La casa de los sin nada

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La casa de los sin nada

Es muy extraño encontrar una “casa” quinceañera. Tiene que ser una casa muy especial para que sea distinguida con una celebración de “quince años”. La casa “quinceañera” a que  me refiero es La Casa de Belén de Saltillo, La Casa del Migrante. Una auténtica casa, un hogar  para los peregrinos en tránsito por Saltillo rumbo a EU y su  sueño de sobrevivencia. Una sobrevivencia que se les agotó en sus  países de origen, una sobrevivencia a los peligros, los asaltantes, las enfermedades y las inhumanas represalias (legales) por no tener ciudadanía en los países que recorren, una sobrevivencia que sueñan tener en EU  trabajando en lo que sea y con el salario que se le antoje a su patrón y que les pueda alcanzar para sobrevivir.

Para celebrar a la “quinceañera” quiero compartir la experiencia que tuve hace años acerca de La Casa del Migrante de Saltillo: “Ayer, un 24 de diciembre, visité y descubrí el significado del mundo de los migrantes. Transité de la teoría virtual a  la realidad, de los peregrinos del portal tradicional a los peregrinos del hambre y del cansancio, de la pobreza del musgo y las esferas a la pobreza real: la carencia de todo (casa, patria, familia, comida), de la seguridad hogareña a la inseguridad de la persecución, del rechazo y del abandono.

“Fue una revelación totalmente inesperada del crudo significado de los personajes de la Navidad que dejaban de ser de barro o porcelana. Era el encuentro con el niño del pesebre que no tenía pañales, ni madre que lo amamantaba, ni padre que lo protegiera. Pero seguían siendo los niños de Dios”.

En esa tarde en La Casa del Migrante “me encontré con un Niño Dios inesperado que revelaba lo invisible del portal: pobreza, soledad, abandono, inseguridad. Eran sesenta hombres y mujeres migrantes que reflejaban la ‘imagen de Dios’, reflejaban la realidad del Dios-Niño de los cristianos sin los maquillajes que lo han hecho aparecer con una pobreza poética, o un sufrimiento romántico.

“Al encontrarme con  los migrantes que habían caminado desde muy lejos encontré el rostro y el carácter del Jesús histórico: el de la Navidad y el del desierto, el que ‘no tiene donde reposar la cabeza’ y el que fue perseguido por la ley del poder, el migrante que  nunca se estacionó en este mundo sino que enseñó a buscar el ‘reino de Justicia’ que da empleo a los que tiene hambre y familia en tierras lejanas.

“Esa tarde encontré en esos migrantes el humanismo fraterno de Jesús, su pobreza y su fortaleza espiritual que hace superar el cansancio, el desierto y la persecución de la ley para seguir migrando hacia una esperanza”. 

Este 24 de diciembre la Casa de Belén sigue dando hospitalidad a los que no tienen nada, excepto esperanza. En estos quince años más de 400 mil migrantes han recibido el “pan de cada día”, la cama donde reposar sin peligro y el reconocimiento de su dignidad humana que está por encima de la ciudadanía. Pero también hay otros personajes que se han transformado en los espectadores de ese “nacimiento”: los saltillenses que han cambiado su mentalidad excluyente por la atención incluyente y generosa, la marginación del extranjero, por la integración del ser humano. Los migrantes han evangelizado a los saltillenses que han descubierto el rostro de Jesús, el peregrino por antonomasia, en el rostro de “los sin nada” ahora llamados respetuosamente: “Los migrantes”. Ya no son despreciados sino personas con derechos humanos.