Julia Ward, el día de la madre y el feminismo

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Julia Ward, el día de la madre y el feminismo

"Desde el seno de la tierra devastada, una voz se alza con la nuestra. Dice '¡Desarma! ¡Desarma!' La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión. (…) En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales y la gran causa universal de la paz"

Julia Ward Activista norteamericana. (1819-1910). Fragmento de poema. 

Pensando, ahondando, comiéndose la cabeza. Luchando por emparejar el suelo. La conceptual, es una de tantas luchas que vive el feminismo en México actualmente.

Traigo a la mente a Julia Ward, activista norteamericana que intentó erigir el día de las madres para rechazar la guerra. Y ahora nos tunden con licuadoras.

Sigo pedaleando, montada en la bicicleta que me prestó Enrique. Llegó a mi casa con una bici estilo antiguo. Quiere que disfrute la libertad de andar así, sin gastar dinero y ganando años a la salud. Pedaleo en el viento fresco de la noche. Al lado hay casas abandonadas y siluetas masculinas a las que temo de pronto.

En este país la violencia contra la mujer va en aumento. Ocurre, por más que moleste que se traiga a cuento. Y también hay qué mencionar –para dar voz a un amigo con su experiencia vivida-  hay mujeres que se auto infligen golpes y los exhiben en las redes sociales para decir que han sido violentadas. Mi sorpresa es mayúscula, ya que sus parejas siguen en ese círculo de violencia, y, por más que alguien quiera ayudar, les ocurre igual que al alto porcentaje de mujeres maltratadas: no aceptan ayuda, ¿adivinen por qué? pues por las mismas ideas que sostienen matrimonios o uniones en donde la mujer no abandona ese vínculo: en nombre de la familia y los hijos.

Mientras el encono se centra en contar de qué lado hay más caídos, la fuerza del feminismo puede abonar por una educación que dé paso al diálogo y no a la violencia, que ofrezca seguridad a las mujeres en crecimiento y a los hombres en crecimiento, a quienes las mujeres también educamos (junto al padre ausente o no, que también el abandono es violencia).

Si bien, hay muchas formas de educación, una idea que unifique tanta diversidad de concepciones, podría ser estar de acuerdo en la necesidad de que los hijos tengan elementos para navegar medianamente en el actual contexto de hostilidad sexual. ¿Cuáles elementos? ¿Qué lecturas, pero, sobre todo, qué tipo de acompañamiento?

Si bien, el modelo laboral erosiona los tiempos de convivencia hay qué ser creativos y aplicarse, que para eso uno eligió o le tomó por sorpresa, es decir, finalmente uno decidió ser madre o padre: así: decidió. Así que a ocuparse en ello.

Son diversos elementos los que es preciso trabajar: uno es proveerles de nuestro tiempo y conversación. Lo que viene luego -diré una herejía para algunos- implica recursos: dinero en efectivo, cuentas de banco o tarjetas, no hay otra fórmula hasta ahora. Y esto, para que tengan la relativa seguridad material que significa poder desplazarse como adolescentes, en el mundo donde la moneda es la herramienta para ir a la escuela, comunicarse, comer, resguardarse, comprar medicinas o materiales, mientras la madre, el padre o ambos –juntos o separados-, están en el trabajo, o bien, ausentes por las causas que sean.

Sin embargo, los adultos estamos tan enfrascados en nuestras riñas entre géneros, que olvidamos a nuestras hijas e hijos, con quienes se pueden construir, por cierto, nuevas formas de convivencia y más justas. Pero primero nuestras prioridades y luego las de ellos. Y así, con estos hechos que son visibles para nuestros hijos y les duelen, los vamos nutriendo de charlas amargas, porque la lucha que se pregona muchas veces es de dientes para afuera de la casa, nunca adentro. Así, les heredamos nuestros odios, insatisfacciones y rencores.

En fin, pareciera que nada tiene solución, cuando una parte de la solución es la instrucción, la lectura y la conversación que permita comprender de dónde viene el modelo de familia y convivencia que tenemos en la mente y los mecanismos que han permitido que esto opere incluso con nuestra participación. Es el tan básico: por qué pienso lo que pienso. Solo así es posible enfilar la mirada a formas de discusión que no impongan, sino que consensen y armen nuevos modelos de convivencia, que por cierto, se están armando.

Deseable es quitar la presión sobre nuestras hijas e hijos al dar paso a un cuerpo libre de medidas; abandonar la loca idea de que la belleza es solo A y no B; enfatizar que una alimentación saludable y su dosis de ejercicio sí influye en la mirada sobre el mundo. Apoyar la libre vestimenta, por más bizarra que parezca y sumarnos a iniciativas ciudadanas y legales, que ayuden a hacer visible, para cambiar, ese modelo de violencia ya socializado e imbricado que hay en México que es algo así como un elemento más del paisaje.