José Narro, ídolo de barro
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José Narro, ídolo de barro
La noción de los “ídolos de barro” se remonta al antiguo reino de Nabucodonosor y la narrativa del sueño que le interpretó el profeta Daniel, el simbolismo de una estatua con cabeza de oro, pecho de plata, piernas de bronce y pies de barro que al final, por lo chafa de la arcilla, la estatua se derrumba dejando hasta la fecha el concepto del “ídolo de barro”, como la personalidad que surge cual modelo de admiración, pero que luego se desploma tras una efímera celebridad que termina en fiasco y decepción.
Y el caso que mejor ilustra la fragilidad de estos ídolos es nuestro paisano José Narro Robles, quien por dos periodos fue rector de la UNAM, un mérito que por sí solo le hubiera reservado un lugar decoroso en la historia, si no fuera por una ambición de poder que lo arrastró a la cloaca política donde ahora convive junto a personajes como Gabriel Quadri y los “Chuchos”, Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete y demás gamberros del PRD, partido que en diciembre renacerá como Futuro 21 con José Narro como uno de sus timoneles, una mortadela más del sistema de partidos políticos en México.
Y disculpe usted los calificativos, pero ya vemos que en este País es inasequible una “democracia sin adjetivos” –la utopía publicada hace 35 años–, que la terca realidad nos dice que a pesar de lo anhelado ahora se han sumado más caracteres despectivos a nuestra democracia como son el despilfarro, los caciques capitostes, los poderes fácticos y la funesta partidocracia.
Qué le urgía a nuestro paisano rector meterse a la grilla partidista después de su reconocido paso por la UNAM y luego de un buen papel como secretario de Salud, para luego empezar con los sueños de opio al decir que ya estaba preparado para ser el candidato del PRI a la Presidencia de la República. Qué necesidad.
Ningún rector de la UNAM, después de José Vasconcelos, se había atrevido a imitarlo en esa azarosa conversión hasta que llegó nuestro paisano José Ramón Narro a desbarrar con esas aspiraciones tan profanas. Bueno, ni el exrector Manuel Gómez Morín hizo el ridículo de postularse para dirigir un partido político porque él mismo fundó uno muy trascendente como lo es el PAN, pero sin la aspiración presidencial temeraria de Vasconcelos ni la fugaz e inocua de Narro Robles.
Y salvando la abismal diferencia entre el “Ulises criollo” y nuestro paisano, hay que decir que existe algo de paralelismo político entre ambos personajes que se toparon con el poder de este País cada cual en su época.
Vasconcelos no perdió ante Pascual Ortiz Rubio, sino ante la gran maquinaria del naciente PRI y su factótum de poder, el “jefe máximo” don Plutarco Elías Calles. Asimismo, José Narro no se enfrentó contra “Alito” por la presidencia del PRI sino contra su paisano, el nuevo factótum de poder dentro del viejo partido, Rubén Moreira Valdés.
Cierto es que Vasconcelos se amargó después de su fracaso político, aunque la grandeza de su espíritu aún trasciende en la UNAM. José Narro fracasó en su intento de ser presidente del PRI y ha tomado el camino de Futuro 21. Su prestigio de rector está en entredicho y durará tanto como un ídolo de barro.
Y lo que más nos extraña de Narro: ¿con los Chuchos?