La condición humana
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La condición humana
Dentro de la realidad que vivimos en México no podemos permitirnos la indiferencia ante la calamidad y el dolor de los demás, por lo que debemos luchar por la construcción de una nación y una ciudad cada vez mejores. Por eso y más tenemos que defendernos como ciudadanos. La realidad nacional ha estado dominada por las injusticias de un capitalismo que sólo distingue entre poderosos y débiles –para la explotación de los segundos– y nos presenta el debate entre los vendedores de la patria y los salvadores de la nación, no cabe ningún punto intermedio o gradual.
El sistema “PRIPAN-centrista” condujo a la sociedad a un proceso de deshumanización, que inició con el asesinato de la persona jurídica, es decir, la pérdida de su “derecho a tener derechos”. Posteriormente se llevó a cabo el asesinato de la persona moral, cuando a los individuos ya no les importó ser responsables, pues sólo cumplen órdenes, nulificando su proceso de pensamiento y juicio, y es el sistema el que piensa y juzga por ellos. Posteriormente se llega a la destrucción de la individualidad y de la personalidad, consistiendo en la deshumanización de las personas, reducidas a algo realmente superfluo.
Lo auténticamente humano implica libertad, originalidad, pluralidad y esto es totalmente imposible en las fábricas de la enajenación. Y no sólo el espacio político se ve trastocado con el surgimiento de este movimiento, sino que también la esfera privada de los sujetos sufre sus consecuencias al quedar aislada ante un terror y una violencia sin precedentes.
En la burocracia, el funcionario no es más que el elemento de un engranaje que alguien mueve desde fuera. No es el individuo quien actúa, sino el sistema. Por eso el individuo no se siente responsable de lo que hace. Esa monstruosa máquina de masacre administrativa, ese mundo carente de sentido, ha funcionado a la perfección gracias a la participación directa de una franja de personas empleados del sistema y a la enajenación de un pueblo entero.
En el caso paradigmático de Aguas de Saltillo, durante casi 17 años, ciudadanos y grupos organizados han denunciado por múltiples ocasiones las violaciones comprobadas a las leyes, normas, contratos y convenios. Sin embargo siempre ha existido un guardián (el alcalde en turno) que con evasivas y mentiras la defiende del hombre común que desea conocer la verdad, dando a entender que hay otros guardianes que son aún más poderosos que él.
En la pasada sesión de cabildo se presentó la propuesta de que se lleve a cabo una auditoría técnica y administrativa a Aguas de Saltillo. Como antecedente –que se mencionó en la misma sesión–, en el año 2003, la Auditoría Superior del Estado había realizado una auditoría que detectó varias irregularidades serias. En esta ocasión, por votación casi unánime (el único voto en contra fue el mío), se decidió enviar la propuesta a la Comisión de Transparencia para su revisión. Esto prácticamente implica un no rotundo a que se abra la puerta de la verdad de la empresa. Los regidores no tomaron una decisión a conciencia, sólo cumplieron órdenes, nulificando el proceso de pensamiento y juicio, pues es el sistema el que piensa y juzga por ellos. Por eso, ante la ley, nos encontramos en el paradigma kafkiano de la petición de acceso a la verdad, hallando la negativa a aquello a lo que se tiene derecho. ¿De quién recibirá ordenes el guardián? Llegará el momento en que la ética, la moral, la legalidad y el estado de derecho sean realidad. Sólo faltan meses. Afortunadamente el partido hegemónico ha llegado a su decadencia final y está dando sus últimos estertores.