La enfermedad del dolor

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La enfermedad del dolor

Foto: Internet.

Desde hace diez años padezco artritis reumatoide, la enfermedad del dolor. Pocos saben qué significa. La mayoría piensa que es un achaque natural de viejos. Falso. Puede llegar en cualquier momento de la vida, así no más. En mi caso fue a los 22 años. Vino con un dolor intenso que se fue extendiendo por el cuerpo. Es difícil de describir porque no se parece a otros dolores, por muy agresivos que hayan sido. Un esguince en el cuello o una muela infectada pueden ser terribles, al igual que un mal de riñón o el estómago intoxicado. La diferencia con los dolores crónicos, es que estos no se disminuyen con el tiempo ni se alivian con un antibiótico o una extracción. La intensidad dura 24/7 por meses, lo que enloquece a cualquiera. No es terminal como otros padecimientos (por fortuna) y puede controlarse, pero vaya que las cosas cambian.

La semana pasada leí “Diario del dolor” de María Luisa Puga. En esta obra, la escritora mexicana cuenta cómo fue su vida en una fase avanzada de artritis reumatoide. La diagnosticaron en el año 2001, aunque los síntomas aparecieron desde 1985. Ese periodo doloroso, incómodo, no fue tan fatídico como el día en que le pusieron nombre a su mal. No imagino tantos años de cansancio, de analgésicos dañinos y pesadez. Aun así, Puga escribió sus novelas, viajó a los encuentros literarios, impartió talleres y ofreció conferencias. La artritis es una enfermedad autoinmune, en la que el cuerpo ataca por error las articulaciones sanas, causando dolor e inflamación. Si no se toma el tratamiento adecuado, avanzará hasta deformar los huesos y atrofiar los músculos. Esto le sucedió a María Luisa: pasó del bastón a la silla de ruedas. 

En su diario, la escritora conversa con este nuevo y permanente compañero, el Dolor. Lo pone así, con letra mayúscula como si fuera alguien y le habla de tú. Al igual que Julio Cortázar nos deja algunas “instrucciones” pero no como las famosas “Instrucciones para llorar” o “Instrucciones para subir una escalera”. Ahora son “Instrucciones para tender una cama cuando el cuerpo no te responde” o “para entrar en una alberca desde la silla de ruedas”. Lo más impresionante del libro, para mí, fue su tono sereno, sin dramatismo, tan fuerte que nos involucra en su mundo. A su “enemigo” le dice: “Tú también me puedes describir. El grado en que me volví un garabato feo. La manera en que el brazo derecho no se estira, o mis piernas no se abren. Así como yo hablo de tu permanente caspa en los hombros, tú puedes decir que mis hombros ya no se saben erguir, o que mi cuello no da para mirar atrás. Órale, Dolor, ¿amigos?”.

Siempre he admirado a los artistas que hablan de la enfermedad, que toman esa distancia de su tragedia personal para convertirla en una obra. Es un proceso difícil. Yo soy torpe para escribir de la artritis, nunca lo logro del todo. Me sale el melodrama digno de telenovela estelar. Mejor leamos a María Luisa, ganadora del Premio Xavier Villaurrutia, estupenda narradora, brillante con todo y dolor. Si a mí me cuesta teclear estas palabras por la rigidez de mis dedos, no entiendo cómo ella podía escribir a mano en su cuaderno antes de pasar todo en limpio a la computadora. 

“Diario del dolor” fue reeditado en la colección “Vindictas” de la UNAM, con el propósito de rescatar la escritura hecha por mujeres. Trae un prólogo de Brenda Navarro, quien nos introduce con certeza al universo de Puga. Con la lectura conoceremos a esa “cosa larga, inacabable, incambiable” que es el dolor, retratado por una de las grandes plumas de la literatura mexicana.