La complejidad

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La complejidad

¿Qué es la complejidad? Es tu peor enemiga. Es la enemiga de todos. Es una enemiga a nivel global. Y lo peor de todo es que crece y se reproduce como la peor plaga imaginable.

La complejidad ha sido estudiada científicamente, por ejemplo en el Instituto Santa Fe de Nuevo México. Es como un fantasma que aparece de pronto y el cual desde hace mucho tiempo llegó para quedarse a burlarse de todos nosotros en cada momento.

La complejidad crece exponencialmente en todas direcciones. Es como el Big-Bang y el universo, en constante expansión. Hace doscientos años, el mundo caminaba lentamente a pesar de la revolución industrial. A partir de la revolución de las computadoras, la complejidad tomó vida propia y ya nadie la puede domesticar.

Para los negocios es como la calaca. La complejidad genera más quiebras y desapariciones de empresas que la estupidez humana, precisamente porque a los tontos los hace talco o pomada y a los listos los vuelve locos.

Un día tu negocio en la cima del mundo, y al otro día un invento de un tipo trabajando en un garage te desplaza y no sólo te roba el negocio, sino desaparece tus posibles fuentes de empleo.

Por ejemplo, la complejidad es la que impide que se pueda pronosticar el clima. Una pequeña diferencia inicial se puede traducir en una gran diferencia que nadie pudo prever. Por esta razón le pueden dar todos los premios y distinciones imaginables a Greta Thunberg, pero ni ella ni centenas de científicos especialistas han podido producir un modelo que demuestre que los humanos somos los autores de supuesto cambio climático.

Decir que un sistema es complejo es decir que no se pueden establecer relaciones causa efectos entre tantas y tantas partes conectadas simultáneamente y con cientos de relaciones de interdependencia. El cuerpo humano es otro ejemplo de complejidad.

Otro campeón de la complejidad es el cerebro humano. Por más máquinas que se han inventado para ver cómo funciona, son las más de 50 mil millones de neuronas y las miles de conexiones entre ellas lo que genera la frase aquélla de que cada cabeza es un mundo. Si no te entiendes a ti mismo, olvídate de entender a López Obrador.

Complejidad es sinónima de muchas variables interconectadas entre sí, todas influyendo de maneras misteriosas en todas las demás. Piensen en la cantidad de chismes que se intercambian diariamente en redes sociales. Ni cómo llevar la cuenta. La complejidad garantiza la generación de novedad constante. Y así se envicia la gente.

La complejidad está matando también a los medios de comunicación. La razón es sencilla. La vida es mucho más compleja que lo que un medio puede alcanzar a explicar. Por ejemplo, el Caso Trump tiene dos narrativas totalmente distintas y cualquiera de las dos parece plausible. ¿Qué hacen los medios al respecto? Mantienen la confusión; y al público interesado con la parte escandalosa o llamativa. Se va y se queda. Captar la verdad al cien por ciento es imposible. No hay suficiente “ancho de banda.”

La complejidad es lo que hace que el TLC se proponga una cosa y resulte otra veinticinco años más tarde. También impidió que los banqueros entendieran la crisis de 2008.

Un lugar donde la complejidad nos pega mucho muy fuerte es en materia de seguridad. Si es difícil de por sí, identificar y localizar a los criminales, el problema se multiplica en el momento en que los policías cambian de bando y son reclutados por las organizaciones criminales.

En el gobierno, ni se diga. Viejas estructuras de principios del siglo pasado tratando de vencer a la complejidad del 2020 es una gran utopía. Para ello necesitamos primero que nada que los gobernantes conozcan un poco más de las trampas constantes que les tiende la complejidad. Y luego falta que las quieran superar.

El antídoto contra la complejidad es la organización, el orden, la transparencia total. Con este lente y estos recursos podemos al menos saber qué tan extraviados estamos. Mientras la complejidad no sea tema de discusión en las altas esferas de gobierno, México seguirá navegando sin rumbo en un mar de confusión.

javierlivas@infinitummail.com