La cacería del búfalo... vil

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La cacería del búfalo... vil

Bastó una sola imagen para sanar el alma maltrecha por un año que quedó atrás pero aun sentimos que nos respira en la nuca.

Una fotografía nos llenó del optimismo necesario para afrontar el 2021 y es que, como toda buena instantánea, hablaba por sí misma:

Una manada de bisontes, (sí, esos majestuosos rumiantes a los que también nos podemos referir como búfalos) pastando en la helada llanura coahuilense, concretamente, en el área de protección de flora y fauna Maderas del Carmen.

Al leer un poco al respecto, la imagen nos inyectaba una buena dosis extra de esperanza:

El bisonte americano, se nos informó, era avistado por primera vez en más de 100 años, pues la actividad humana lo ha tenido desde entonces al borde de la más completa extinción.

Pero este regalo de la naturaleza no fue gratuito ni un obsequio de Dios, sino el resultado de un gran esfuerzo de instituciones y organismos privados por recuperar una minúscula fracción de lo que le hemos arrebatado a la naturaleza.

Hermosa, portentosa e increíblemente coahuilense, la estampa pudo haber sido la foto de nuestro almanaque 2021 y adornar nuestros perfiles en redes sociales y aún podría hacerlo, pero…

A los pocos días trascendió otra noticia que apuñalaba toda la fe que parecíamos haber recuperado: Un rancho cinegético, también en Coahuila, anunciaba, se ufanaba en sus redes sociales de una de las principales actividades que ofrece al turista exigente y conocedor:

Sí, adivinó usted: La cacería de bisontes. Y acompañando esta información, las fotografías de algunos de sus clientes satisfechos, posando junto a sus trofeos, claro, bisontes ultimados en aras de ese apasionante deporte que es el meterle un balazo en medio de los ojos a una criatura inerme y desprevenida.

Acogiéndome al lugar común, las redes sociales estallaron en rabia e indignación al asociar inmediata y necesariamente ambas notas.

Emputecidos y ávidos de respuestas, lectores y cibernautas voltearon hacia donde era lógico, el Rancho Buena Vista, responsable de las publicaciones, pero éste se esfumó del internet, es decir, retiró sus perfiles de redes sociales.

Luego tocó el turno de ofrecer una explicación a la autoridad ambiental coahuilense, pero ésta fue más bien escueta, deslindándose: -“Esos permisos (de cacería) los otorga el Gobierno Federal”-; o bien, excusando a esta actividad, e incluso argumentando que el tema había adquirido tintes políticos por lo cual debía de ser soslayado, desechado de la discusión pública, soterrado, olvidado.

Es necesario precisar que en efecto, el Rancho Buena Vista se ufanaba de ofrecer esta experiencia (la hermosa experiencia de masacrar una bella criatura con un arma de fuego ¡imperdible!) en sus dominio y con su propia reserva de ejemplares para este propósito (pinches enfermos). Y que no pertenecen en absoluto a los especímenes que se están introduciendo a la reserva ecológica con la esperanza de que se multipliquen y prosperen.

Como podrá imaginar, llenarse las manos con la sangre de un portento de la naturaleza no es barato, son exquisiteces que sólo gente muy adinerada se puede procurar y en gran medida, psicópatas del lado gringo de la frontera.

Así que ya podemos calcular el calibre de empresarios que manejan estos ranchos cinegéticos o de cacería, del que se pueden inferir sus influencias y la docilidad de las autoridades.

Debo destacar que las pocas voces que se alzaron en este debate para defender la legitimidad de agarrar a escopetazos lo que no son capaces de crear, venían de perfiles bastante sospechosos, cuentas presumiblemente apócrifas o que ni siquiera están radicadas en Coahuila, lo que por supuesto no descalifica a nadie para opinar, pero hace que la respuesta parezca poco orgánica, un tanto montada. No lo sé.

Aducen que la cacería es legal… Tal vez, faltaría revisar esos permisos, pero en todo caso, no deja de ser algo inmoral y que ofende a mucha gente.

También (el consabido): Que gracias a esta práctica se salvan muchos más animales que los que se sacrifican. ¿A usted le consta? 

En fin, que esto sólo viene a sumarse al cúmulo de contradicciones con que nos hemos acostumbrado a vivir. Dígame si no: En Coahuila las corridas de toros, peleas de gallos, de perros y hasta carreras de caballos (creo) están proscritas. Pero resulta que la cacería de ejemplares en peligro de extinción con arma de fuego sería perfectamente legal. ¡Bonita chingadera!

Como dije, la única explicación plausible para esto sería el poder económico y político que respalda a estos ranchos cinegéticos.

Tanto el rancho y las autoridades le están apostando a que el asunto muera como todo lo que es importante en nuestro Estado, diluido en el más abyecto olvido ciudadano.

Lo cierto es que uno de los animales más hermosos del continente es asesinado por deporte y diversión en tierras coahuilenses. Si lo consentimos, aunque sea con nuestra indiferencia o silencio, nos merecemos el COVID y cuanta plaga se nos venga en el futuro.