‘La Chica Danesa’

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‘La Chica Danesa’

Bien lo dijo hace muchos años el gran físico alemán Albert Einstein: ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

La película “La Chica Danesa” que dirige el cineasta inglés Tom Hooper, está inspirada en una historia real y trágica como la vida misma. El filme se sitúa en Copenhague y narra la historia del pintor Einar Wegener casado con Gerda Wegener, también pintora. Ella utilizaba a su marido como modelo posando como mujer para sus cuadros y fue así que nació Lilly Elbe, un ser humano que desafió los convencionalismos de su época en una sociedad europea que vivía los albores de la comprensión humana del sexo y el género.

Pero Einar Wegener sufría y la causa era simple: Estaba seguro de que era una mujer y que había nacido en un cuerpo equivocado. Eso lo llevó a empujar los límites de la ciencia médica para convertirse en una de las primeras mujeres transgénero del mundo. Pero ¿a qué costo?: Su propia muerte. La transformación de Einar en Lily, provocó el rechazo de órganos meses después de la operación de cambio de sexo en 1931. No existía la Ciclosporina, medicamento que previene el rechazo de órganos trasplantados y que fue utilizado por primera vez en 1980, casi 50 años después de su muerte.

Luego de 85 años de la operación, los avances de la ciencia médica son notables y hoy día, esa clase de procedimientos aunque riesgosos, son rutinarios. Pero lo que ha avanzado muy poco y en ciertos lugares incluso ha retrocedido, es el rechazo de buena parte de la sociedad hacia la homosexualidad. Una preferencia que durante siglos fue una abominación y luego una enfermedad. El propio Wegener fue diagnosticado como esquizofrénico pues hasta ese momento, la homosexualidad era considerada como un trastorno mental, una alteración de la conducta. 

La antropología documentó que milenios antes de eso, antiguas civilizaciones como griegos, romanos y sumerios, aceptaban o toleraban la homosexualidad. Esto cambió en forma drástica en la edad media, época en que las religiones como el cristianismo y el islamismo iniciaron la larga noche, un periodo oscuro en donde se les persiguía y trataba como herejes, y tener preferencias sexuales distintas se convirtió en pecado, enfermedad y hasta delito. Apenas el 17 de Mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud decidió que no se trataba de una enfermedad, desorden o perversión alguna.

Esa persecución, ese rechazo lo vivieron muchas de las más grandes mentes creadoras de la historia: el científico inglés Alan Turing, grandes pintores y escultores como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, escritores de la talla de Moliere, André Gide, Federico García Lorca, Virginia Woolf, Oscar Wilde, Gabriela Mistral, Arthur C. Clarke, Truman Capote y Jacinto Benavente entre muchos otros.

Así que si estas mentes brillantes vivieron la persecución, los prejuicios y los señalamientos, qué podrían esperar personas comunes cuyo “gran pecado” fue tener preferencias sexuales distintas a los estereotipos impuestos por dogmas enraizados por siglos. Y es que por ahí siguen rondando individuos como el sacerdote católico, Carlos Aguilera Sánchez, de Piedras Negras, Coahuila que dice cura la homosexualidad en niños y niñas con chochitos a alta potencia, sí, leyó bien con medicina homeópata, una quimera, una pseudociencia. 

El hombre, asegura que ha logrado que un centenar de menores sean normales. “Curo a niños delicaditos, medio amaneraditos o niñas con tendencias de lesbianas. Siempre y cuando, advierte, realmente él o ella desee cambiar y ser una persona normal, porque Dios creó al hombre y a mujer para que se unieran en matrimonio y no a quienes son del mismo sexo” A quienes no están de acuerdo con lo que afirma, les recomienda leer en la Biblia La Carta de los Romanos y el Libro de la Sabiduría. 

“La Chica Danesa”, además de ser una cinta extraordinaria, es también un recordatorio de que la lucha en contra de la homofobia y a favor de los derechos de los homosexuales y la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual y Transexual apenas empieza. Que a pesar de los avances de la ciencia, la tecnología y los derechos humanos, buena parte de la sociedad se resiste al uso de la razón y la discriminación persiste. 

Bien lo dijo hace muchos años el gran físico alemán Albert Einstein: ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

@marcosduran