La biblioteca de MM

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La biblioteca de MM

Rulos de su blonda cabellera en rebeldía, hoy peinados hacia atrás. Vestida con un impecable vestido que se adivina de lana fina, de color claro y ceñido a su fértil cuerpo, Marilyn Monroe se asoma a una terraza. Es la terraza del Hotel Ambassador en Nueva York en 1955. Pero no es cualquier fotografía de Marilyn, de la cual hay decenas, no; en ésta se le ve fumando, aspira de un pitillo largo una bocanada de humo y Marilyn luce bella, sensual, eterna, inmaculada… Sin duda, esta fotografía es una de mis favoritas. 

Y sobra decirlo, cuando Marilyn murió para irse a la eternidad, don Germán Froto y Madariaga y quien esto escribe, quedamos viudos. No habrá otra Marilyn Monroe jamás y la humanidad quedó vacía, sin la arquitectura perfecta de la rubia de Nueva York. Pero, repasando viejos folios y fotografías de la alada actriz, tengo una pequeña colección de instantáneas donde ésta se muestra en una faceta la cual la dibuja de cuerpo entero: leyendo, siempre leyendo. 

Hoy se sabe y merced a los tesoros de su biblioteca, que amén de haber sido la mujer más guapa del mundo, tenía un gusto exquisito en materia literaria. La casa de subastas Christie’s clasificó al inicio de este año, para subastarla, su biblioteca, vasta. Pero de la cual sobresalen más de 400 libros de primera línea editorial y de autores. 

La rubia no era tonta. Nunca lo fue. Esa fama de frívola, caprichosa, en este especial caso, queda de lado. La tesis se evapora cuando no pocas veces fue captada en pleno trance sin que mosquito alguno la distrajera: leyendo a sus autores favoritos. Entre sus libros se cuentan, se contaban “En el camino” de Jack Kerouac, “La dama de las camelias” de Alexandre Dumas. Un autor al cual ya pocos replican hoy, pero aún vigente con perlas y dosis de reflexión y sabiduría, Kahlil Gibrán, con los famosos libros “El profeta” y “Jesús”. “Desde Rusia con amor” de Ian Fleming. “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway, la inconmensurable “Rojo y negro” de Stendhal, “Crimen y castigo” de Dostoievski… 

La lista es amplia y refulgen escritores de primera línea. Sus gustos literarios eran del tamaño de su belleza. James Joyce y el patriarca de las letras norteamericanas, Walt Whitman, no se le caían de las manos. También Bertrand Russel y Albert Einstein con sus célebres “Ensayos”, Martin Buber y Antoine de Saint-Exupéry. Mujer que buscaba amor, tenía en su biblioteca a un psicólogo el cual abordó este tema y lo desplumó: Erich Fromm. No puede faltar en la biblioteca de Monroe un escritor contemporáneo de ella y el favorito mío, Francis Scott Fitzgerald. 

Esquina-bajan
Al igual que la rubia, atormentados y con el mundo encima, el cual los llevaría jóvenes, muy jóvenes, a la tumba, aparecen Camus, Edgar Allan Poe, Robert Frost… es decir, los manjares librescos de la blonda norteamericana bien pueden figurar en cualquier biblioteca de un escritor o lector especializado. 

Entre sus volúmenes también se cuenta una selección de la poesía de Emily Dickinson, poetisa la cual sólo vio publicados en vida ocho de sus poemas de los mil 775 textos que dejó escritos. Marilyn Monroe tuvo en sus manos “Selected poems of Emily Dickinson” en edición de 1924. 

¿Ya lo notó estimado lector? Dos de los santos tutelares de la literatura norteamericana, Whitman y Dickinson, formaron parte de su abecedario personal. Y es que su belleza era del tamaño de su tristeza. En el camino perdió su nombre de pila, Norma Jean, y obtuvo uno el cual la llevaría a la eternidad, Marilyn Monroe. Lectora consuetudinaria, en vida tuvo la amistad de Truman Capote, Carson McCullers, Pier Paolo Pasolini y Norman Mailer. 
Aunque, para desgracia de todos, es recordada por su amorío turbulento –un triángulo, según los expertos– con JFK, miembro claro, de la familia norteamericana en el poder político por antonomasia, la cual fue también marcada por la tragedia: los Kennedy. 

Su vida se convirtió en un mito. Su figura es un símbolo y su cuerpo sigue estando bello y lozano, como en sus mejores días. Sus fotografías no envejecen. Ella menos. “Morir es bagatela,/ pero el vivir incluye/ un morir multiforme,/ sin el descanso que es el estar muerto”. En versos de Dickinson se reconoce y reconocemos a Marilyn Monroe. Los huesos de las musas ya son nada; son sombra, polvo, “Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo”. Eclesiastés 3:20.

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Ambas –paradoja del destino cruel– aún es día que no descansan…