La defensa de los derechos de las mujeres: imperativo nacional

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La defensa de los derechos de las mujeres: imperativo nacional

Fue el cierre de las estancias infantiles. Cuando se tomó la disposición, un grupo de mujeres se dirigió a Palacio Nacional para pedir hablar con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. “Estamos seguras de que él no ha sido enterado”, dijeron, esperanzadas de que se diera marcha atrás en la decisión. No hubo tal. Estaba enterado y su argumento para el cierre se enfocó a la corrupción: había que desterrarla y rechazó la idea de analizar caso por caso para ver en dónde y cómo se estaría presentando.

Fue con el retiro de los tratamientos contra el cáncer que se daba a los niños, y se habló hasta de “presuntos padres de familia”, como declarándolos inexistentes y para, de nuevo, y como siempre, señalar adversarios y acusarlos de conservadores opositores al régimen bueno que se empeña en proclamar.

Fue, al principio del confinamiento, que López Obrador sugería que fuesen las mujeres las que se dedicaran al cuidado de los adultos mayores: “Es un hecho conocido que sobre todo las hijas cuidan a los padres”, dijo entrando en terrenos francos de la estigmatización y estereotipo; fue en esa época cuando también desestimó el nivel de violencia en contra de las mujeres debido precisamente al encierro y convivencia obligada en condiciones desiguales.

Y ahora es su defensa a la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por Morena. En el lenguaje coloquial que gusta emplear, propio de alguien que considera ejerce carisma sobre las personas pronunció su “Ya chole”, menospreciando con ello la enérgica demanda de grupos feministas, asociaciones y personajes de la vida pública exigiendo rompa el pacto con Salgado Macedonio.

Acusado de abuso y violación por cuatro mujeres, Salgado Macedonio ha logrado aun así un inexplicable respaldo popular en Guerrero, argumento que esgrime el presidente para darle él mismo su aval de manera decidida.

Uno de los cambios más importantes para México, en particular, y en el mundo en general, en las últimas décadas ha sido la conciencia de la defensa de los derechos de la mujer. A la conciencia una fuerza avasalladora trata de impedir su desarrollo y se ha convertido en una corriente en contra: abuso de poder y feminicidios.

En marzo del año 2020, poco antes del confinamiento nacional, las mujeres habían salido a las calles para manifestarse, y un día después, se quedaron en casa para hacerse notar.

No debe olvidarse la fuerza de este movimiento, y no debe subestimársele.

Todavía en los años noventa del siglo pasado, en trámites con empresas o instituciones financieras, tratar de adquirir un carro o de contratar un crédito hipotecario implicaba para una mujer, mayor de edad, contar con el aval de un hombre: padre, esposo, hermano. La línea del tiempo es muy corta, apenas tres décadas, pero los cambios habidos en materia de la defensa de los derechos para la mujer y para otros grupos, han registrado un importantísimo avance, que debiera haber sentado precedente fundamental. (Y vaya que, de mucho tiempo atrás, y de hecho, numerosas mujeres tanto en México como en el mundo entero se dedicaron esforzadamente a dar muestra de su fuerza y de su papel).

Es de gran importancia honrar la lucha que se ha dado para llegar a establecer en la vida mexicana el respeto a la vida, la integridad y la dignidad de las mujeres. Que no se dé el retroceso. Que en los discursos y en las acciones concretas sea el imperativo de los gobiernos y de los que formamos parte de este país que ya había dado pasos decisivos en este sentido.

Indispensable insistir en ello, que es en la defensa de los derechos humanos donde se da el auténtico asiento de una sociedad en transformación hacia la deseada vida civilizada en democracia.