La ceremonia del té ½
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La ceremonia del té ½
Salpicón
Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo. De lo que carecemos, por lo general, lo encontramos desinteresadamente en el otro, en aquel ser humano el cual se brinda pleno sin pedir nada a cambio. El lugar común se sigue cumpliendo pleno, puntual y a la letra: no escogemos a la familia, la asigna Dios; pero si elegimos a quien va a caminar con nosotros toda la vida, codo con codo, en el campo de batalla: los amigos.
Hace poco y merced a la deferencia la cual me tiene una querida amiga, me he venido aficionando al té. Mira, me dijo, mientras preparaba una infusión aromática de yerbas, un inglés expresa lo siguiente: ¿tienes frío? Un buen té reconforta tus huesos. ¿Tienes calor? El té refresca. ¿Estás deprimido? Te vas a animar y a mover… y si estás excitado, un buen té logra tu equilibrio. Testimonio de amistad y gratitud en todo tiempo y quebranto es mí amiga la cual ha pedido el anonimato, pero ha exigido estas palabras votivas en honor a su bebida favorita: el té. Dice un proverbio chino, “¿Tienes té y vino? Tus amigos serán muchos.”
La verdad, no acostumbro mucho el té, hasta hoy. He preferido siempre una buena taza de café amargo. Pero reclamo: debido a la insistencia de mi estimada compañera, he disfrutado dilatadas charlas con té en estas tardes donde el otoño cada vez más se torna plomizo. El té para los orientales y para los ingleses no es una bebida más, sino motivo de vida y cultura. Beber té es una ceremonia para los nipones. Y esta nueva afición, este placer y vicio de lo cual me considero ya devoto mientras se escucha pasar el mundo, como el agua quieta en una ciénaga, me ha llevado a disfrutar de una novela corta poderosa y única, “Mil grullas”, del Premio Nobel, Yasunari Kawabata (1899-1972).
¿Cuál es la trama de este opúsculo, cuál es el argumento donde se baten alas como grullas? En la ciudad de Kamakura, una mujer especialista en la ceremonia del té, no sólo mezcla infusiones y yerbas en aromáticos pocillos y teteras de rancia estirpe, hace también un amasijo de relaciones donde, al manipular los objetos cuasi sagrados para dicho culto, teje la lujuria y el erotismo en torno a ella, a un joven el cual hereda la pasión de su padre por el té, a la amante de éste, el suicidio de ella y posteriormente, el posible suicidio de la hija de la Señora Ota, la amante de ambos. Ah.
Kawabata explora el deseo, la sensualidad, la lujuria, los remordimientos; es decir, aquello lo cual rodea a la esencia humana (siempre, entre mezquina y angelical), pero el plus es precisamente el andamiaje, el fantasma el cual recorre toda la novela: la ceremonia del té. De entre el vuelo de grullas, gorriones y palomas, al levantar acrobacias esta parvada de aves-poemas compuestos por una poetisa del siglo XVII, Yukiko Akakura, hay un haikú volátil y eterno el cual ha venido a mi memoria:
La incertidumbre de la tormenta
Finca su vaho en el
Tazón humeante del té. Amanece
Beber una taza de té equilibra el espíritu y da templanza al alma. A la mesa, un hombre y una mujer se sientan y pueden pasar horas interminables hablando del amor, de la amistad, la vida, la muerte; es decir aquello lo cual engloba toda la existencia. No hay otro tema lector. Mientras murmulla el agua en la tetera de hierro verduzco, me he aficionado por estos días a beber té verde con pequeños trozos de frutas los cuales vuelven a cobrar vida al hidratarse. Y un buen té, como un buen café usted lo sabe, no debe de llevar endulzantes de ningún tipo.
Quedan palabras para la siguiente entrega donde el maestro de la narrativa, Yasunari Kawabata, en “Mil grullas”, al hablar sobre la milenaria ceremonia del té, realmente habla sobre ese Japón tradicional el cual se ha venido erosionando, engullido por lo urbano y divorciado de aquellos templos y nichos donde este viejo culto es metáfora de regresar a lo maternal y único. Pero también, la novela de Kawabata se detiene morosa en la manipulación de los objetos de arte con los cuales el ritual adquiere tintes magníficos: la tetera Oribe, la jarra Shino, los tazones Raku: negro-rojo, tazones hombre/esposa…
La función señor lector, apenas inicia. Bien lo escribió Yukiko Akakura:
A la sombra del aire arde la
Tetera del anciano Raku.
Jazmín y naranja ¡Vuelan!