La agitación del despertar participativo
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La agitación del despertar participativo
La agitación social crece a pasos agigantados a medida que se acerca el 1 de Julio, con su veredicto que ya es percibido muy endeble para consolidar la paz social. Una paz exigida cada vez más a medida que la realidad de las muertes, crímenes secuestros, fraudes, etcétera, se van publicando. La inseguridad social ha dejado de ser un mero discurso de candidatos, ha sido una realidad sufrida durante décadas en los tribunales y en las calles. Hoy se ha vuelto conscientemente insoportable, mucho más insoportable que la pobreza e injusticia tradicional de los hogares mexicanos.
Esta conciencia de la inseguridad, cuyas anécdotas ya no son comentadas solamente en conversaciones privadas, sino publicada todos los días en los diarios, está haciendo erupción en una agitación de dos emociones muy impetuosas: el miedo y el coraje. Una mezcla de temor y miedo a todo y en todas partes, y un coraje ante lo injusto de las muertes, secuestros y delitos contra los inocentes, acidificada con la publicación, denuncias y contradenuncias de los nombres de gobernadores y altos políticos, asquerosamente corruptos y millonarios.
En este estado de agitación intensamente emocional –y por favor quitémosle la máscara romántica a las emociones que las debilitan y regresémosles su poderosa energía–, la sociedad mexicana tiene muy poco margen para razonar objetivamente los proyectos y programas de nación que proponen los candidatos. La agitación existe en todos y en todas partes. Conservar la calma y la serenidad para reflexionar y analizar es pedir demasiado. Además la ciudadanía hace décadas que no cree en las promesas de campaña, aunque sean firmadas con sangre.
La razón ha sido desplazada por la agitación de las emociones de la ciudadanía. Ya no le es posible hacer comparaciones de conceptos e ideologías, ni de mayor o menor bienestar nacional con postulados abstractos. Atrapada en sus filias y fobias contundentes, tiene una visión selectiva de su candidato preferido que puede aliviar mágicamente sus miedos y su coraje. Las fantasías sustituyen a las realidades y probabilidades. ¿Podrá salir de esta manera de su vorágine de inseguridad que parece borrar cualquier muro de contención personal o institucional? ¿Podrá el Estado ejercer suficiente prudente energía para encauzar la agitación y la conciencia?
La sociedad está muy agitada y requiere señales que le garanticen un Estado que todavía es capaz de conservar el control en estas exiguas semanas previas a las elecciones. La sociedad exige acciones honestas y transparentes, principalmente de los Poderes Ejecutivo y Judicial. Los discursos y declaraciones ya no generan confianza. El ejercicio de la justicia imparcial pronta de los casos de corrupción pendientes y el regreso a la sociedad de los bienes robados por los corruptos, son dos señales muy efectivas para encauzar esta saludable energía que se va convirtiendo en participación social.