La censura según AMLO

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La censura según AMLO

Tras el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, prácticamente todos los líderes demócratas del mundo -e incluso algunos ajenos a esta categoría- han condenado lo ocurrido en Washington la semana anterior. Pero no nuestro Perseo de Pantano para quien lo importante está en otra parte.

Para López Obrador, un pseudo izquierdista trasnochado carente de luces intelectuales, lo grave, lo condenable, lo escandalizante, no es el intento de subvertir el orden institucional, sino el agravio cometido en contra de su hermanito gemelo, Donald Trump, por las empresas propietarias de las plataformas tecnológicas conocidas como “redes sociales”.

Como se sabe, Twitter suspendió de manera definitiva la cuenta personal del aún Presidente de los Estados Unidos, en tanto Facebook, YouTube e Instagram le han impedido temporalmente -léase, al menos hasta el último minuto de su mandato- difundir mensajes utilizando sus servicios.

Poco importan al Iluminado de Macuspana las razones por las cuales las empresas citadas “silenciaron” al impresentable Presidente de los Estados Unidos. Y le importa poco porque él es, como Trump, un autócrata para quien todo está justificado en la persecución de sus ambiciones personales.

Por ello, el Sumo Pontífice de la transformación de cuarta evade hablar del asalto a las instituciones democráticas y de la responsabilidad de Trump como  autor intelectual de los crímenes perpetrados por la turba a la cual azuzó el miércoles de la semana pasada.

Es normal, desde luego: para el pejelagarto es algo cotidiano usar la violencia como instrumento de lucha política; es perfectamente aceptable ordenar a sus hordas de seguidores acríticos el asalto a las instituciones públicas; es común y corriente ignorar los hechos y construir una realidad alterna a partir de sus pulsiones personales.

Y eso es así porque comparte con Donald Trump una característica esencial a la cual nos hemos referido antes en este mismo espacio: ambos son individuos esencialmente imbéciles, en el sentido lato del término.

Pero no es solamente esta característica -compartida, por cierto, por los imbéciles de izquierda y derecha, lo cual les iguala- la razón por la cual mister “Yo Siempre Tengo Otros Datos” intenta poner el énfasis en “la censura” sufrida por Trump, en lugar de en la indecencia en la cual ha incurrido su socio ideológico.

López Obrador se ha adelantado a “denunciar” la posible construcción de un “imperio de la censura” porque, a pesar de su cortedad intelectual, alcanza a comprender lo obvio: él también podría ser impedido a seguir utilizando las “benditas redes sociales” de persistir en su patológica proclividad a difundir  mentiras a través de estas.

El episodio ocurrido en los Estados Unidos adelanta uno de los posibles escenarios del verano mexicano de 2021: ver a un presidente vociferando “fraude” y llamando a sus hordas a destruir las instituciones en caso de registrarse la derrota de su partido en las urnas.

Como buen pandillero acostumbrado al “agandalle”, López Obrador está haciendo temprano su apuesta: pretende “poner contra las cuerdas” a Twitter, Facebook y demás empresas para obligarlas a ceder a sus caprichos extendiéndole carta abierta para mentir.

Y como siempre habla para la tribuna iletrada e ignorante como él, amenaza con lo hilarante: acusar a las plataformas tecnológicas en la próxima reunión del G-20. Si no fuera trágico, sería cómico.

Deje usted a los altos ejecutivos de la empresas; los jefes de estado y de gobierno integrantes de este club deben estar desternillándose de risa con la “advertencia” largada por ese exótico personaje a quien la sociedad mexicana convirtió en presidente y ya tienen perfectamente catalogado como una mala broma de la democracia liberal.

¿Quién puede tomarse en serio -fuera de México, quiero decir- a un pigmeo intelectual de la talla de López Obrador cuando se presenta como enemigo jurado del “neoliberalismo” y, al mismo tiempo, exige se pongan a su servicio los instrumentos del neoliberalismo?

Los feligreses de la transformación de cuarta son incapaces de percibirlo siquiera, pero incluso un observador distraído es capaz de identificar el absurdo: López Obrador basa el éxito de su religión en el poder de comunicación de instrumentos contrarios a su “movimiento”.

En efecto, empresas como Twitter, Facebook, YouTube, Telegram, Pinterest o cualquier otra de este corte, no son herramientas concebidas por la “progresía” encabezada por el Mesías Tropical. ¡Al contrario! Se trata de instrumentos del “capitalismo salvaje” al cual asegura haberle declarado la guerra.

Pero su ingenuidad es, como diría Carlos Monsiváis, abusiva en extremo y por ello consideran la posibilidad de convertir a tales mecanismos en “aliados” de sus afiebradas ambiciones.

Se trata solo de la enésima cargada -contra los molinos de viento- del alucinado mitómano para quien la censura es impedirle a él decir mentiras y calumniar a mansalva pero, al mismo tiempo, silenciar a sus contradictores.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx