La educación y el confinamiento

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La educación y el confinamiento

La mayoría de los educadores han creído que “el proceso de aprender” sucede en la escuela, consecuentemente piensan que el aprendizaje es una responsabilidad exclusiva de los “profesores”. ¿Qué consecuencias ha tenido esta creencia tan errónea? La trágica irresponsabilidad tanto de la familia como de la comunidad.

Haga usted una encuesta entre sus familiares y personas cercanas acerca de si ellos se perciben como agentes de aprendizaje, de que es lo que enseñan y que es lo que les aprenden los niños y jóvenes con quienes conviven. Sin duda los sorprenderá con esas preguntas incómodas ya que la mayoría de ellos no creen que son los responsables del aprendizaje de sus hijos. Le responderán: “esa es una responsabilidad de los profesores y de la escuela”. No se desanime con estas respuestas evasivas, y haga la siguiente pregunta: ¿en qué crees que consiste tu responsabilidad de su aprendizaje? Se asombrará de sus respuestas. Le dirán, para salvar la cara en la mayoría de los casos: “yo los llevo todos los días a la escuela”, “yo les compro lo que necesitan”, “yo los castigo cuando sacan malas calificaciones”, y será usted muy afortunado si alguien le responde “yo les reviso las tareas todos los días”.

La “pandemia” y su exigido confinamiento está confrontando esta mentalidad y ha modificado no solamente las condiciones educativas, sino que está definiendo con más claridad las responsabilidades del proceso de educar. Los hogares ahora se han convertido en salones de clase con actividades diarias que antes se reducían a “hacer la tarea” y hoy incluyen la disciplina de un horario de seis horas continuas, tomar apuntes, responder exámenes, hacer las tareas y ejercicios didácticos, y tener un agente educativo personal que tiene que explicar y en ocasiones estudiar lo que le preguntan. 

Los padres de familia han asumido esta nueva función familiar como una obligación adicional a sus responsabilidades familiares. Siempre han tenido la idea de proveer lo necesario para el desarrollo de sus hijos. Y desde el nacimiento hasta la graduación han estado atentos y participantes en el proceso educativo con toda la inversión de tiempo, esfuerzo, preocupación y responsabilidad que implica. Y han ido aprendiendo a “ser padres” de nuevo, en cada etapa en que sus hijos cambian de edad y de ciclo de vida.

Algunos de ellos habían pensado que su responsabilidad educativa más importante era ser maestros de la vida para enseñar a sus hijos a vivir y desarrollar todo el potencial que incluye el ser persona. Pero la información y aprendizaje escolar no entraba en ese concepto.

El confinamiento en que viven las familias abre una oportunidad de ejercer con mayor amplitud su responsabilidad de educar. No se reduce solamente a resolver los retos de tareas y exámenes, sino de aportar su propia experiencia de vida, de los beneficios del estudiar, del aprender, de invertir su tiempo en lo que dará sus frutos en el futuro que ellos ya vivieron. La nueva tarea magisterial en casa de los padres, sobre todo incluirá la oportunidad de un dialogo receptivo, comprensivo de las dudas y sueños, y una aportación de ideas, luces y fracasos superados. Será un  nuevo modelo educativo que difícilmente se puede dar en las aulas tradicionales.