La crisis de la percepción
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La crisis de la percepción
Cuando existe el predominio de la imaginación, sobre la lógica y del deseo, sobre la razón, una misma cosa se percibe diferente, obteniendo como resultado dos percepciones distintas. Esto sucede cuando el pensamiento es irreflexivo y está despojado de toda referencia de lo real. La actual crisis económica y de seguridad, la pérdida de valores y calidad de vida, el agotamiento de los recursos naturales y el cambio climático, son distintas facetas de la misma crisis: una crisis de percepción.
El reto actual es definir la percepción de las cosas. No es posible que en el Siglo 21 altamente desarrollado tecnológicamente, existan países que viven en condiciones deplorables en cuanto a calidad de vida. Países olvidados por las naciones poderosas y que además han explotado los recursos naturales de aquellas, predominando el materialismo sobre lo espiritual y racional. Eso ha provocado severos daños al planeta, ocasionado en su mayor parte por la ambición de grandes consorcios.
Actualmente los hidrocarburos se han convertido en prioridad y moneda de cambio entre el desarrollo y la vida. Cuando se actúa de manera lineal y unipersonal, surge un desequilibrio entre lo material y lo espiritual. En la reunión de Río en 1992, más de 187 países se comprometieron a reducir la brecha entre países ricos y pobres, y no se ha hecho realidad. Lo mismo ha pasado en países que tienen la misma situación de disparidad entre sus habitantes ricos y pobres. Cada vez existen menos personas con mayor riqueza y más personas en pobreza. México no es la excepción. Es difícil entender que siendo una de las economías más fuertes del planeta, tengamos más de la mitad de la población en pobreza.
Cuesta también entender, cómo muchos de nosotros practicamos una especie de negación de las grandes crisis actuales: de valores, de calidad de vida y cambio climático. Nos preocupa por un instante lo que vemos y luego miramos a otro lado. O convertimos lo que vemos en una cortina de humo y lo dejamos pasar desapercibido.
Es común que políticos y empresarios, académicos y profesionales, interpreten la información distorsionándola, para justificar su beneficio personal y material, tratando de influir sobre la percepción de los demás. Un caso entre muchos es el fracking. Quienes lo promueven niegan sistemáticamente el daño que esta técnica causa a la salud y a los ecosistemas, anteponiendo los beneficios económicos. Otro caso, paradójico, es pensar en construir un teleférico en la ciudad de Saltillo, existiendo tantos problemas y necesidades que requieren atención inmediata. Igualmente es el caso de Agsal, empresa que ha violado desde la constitución federal, leyes y reglamentos, lo cual ha sido denunciado por años, sin que ninguna autoridad se haya atrevido a ponerle un alto y obligarla a cumplir con la legislación. Su actitud ha dañado a miles de saltillenses, pero las autoridades están deslumbradas con los españoles.
Cuando el pensamiento es irreflexivo y está despojado de toda referencia de lo real y no se tienen en cuenta ni la información existente, ni las opiniones y sentimientos de los demás, en especial de los que pueden verse afectados en forma negativa por un proyecto –llámese fracking o teleférico, Agsal o cualquiera otro–, se puede caer en lo absurdo, lo ilógico, lo paradójico y lo caótico.
Mi impresión es que nuestro problema de percepción tiene mucho menos que ver con la razón que con la ambición del ser humano y más concretamente, influye en que pueda haber variaciones en quien lo ejerce; variaciones que alejen ese poder de los intereses del gran capital y lo acerquen a las comunidades humanas, lo que, a su vez, depende de que el inmenso número de personas desfavorecidas por el sistema actual puedan construir una fuerza social suficientemente decidida y diversa como para cambiar el equilibrio de poder.
Son esas adaptaciones las que más me preocupan. A menos que nuestra cultura experimente un viraje fundamental en cuanto a los valores por los que se rige, ¿cómo pensamos realmente que “adaptaremos” a las personas que se queden sin trabajo? ¿Cómo trataremos a los dañados por el fracking? ¿Cómo afrontaremos el hecho de que el agua se agote en la región sureste del estado, cuando se empeñan en seguir trayendo más empresas? Con el tiempo conoceremos las respuestas, porque el proceso ya está en marcha.