La cultura de felicidad como reto empresarial
Usted está aquí
La cultura de felicidad como reto empresarial
Por: María del Carmen Bernal González
Una de las iniciativas que algunas organizaciones han implementado es la figura del director de felicidad, cuyo objetivo es generar una cultura de optimismo y un ambiente de colaboración entre el personal de la organización.
Sin embargo, la cultura de la felicidad no debe recaer en una sola persona, debe ser un estado continuo dentro de la organización.
Está comprobado que mientras más satisfecho y pleno esté el personal, mejor va a trabajar.
Una lectura que vislumbra al ser humano de una manera integral y pretende una profunda comprensión del colaborador desde una perspectiva alineada a la naturaleza humana y la familia.
En este contexto, interviene la cultura, conformada por valores, tradiciones, comportamientos y es irradiada principalmente por los líderes de las compañías. En la medida en que las empresas cuenten con directivos más plenos profesionalmente y cuya labor sea desempeñada con pasión, convencimiento, colaboración y apertura, su quehacer detonará una cultura de felicidad.
Sin embargo, para poder generarla se requiere de la modificación de una mentalidad negativa, dirigida al conflicto y la crisis.
Es crucial que el líder de la empresa brinde una mayor flexibilidad, una apertura de pensamiento y corazón. Si esto se aplica, cualquier director puede aspirar a ser un director de felicidad.
Los directivos deben tener muy claro el objetivo de lograr una cultura de felicidad. El punto de partida es la creación de un ambiente mucho más amigable, que permita que cada persona se sienta bien, contenta, lo cual, indudablemente, proporcionará bienestar a la organización.
¿Qué acciones llevar a cabo al interior de las empresas para generar esta cultura de felicidad?
1. Dejar atrás los prejuicios y estereotipos. Creer que la cultura de felicidad es convertir a la firma en Disneylandia no permitirá detonar el cambio al interior de la empresa.
2. Integración vida-trabajo. Si se desea que el colaborador se comprometa y sea productivo y efectivo, debe tomarse en cuenta que posee también vida social, familiar y personal.
No se trata de que el personal deje de esforzarse y de trabajar bajo presión, sino que pueda adquirir ese sentido de satisfacción que le impulse a trabajar de forma productiva.
Por otro lado, la cultura de la felicidad no es sólo un tema de productividad, sino también de ahorro, ya que las empresas que han incorporado este tipo de cultura no sufren de tantas pérdidas de talento.
Adoptar una cultura de felicidad suma importantes beneficios para las empresas:
1. Atraen el mejor talento.
2. Mejora de desempeño. El personal estará más alineado a la búsqueda de resultados. Hay menos ausentismo y más compromiso con la empresa.
3. Una mejor imagen pública ante sus clientes y competidores.
Es común que se critique a las empresas que dan horarios flexibles, a aquellas que poseen salas de diversión y lugares para dormir la siesta. Sin embargo, el bienestar integral es un factor decisivo en la productividad y efectividad de las organizaciones.
Hoy, el talento joven elige la empresa en donde desea trabajar y no al contrario. Si se desea el mejor talento, es preciso ofrecer las mejores condiciones.
La autora es directora del Centro de Investigación
de la Mujer en la Alta Dirección
(CIMAD) de IPADE Business School