La consulta sobre el aeropuerto: una historia previsible
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La consulta sobre el aeropuerto: una historia previsible
Apenas al arrancar ayer la consulta impulsada por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, para preguntar a los ciudadanos sobre las dos alternativas del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el ambiente se vio inundado de información relativa a las deficiencias metodológicas y operativas del ejercicio.
Las redes sociales, por su parte, se vieron colmadas con ejemplos de personas que demostraban, mediante videos grabados en las “casillas de votación”, cómo era sumamente fácil votar más de una vez debido a la inexistencia de medidas de seguridad mínimas para evitar este tipo de “anomalías”.
A nivel local, VANGUARDIA realizó el mismo ejercicio y pudo comprobar que votar en múltiples ocasiones no solamente era posible sino sumamente sencillo. Lo anterior, pese a que los organizadores de la consulta aseguraron que habían corregido “las fallas” del sistema de cómputo utilizado para evitar la duplicidad de votos.
El hecho, sin embargo, fue minimizado por el futuro mandatario quien aseguró confiar en el ejercicio, porque “está muy bien la consulta” y solamente “los corruptos no quieren la consulta” y buscarían que se anule.
Con independencia de la veracidad de los señalamientos que se realizaron a lo largo de todo el día de ayer, mismos que retratan a la consulta impulsada por López Obrador como un ejercicio que no puede ser tomado en serio debido a sus múltiples fallas, algo que debe tenerse claro es que nadie puede sorprenderse porque las cosas hayan ocurrido de esta forma.
Y esto es así, porque las fallas metodológicas, organizativas y logísticas del ejercicio eran absolutamente previsibles desde el momento mismo en que se confirmó su realización en estas fechas. Lo insólito, en todo caso, habría sido que el arranque de la consulta hubiera implicado un despliegue de rigor que resultara, ése sí, absolutamente inesperado.
A partir de esta observación debe entenderse la naturaleza del ejercicio: se trata de un acto político más de un Presidente electo que no ha dejado de estar en campaña y que se las ingenia para mantener el entusiasmo de sus votantes de cara a la cada vez más cercana asunción del poder.
En este sentido, la “consulta” que se hace a los ciudadanos no tiene tanto el propósito de que sea la voz del pueblo la que mande en la toma de la decisión, sino más bien de ir fijando un estilo de comunicación con la base electoral que le llevó al poder y que le ayudará a justificar decisiones en el futuro próximo.
Desde esta perspectiva, el rigor metodológico para determinar en dónde se ubican las mesas de votación, cuántas “boletas” se colocan en cada una de ellas, quienes sí –y quienes no– pueden manifestar su opinión en el ejercicio, o la forma en la cual se cuentan los “votos”, son cuestiones absolutamente irrelevantes.
López Obrador se está comunicando con sus votantes y está haciendo política, no un ejercicio estadístico que demande bases científicas para justificar su validez. Y mientras los críticos del futuro Presidente sigan perdiendo de vista este aspecto, seguirán errando al lanzarle dardos a un adversario que no necesita rigor metodológico para ganarles la apuesta.