La CNDH al ritmo de ‘La Boa’
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La CNDH al ritmo de ‘La Boa’
En este País hay burocracias y activistas de los derechos humanos que se han apropiado del concepto para construir una doctrina dogmática y repetitiva. Y en verdad causa desconfianza tanto “biempensante” del humanismo tarifado. Porque su constante mención de los derechos humanos ha contaminado un concepto fundamental. Lo han manoseado y ensalivado hasta el hartazgo. Asimismo lo han trivializado al extremo de la chunga. Hoy se violan más los derechos humanos que cuando ni siquiera se hacía mención de los mismos. Ya forman parte de la demagogia oficial. Del populismo ramplón.
Y resulta muy preocupante que en estos tiempos de violencia extrema, cuando la capacidad de destruir vidas no tiene contención alguna, personas sin escrúpulos se dediquen a chotear y desvalorizar el espíritu de los derechos humanos, ostentándose como almas grandes del humanismo cuando en realidad no creen en tales derechos, ni los respetan, ni los defienden, sino todo lo contrario, es vulgar vedetismo para lucimiento personal, degradando el papel del ombudsman.
Y es que la farsa humanista de burócratas y falsos activistas lo único que han logrado es exactamente lo que Hannah Arendt consignó como una patología decadente, después de asistir como periodista al juicio de Adolf Eichmann, el más despiadado asesino nazi del Holocausto: la terrible banalización del mal.
Y eso está pasando en nuestro País con el activismo de múltiples instancias burocráticas en todos los niveles de Gobierno y de colectivos subvencionados, cuyo logro principal ha sido beneficiar a criminales peligrosos y poner contra la pared a policías, soldados y marinos que son atacados, insultados y vejados sin posibilidad de reacción en su defensa.
La banalización del mal hace que difícilmente nos sorprenda la forma más maligna y destructiva del instinto humano: quemar vivos a niños y mujeres indefensos de LeBaron. Jugar fútbol con cabezas de humanos decapitados. Colocar los cadáveres de ejecutados en posiciones grotescas y ridículas. Cabezas humanas en hieleras dejadas en las escuelas. Cosas jamás vistas durante el exterminio nazi.
Y mientras la perversidad humana es el horror de cada día, la CNDH hace chunga de los derechos humanos al ritmo de “La Boa”, como si las víctimas o sus familiares estuvieran en el ánimo de estar bailando, sin sentir una convulsión de asco y justa indignación.
Trivializar algo tan serio y delicado es el arroz amargo de todos los días. Aquí y ahora es la banalización del mal. Y una peregrina diputada ahora nos jode con la idea de que ya no se debe decir “ombudsman” sino “ombudsperson”, otra huevonada más de la burocracia biempensante de los derechos humanos. La que cuesta miles de millones en todo el País.
Sólo resta decir que el artículo “Yo soy AIDH” de Irene Spigno, la nueva directora de la Academia Interamericana de Derechos Humanos, da mucho para comentar. Ahí se duele de intrigas, envidias y mezquindades. Qué difícil será que la AIDH sea un espacio humanista, libre e independiente. Facciones de Jurisprudencia, rectoría y del Gobierno se lo impedirán. Ánimo, señora Spigno, usted lo puede lograr.