La conexión del Saltillo viejo y el nuevo

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La conexión del Saltillo viejo y el nuevo

A 68 años de su inauguración, el viejo puente a desnivel que une el bulevar Venustiano Carranza con la calle de Allende está siendo remodelado por el Municipio. La imagen que presenta el rediseño, hasta ahora, es sobria y elegante. Bien por el gobierno municipal que decidió remozar un pedazo tan entrañable de la ciudad: el fragmento que conecta el Saltillo nuevo con el Saltillo viejo.

El paso a desnivel guarda magia singular: el ingreso desde el Saltillo nuevo va escondiendo la imagen de esa ciudad en el descenso para perderla totalmente en el tramo de mayor depresión, y en la pendiente del ascenso van apareciendo retazos de una ciudad diferente, la del Saltillo que se niega a morir. El viejo puente de la calle de Allende es una invitación al visitante para conocer la parte antigua de la ciudad, y a los saltillenses para no olvidarla. En eso radica lo entrañable del puente, y en el recuerdo de las risas de nuestros hijos y sus manos que intentaban alcanzar el techo del automóvil en el momento de sonar el claxon al trasponer la techumbre del puente.

Al anunciar los trabajos de remodelación, el Ayuntamiento se refirió al “paso inferior vehicular”. Los estudios para su construcción hablaban de “un puente bajo de la calle de Allende”. En sus primeros tiempos se conocía como “el paso bajo nivel”, y después con la simple expresión “el puente”, que a nadie ofrecía dificultades de ubicación o localización. Había razones poderosas para darle uno u otro nombre. El primero llevaba en el sustantivo “paso” los beneficios que su construcción trajo a la ciudad: abrir camino, dar paso a los vehículos que entraban y salían de y hacia el norte, así como al tránsito local que movían instituciones como el Ateneo Fuente, el Tecnológico de Saltillo y el entonces recién estrenado edificio del Colegio Saltillense, hoy Colegio La Paz, y algunas casas y negocios que ya se levantaban en los terrenos de la colonia República. La expresión “el puente” obedecía a la simple razón de que era el único de su clase en toda la ciudad.

La razón para construirlo fue la interrupción obligada y frecuente del tráfico vehicular y peatonal por los trenes que entraban y salían de la estación de Ferrocarriles Nacionales de México y las largas filas de vagones que permanecían estacionados en sus patios. Cruzar las vías llevaba en ocasiones una larga espera de tiempo y frecuentemente provocaba accidentes. Construido el puente, el tráfico vehicular fluía libremente por abajo y el ferrocarril siguió utilizando sin impedimento sus vías, levantadas unas dos décadas después para convertir su espacio en el bulevar Coss.

Su construcción inició en 1952, y el 26 de marzo de 1953 fue inaugurado por el presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines y el gobernador de Coahuila Román Cepeda. Ese día se develó una placa y la prensa local lo calificó: “el Paso Bajo Nivel, obra que constituye un paso más de progreso para la capital coahuilense”.

El ingeniero Pablo Cuéllar diseñó el proyecto y supervisó su construcción, y lo hizo tan bien que el puente jamás se ha inundado, muy a pesar de algunas personas que por su pronunciada inclinación predecían que la primera lluvia fuerte lo convertiría en alberca. Las exigencias de la movilidad en la ciudad obligaron a suprimir las banquetas para peatones a fin de aumentar el número de carriles del tráfico vehicular. Su techumbre original se amplió al doble para construir sobre ella la plaza del Congreso. Posteriormente se le adhirió otro tramo para vuelta en “U” del bulevar Carranza. Más de la mitad de su vida lució su ornamentación original con sus barandales laterales de concreto, después se sustituyeron por jardineras cuyas plantas no se dieron, posiblemente por falta de riego. Hoy se le da una imagen más acorde con el edificio de cantera y la plaza del Congreso, construida sobre su techumbre. Ojalá también se remocen las construcciones laterales, por lo menos en la pintura y color de sus fachadas.