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La cultura del periscopio en la civilización del espectáculo
“¿Qué es lo privado en nuestros días?”, cuestionaba Mario Vargas Llosa en su columna Piedra de Toque hace un lustro.
El peruano que recién había ganado el Nobel de Literatura identificaba entonces una “consecuencia involuntaria” de la revolución informática: “haber volatilizado las fronteras de lo público”. Y aquella desaparición de lo privado que a principios de 2011 advertía, en su opinión, “es una manifestación de barbarie”.
Y eso que aún no existía Periscope.
La cultura del periscopio en ‘la civilización del espectáculo’
El periscopio es un instrumento para observar desde una posición oculta, asociado tradicionalmente a los submarinos. Su función intrínseca lo define: no transparenta, sino espía desde otra dimensión.
Tomando su nombre como referencia, en 2015 apareció una aplicación para teléfonos celulares llamada “Periscope”. Se trata de una herramienta que, asociada a una cuenta de Twitter, permite grabar y transmitir video en tiempo real, y almacenar una copia para todo público durante 24 horas.
Como suele suceder cuando se trata de regular un bien intangible como Internet, los legisladores dan palos de ciego. Por ello hasta el momento no existe un ordenamiento legal en el País que reglamente su uso, dejando al libre arbitrio de los usuarios la captura, posesión y disposición final de datos personales. Como si el mundo de los smartphones conectados a internet perteneciese a una realidad alterna; no hay responsabilidades civiles.
Actualmente la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México prepara un “Protocolo para establecer lineamientos para uso de redes sociales y nuevas tecnologías para servidores públicos”, el cual proyectan votar durante el Segundo Periodo de Sesiones y, a partir de su aprobación, estará en condiciones de ser replicado por las entidades federativas que así lo deseen, pues no existe otro antecedente legal en México.
Sin embargo vivimos en una época donde nadie respeta la intimidad ajena. Recíprocamente nos lucimos exhibiendo nuestra vida privada y nos divertimos observando la ajena en redes sociales. En su ensayo “La Civilización del Espectáculo”, Vargas Llosa explica que “el avance de la tecnología audiovisual y los medios de comunicación, que sirve para contrarrestar los sistemas de censura y control en las sociedades autoritarias, debería haber perfeccionado la democracia e incentivado la participación en la vida pública”.
Pero ha tenido más bien el efecto contrario.
“En tanto que en las sociedades autoritarias es la política la que corrompe y degrada a la cultura, en las democracias modernas es la cultura –o eso que usurpa su nombre- la que corrompe y degrada a la política y los políticos”.
En este caso, la cultura del periscopio.
Periscope, y la supervisión de la moralidad pública
El epicentro nacional ha sido la Delegación Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México. Ahí, al grito de “vecino gandalla” y “vecino cochino”, la autoridad delegacional, apoyada en Periscope, ha iniciado operativos para cazar a infractores en flagrancia, justificando que no disponen de otros medios físicos para obligarlos a cumplir la ley, particularmente sobre uso de suelo y espacio público.
Y como Periscope admite comentarios e interacciones en tiempo real, el linchamiento virtual hacia los ciudadanos protagonistas de los videos es inevitable, y prácticamente generalizado. De tal forma se criminaliza y se viola la presunción de inocencia. Los juicios de carácter moral suplen a los reglamentos.
Ahora bien, ¿quién repara el daño al honor proveniente de la estigmatización social? Si bien el incidente acaba, en la memoria colectiva queda “Lady Cucaracha”, “Lady Chiles”, “Lady Escoba”, “Lady Basura”, “Lady Banqueta”.
¿El Gobierno tiene autoridad moral para exhibir a los ciudadanos que representa?, ¿cómo asegurarnos que no se trate de vendettas personales de funcionarios, si ellos no pueden asegurar por los medios tradicionales el cumplimiento de la ley?, ¿y si los destinatarios de las filmaciones han sido seleccionados discrecionalmente, con anterioridad?, ¿qué certezas tenemos?
