La caída de Dilma Rousseff

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La caída de Dilma Rousseff

Después de meses de golpes políticos de parte de la oposición y de los intentos infructuosos del Gobierno de la República de Brasil de frenar el proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff, este miércoles, el Senado votó por separar del cargo a Dilma por 180 días, para que la misma pueda continuar desde fuera un proceso que se le sigue por desvíos fiscales y actos de corrupción, tal como ya lo había hecho semanas antes la Cámara Baja. 

Lo anterior en términos prácticos significa que Dilma Rousseff ya no ocupa al menos de manera temporal la Presidencia de Brasil, e incluso existe una posibilidad importante de que su separación del cargo se pueda convertir en permanente. 

También implica que Michel Temer militante del PMDB, partido instigador de dicho proceso asuma la Presidencia estos 180 días y si Dilma es hallada culpable, ocupará el cargo hasta 2018.

Un primer punto que se debe aclarar es que la situación por la que hoy atraviesa Brasil tiene más ingredientes políticos que jurídicos, ya que si bien puede haber algunos indicios de que Rousseff y algunos de sus aliados como el expresidente Luiz Ignácio Lula da Silva, participaron o al menos toleraron actos de corrupción, lo cierto es que ninguna de las pruebas es contundente. Más bien, una serie de partidos que eran aliados del Gobierno en turno, pero que ahora están descontentos con la Presidenta, se han puesto de acuerdo con la oposición para hacer un cambio en el Gobierno y para ello han buscado una excusa creíble y han utilizado las vías institucionales que la ley les permite.

La crisis política que hoy vive Brasil, tiene su origen en el hecho de que este País tiene uno de los sistemas de partidos más fragmentados en el mundo, por ejemplo hay 25 partidos que tienen al menos un representante dentro de la Cámara Baja de dicho país y el partido con más congresistas es el de Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores), que apenas cuenta con el 13.65% de los escaños.

Lo anterior implica que independientemente de quien sea elegido Presidente, este requiere de la formación de coaliciones parlamentarias para poder sacar adelante sus proyectos de ley y tener gobernabilidad. Pero desde hacía meses, Dilma había tenido importantes diferencias con sus socios parlamentarios, al grado que estos decidieron romper su alianza y pasar a la ofensiva.

Un dato importante es que en la votación que se dio en la Cámara Baja hace algunas semanas, de los 25 partidos representados en la misma, sólo tres de las bancadas apoyaron con la totalidad de los votos la permanencia de Rousseff, las cuales representan a los partidos que se encuentran más a la izquierda en el espectro político de Brasil.
Dicho de otra forma, la forma errática de hacer política de Dilma pudo poner de acuerdo a los partidos de la derecha, a los del centro y a parte de los partidos de la propia izquierda, en la necesidad de prescindir de ella.

Ante este escenario, la oposición tiene todos los instrumentos para evitar la vuelta al poder tanto de Rousseff, como de Lula da Silva, primero porque desde el poder el nuevo presidente Michel Temer hará todo lo posible porque se le finque responsabilidad a Rousseff y segundo porque el Partido de los Trabajadores no va poder volver a llegar al poder si no es a través de una alianza con algunos de los partidos que hoy le han dado la espalda.

Es decir, que aparte de lo que pase con el proceso de Dilma, hoy estamos ante el ocaso del Partido de los Trabajadores y del proceso que comenzó hace algunos años con Lula da Silva y de igual forma, estamos frente a la recuperación del poder por parte de los partidos de centro derecha, en especial del PSDB o del PMDB.

Pero independientemente de quien concluya el presente mandato o del partido que logre el triunfo en las siguientes elecciones, lo que ha pasado en Brasil sienta un precedente muy negativo, ya que la misma debilidad institucional que hoy permitió la destitución de Dilma, podrá provocar en el futuro la caída de otro Presidente que no logre complacer las exigencias de sus aliados, lo cual generará un ambiente de inestabilidad política que va a impedir que los mandatarios de Brasil puedan tener margen de maniobra en los próximos años.

Para finalizar, me gustaría compartir con ustedes un dato curioso, Fernando Collor de Melo, expresidente de Brasil, al cual se le inició un proceso parecido al de Dilma en los 90 y que renunció antes de su destitución, votó desde su escaño en el Senado a favor de la destitución de Rousseff, demostrando así lo paradójica que puede ser la política en ocasiones.

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@victorsanval