonardo da Vinci utilizó en secreto cadáveres humanos para realizar dibujos anatómicos, y mostró detalles tan avanzados del esqueleto, de los vasos sanguíneos y de los músculos, que sus imágenes resultan sorprendentes incluso en la actualidad.
No obstante, los médicos sabían que para que la Medicina avanzara, no se podían conformar con ver dibujos. Ellos necesitaban trabajar directamente con el cuerpo.
El otro problema
Otro obstáculo derivaba de que el cuerpo se consideraba como el recinto del alma, y por lo tanto estaba ligado estrechamente al destino que esta última seguiría después de la muerte.
Peor aún, en aquellos tiempos mucha gente que moría, en realidad no estaba muerta. De ello dieron fe muchas personas que ‘resucitaron’ o que años después, cuando sus tumbas fueron removidas, mostraron cuerpos en posiciones distintas al enterramiento normal, signo inequívoco de que habían sido sepultadas con vida.
Así que en el pasado la gente no siempre estaba muy segura de que el muerto estaba muerto. Entonces, ¿cómo permitir que un cuerpo fuera destazado como si se tratase de un animal?
De hecho, mientras el famoso anatomista Andreas Vesalio, llevaba a cabo una disección ante un grupo de médicos y con un difunto cosechado la noche anterior, se escuchó un largo gemido proveniente del cadáver todavía fresco con el que estaba trabajando.
Por aconteceres como estos, en el pasado se pensaba que el cadáver debería conservarse sin mutilar. Y por eso, aún en la actualidad, muchas personas se niegan a donar sus órganos (o los de sus parientes) después de la muerte.
Prácticas grotescas
En la búsqueda de cuerpos con qué trabajar, los primeros médicos de Europa y Estados Unidos se vieron obligados a entrar en relaciones con toda clase de rufianes, algunos de los cuales comenzaron a desarrollar un macabro mercado negro de difuntos.
En Escocia se hicieron famosos los señores William Burkey y William Hare, quienes administraban una casa de huéspedes que en realidad era una fábrica de cadáveres. Asesinaban a sus inquilinos y vendían cuerpos en muy buen estado a las escuelas de Medicina.
De acuerdo con un relato de 1828, un estudiante de Medicina reconoció el cadáver con el que le tocó trabajar en la mesa de disección: era el de una prostituta a la que había visto viva y sana la noche anterior.
La guerra lo cambió todo
Las posturas ante la muerte cambiaron después de la Segunda Guerra Mundial.
Con tantos soldados que no regresaron a casa, la sociedad aprendió a separar el paradero de un cuerpo, del destino de su alma. Fue una época en que las escuelas médicas comenzaron a recibir un buen suministro de cadáveres donados de manera legítima.
En la actualidad, trabajar con cadáveres sigue siendo un componente básico de la praxis médica. De hecho, sin el conocimiento anatómico del cuerpo humano que es proporcionado por la disección, los avances de la Medicina simplemente se habrían rezagado.
La pregunta que queda pendiente es:¿se impondrá la ciencia en el reciente debate sobre el uso de las células del embrión, tal como ocurrió con la disección de cadáveres?
La historia dice que sí, ya que el público siempre ha terminado por ceder en pro de todo lo que contribuya al beneficio de la sociedad (sólo esperamos que no haya que esperar mil años para aceptarlo).
Lo que se hace ahora
La disección humana comenzó durante el periodo medieval, pero la presión religiosa y el prejuicio académico la convirtieron en una práctica furtiva. De hecho, cuando Vesalio, el famoso anatomista belga, acudió a la Universidad de París, entre 1533 y 1536, sólo estaban permitidas dos disecciones anuales.
Vesalio tuvo que trasladarse a Padua, donde las regulaciones para la disección de cadáveres eran menos estrictas. Esto le permitió realizar los primeros bocetos ‘reales’ de la anatomía humana.
Vesalio publicó los resultados de sus observaciones a cadáveres humanos en 1543, creando una de las obras de anatomía más importantes del siglo 16.
Pero si Vesalio viera lo que se hace hoy en día con los cadáveres, quedaría no sólo complacido sino realmente maravillado.
Nos referimos a la obra del anatomista alemán Gunter Von Hagens, que exhibe cadáveres momificados por un método de plastificación que le permite hacer esculturas asombrosas de los cuerpos sin vida. (Selector de Vanguardia).
En síntesis…
-Los médicos y anatomistas tuvieron que librar una lucha de miles de años para disponer de cadáveres humanos que les ayudaran a entender la anatomía corporal.
-En los primeros tiempos la religión se opuso a la disección de cadáveres alegando que el cuerpo estaba ligado estrechamente al destino del alma.
-Por lo tanto, ¿cómo regresaría a la vida después del Juicio Final un cuerpo que hubiera sido cortado en pedazos?
-Peor aún, en la Edad Media nadie podía asegurar que un cuerpo estuviera realmente muerto.
-Al respecto, la historiadora Ruth Richardson escribió: “En un lugar secreto de nuestra mente racional siempre ha estado latente el temor de que la mutilación del cadáver podría tener algún tipo de implicación para el difunto”.