Por lo demás, ¿alguien se ha percatado en lo mucho que se parecen dichas prácticas a la supervisión de la moralidad pública que revisaba El Censor en el Imperio Romano?
Vargas Llosa lo señaló con economía de palabras: “la raíz del fenómeno está en la cultura. Mejor dicho, en la banalización lúdica de la cultura imperante, en la que el valor supremo es ahora divertirse y divertir, por encima de toda otra forma de conocimiento o ideal”.
Una nueva gobernanza, ¿llegó para quedarse?
“Al compás de la cultura imperante, la política ha ido reemplazando cada vez más las ideas y los ideales, el debate intelectual y los programas, por la mera publicidad y las apariencias”.
La cita, nuevamente, es de Vargas Llosa. Y encaja con la nueva gobernanza que se pretende imponer en la Delegación del Distrito Federal que ha propiciado el debate: Miguel Hidalgo.
Xóchitl Gálvez, la delegada en cuestión, esgrimió hace unos días un argumento a propósito de la polémica y las escaramuzas que ha generado el Periscope entre distintos órdenes de gobierno: “no es posible gobernar con una herramienta del Siglo 20, cuando estamos en el Siglo 21” (Milenio 06/03/16).
Como si la evolución social siguiera la misma suerte de la evolución tecnológica. Craso error. No hemos avanzado estadios anteriores para pretender dar saltos europeístas.
Periscope no es infalible. Aunque no permite edición o censura, cualidad que utilizan sus promotores para justificarlo, capta mientras transmite solamente 90 de 360 grados totales. Es decir, sigue la suerte y las limitaciones de quien sostiene el teléfono. Más obvio: ¿dónde queda la transparencia cuando apagan el aparatito?, ¿qué pasa las restantes horas del día en que no hay transmisión?
¿De verdad eso entiende la Delegación por “Gobierno Abierto”?, ¿eso debemos entender?
El uso de nuevas tecnologías es, en todo caso, una manera de legitimarse como autoridad ante una sociedad insatisfecha de venganza. Y es, así mismo, la retórica de un Gobierno impotente. Atado de manos. Al menos eso transmite Xóchitl Gálvez cuando declara que sólo con Periscope “ha logrado vencer los dictados de la ley de la jungla”.
“Es algo que ya está y se va a seguir usando; llegó para quedarse”, advierte. En otras latitudes, mientras tanto, ha sido prohibido por el COI para los Juegos Olímpicos de Río, y por la UEFA para la Eurocopa. Ambas competiciones en 2016.
No obstante, “en la civilización del espectáculo, por desgracia, la influencia que ejerce la cultura sobre la política, en vez de exigirle mantener ciertos estándares de excelencia e integridad, contribuye a deteriorarla moral y cívicamente, estimulando lo que pueda haber en ella de peor”, remata Vargas Llosa.
Quemones en Facebook: total desconfianza en la impartición de justicia
Cada uno conoce y por tanto puede citar un ejemplo regional de denostación pública en redes sociales. En Facebook hace algún tiempo fue popular una página llamada “Quemones Monclova”. El espacio permaneció abierto a todo público y cualquier usuario podía publicar en él sin restricciones. Ahí exhibían quejas, casos, denuncias, ciertas o no, de conflictos entre particulares de aquella región desde un enfoque visceral y vengativo.
Más allá de la desmoralización, de las leidis y los yentelmans, el fenómeno evidencia una desconfianza total en la impartición de justicia. Desprecio. Quemar en Facebook es un paso al costado. Una alternativa metalegal, por decirlo de alguna manera.
Pregúntese usted: ¿a quién beneficia esa desconfianza en un sistema legal?
Así, sin darnos cuenta, avanzamos hacia un punto tenebroso: acostumbrarnos a vaciar nuestra ira (resultante de cualquier situación incómoda), no por las vías civiles (tal vez una queja en PROFECO o una querella en el Ministerio Público) sino grabándolo con el celular y difundiéndolo pública e inmediatamente.
