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José María Velasco, dio vida al paisaje en México
Pintor que heredó a México y al mundo más de 300 pinturas al óleo, a las que se deben sumar litografías, acuarelas y pinturas en miniatura, siendo uno de los grandes paisajistas del siglo XIX, José María Velasco nació el 6 de julio de 1840.
Llegó al mundo en Temascalcingo, Estado de México, donde desde muy joven mostró su talento pictórico; cuando contaba con nueve años su familia se trasladó a la Ciudad de México, donde pocos meses después murió su padre, de acuerdo con información publicada en el portal “gob.mx”.
Tuvo entonces que trabajar en el negocio de rebozos de sus tíos, al tiempo que en las noches estudiaba en la Academia de San Carlos, siendo uno de los alumnos destacados del italiano Eugenio Landesio. A los 18 años se dedicó por completo a la pintura, al conseguir la plaza de Profesor de Perspectiva en dicho plantel.
Desarrolló sus conocimientos en botánica, zoología, geografía y pintura, así como se fue influenciado por el impresionismo, de manera que sus cuadros son de un gran realismo plasmando en gran cantidad paisajes, en los que dejó su huella innovadora por el romanticismo que les imprimía.
Por esa época predominaban los cuadros con figuras humanas, por lo que al abocarse a la representación de la naturaleza le llevaron a “innovar en ese campo, gracias a su sentido visual, su sensibilidad y sus conocimientos”, de acuerdo con la fuente.
Fue seleccionado en 1889 como jefe de la delegación que asistiría a la Exposición Universal de París, con motivo del centenario de la Revolución Francesa. En el país galo, según escribió él mismo, sus cuadros sorprendieron y gustaron.
Fue en ese marco que recibió el reconocimiento de la Condecoración de Caballero de la Legión de Honor, la cual “es una recompensa que me honra mucho y la considero como una gran distinción”, escribió en esos días.
José María Velasco desarrolló una trayectoria en la pintura de unos 44 años, dejando para la posteridad obras como “Valle de México”, “Templo de San Bernardo”, “Luces sobre el lago” y “El puente de Metlac”.
Otra de sus aportaciones fue participar en la Feria Mundial de Chicago, en 1893, donde también fue premiado por su trabajo lleno de majestuosidad, en el que la luz, color, naturaleza y la obra del ser humano alcanzan un total equilibrio.
En México y el mundo se le reconoce por sus paisajes abiertos, lo que hizo escribir al poeta cubano José Martí: “detengámonos y admiremos este naturalísimo paisaje… El Valle de México es la belleza grandiosa; imponente como ella es el hermoso paisaje de Velasco”, según la misma fuente.
El también poeta y premio Nobel de Literatura, el mexicano Octavio Paz, se expresó de él así: “la pintura de Velasco vive en una reserva inmóvil, que no pertenece al abandono sino al equilibrio, a esa pausa en la que todo cesa y se detiene brevemente, antes de transformarse en otra cosa”.
Luego de casi medio siglo de vida dedicada al arte, al paisaje, en el que la luz del cielo atrapa al espectador, José María Velasco murió el 26 de agosto de 1912, aparentemente de una angina de pecho, y fue sepultado en el panteón del Tepeyac.