Las personas ya no acuden a un Notario para que de fe, sino al Periscope. Y lo peor de todo: desde el anonimato, o utilizando perfiles falsos.
¿Estamos seguros que se trata de evolución, y no de involución?
Esperar a que caiga el espectacular… para ganar like’s en redes sociales
Fue popular y acaba de suceder en un punto de Metepec, Estado de México. Un comensal, detrás de una cristalera y desde la comodidad de una cafetería, grabó el momento en que un anuncio espectacular era azotado por las ráfagas de viento hasta el punto de derribarlo y caer encima de los vehículos que circulaban alrededor.
Tal vez usted recuerde la escena: el espectador enfoca todo el tiempo el soporte oscilante, con el olfato periodístico de quien sabe ocurrirá una desgracia. Ansía que suceda. Hay al menos 20 segundos entre el inicio de la grabación y la caída. Pero no hay una pizca de deber cívico en su video. Tampoco sale de su zona de confort a detener la circulación por un apremiante caso de fuerza mayor, a pesar de que estaba sólo a unos pasos.
Nadie está obligado a lo imposible ni a ser un héroe, es verdad. Inclusive hay jurisprudencia al respecto. Pero mueve a reflexión que, como cualquier persona con actividad en redes sociales, haya difundido las imágenes antes que prestar auxilio a los automovilistas atrapados bajo el armatoste, y se haya convertido por esa tarde en la estrella del internet.
Cuestión de prioridades.
Violencia innecesaria; se vulneran derechos humanos: CDHDF
A fin de no mostrar debilidad a los cuestionamientos de sus detractores, arropado con una supuesta aceptación popular en el mundo digital, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, Ricardo Anaya, respaldó a través de un comunicado de prensa “la estrategia de Xóchitl Gálvez contra el abuso y la impunidad” el pasado 28 de febrero.
En el mismo documento el Partido Acción Nacional hizo un llamamiento a los gobiernos locales “a replicar” dicha herramienta como política pública: “denunciar a los infractores de la ley a través de Periscope cuenta con todo nuestro apoyo y respaldo, porque estamos a favor de la transparencia y en contra del tráfico de influencias”.
Sin embargo la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal intercedió a raíz de tres quejas contra la Delegación Miguel Hidalgo por “actos presuntamente violatorios de los derechos humanos a la seguridad jurídica, a la honra y la protección de la imagen”.
A través del boletín de prensa 031/2016 menciona que “si bien algunas de las conductas que se atribuyen a personas son socialmente reprochables y constituyen una infracción cuya sanción se encuentra debidamente establecida en la normatividad, también es importante asentar que con la utilización de la aplicación Periscope se expone a las personas a quienes se exhibe, a una violencia innecesaria que se constituye en una sanción adicional no prevista en ninguna ley o normatividad, por lo que se vulneran derechos humanos”.
Poco más que agregar.
Volver a los azotes en la plaza pública, como hace 200 años
Exhibir a otros en Facebook es el culmen de las prácticas punitivas en nuestros días. Y Periscope apunta para seguir su ejemplo, pero en tiempo real y sin ediciones. En opinión de sus entusiastas adeptos, se trata de una lección eficaz. Para que no se repita.
Un caso paradigmático es la Coparmex del DF, quien se pronunció por “más transmisiones vía Periscope que exhiban lo malo que como sociedad hacemos en todas las delegaciones (16) de la capital del País; necesitamos ponerle rostro, nombre y apellido a aquellos que están afectando a la ciudad, corrompiendo el pacto de convivencia y paz”.
Quieren que corra sangre, pues.
Sin embargo esa ejemplaridad es falsa. No persigue la cima en una escala de valores, ni repara el daño, ni alecciona al incívico. Sencillamente no se puede remediar una conducta antisocial con otra conducta antisocial.
Si a lo único que temen las personas en la actualidad es a la exhibición pública en redes sociales, sin afán de ser agorero del desastre, vamos camino a los azotes en la plaza pública que tenían el mismo fin. Con un pequeño detalle: que fueron proscritos hace 200 años.