José Calzada y Rosario Robles
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José Calzada y Rosario Robles
A José Calzada Rovirosa
Nadie se explica por qué, señor secretario Calzada, mantiene usted en las zonas más áridas de México a un burócrata tan rapaz como lo es Abraham Cepeda Izaguirre. Y es que para un galopín de la burocracia extractiva, acostumbrado a la ganancia bruta, el desierto tiene muy escasos dividendos. No sabemos, señor secretario, si usted pertenece a ese tipo de élite voraz y extractiva que es el sino fatal de este País o si es un servidor público dedicado a la consecución del bien común, pero cierto es que don Abraham Cepeda siempre ha dedicado su mayor esfuerzo a capturar las mejores tajadas del presupuesto público para su peculio. No estaría mal, señor Calzada, que gestionara usted una auditoría en todos los proyectos que ejecuta la Conaza para hacer un deslinde claro y preciso sobre la propiedad de la maquinaria que se emplea en dichas obras, no vaya a ser que sea propiedad de un alto funcionario de Zonas Áridas y que luego usted vaya a ser señalado como parte del enjuague, como si usted fuera un vulgar prestidigitador del tanto por ciento, cosa indigna de todo un Rovirosa, incapaz de beneficiarse de la Comisión de Zonas Áridas, mientras que la miseria devora a la población del desierto mexicano donde un burócrata burbujeante de champán, como Abraham Cepeda Izaguirre, se ufana cínicamente ser el “Frank Sinatra del desierto”, presumiendo no vender su voz sino su estilo, o sea, el caché para agenciarse de lo ajeno con toda impunidad.
A Rosario Robles Berlanga. Ha pasado mucho tiempo, admirada Rosario, desde que coincidimos en el Gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en la Ciudad de México. Tú como secretaria de Gobierno y luego jefa de la gran ciudad; nosotros como tus fieles colaboradores en la Dirección de Asuntos Políticos. Eras entonces la mujer de izquierda tan reconocida en el mundo, democrática y feminista. Recuerdo a nuestra secretaria Mónica Gameros amenazándonos con acudir a ti para acusarnos de misóginos cuando Goyo le exigía trabajo. Eras la vanguardia de la equidad, la apertura y la justicia. Por todo eso, Rosario, nos extraña mucho que hayas despedido como subdelegado de Sedatu en Coahuila a Gerardo Hernández López, por el hecho de simpatizar con las aspiraciones políticas de nuestro amigo Javier Guerrero García, candidato independiente al Gobierno del Estado, un hombre de izquierda, de ideas avanzadas como tú, como las tiene el joven Gerardo, mismo que sustituiste por un reconocido misógino llamado Reynaldo Rosas Valdez, fiel representante de la burocracia vampírica agronómica, de esos agrónomos de banqueta que tanto aborreció Cosío Villegas cuando regresó de Cornell University, cosa que para ti, Rosario, debe ser intrascendente, mas no así lo de la misoginia de Rosas Valdez, mismo que fue defenestrado de la Sagarpa cuando de manera prepotente le faltó el respeto a una compañera de trabajo, asunto que no debe parecerte indiferente a menos que, como me lo dijo doña Rosario Ibarra de Piedra, que ya estás totalmente cambiada, al grado de la involución, lo cual parece cierto cuando le haces a un camarada lo mismo que te hicieron a ti en el PRD cuando te dieron la espalda, que si le agregamos el asunto de la boutique de Hermés, entonces sí Rosario que estamos en el papel descrito en “Antiguos compañeros se reúnen” por José Emilio Pacheco, donde dice atribulado: “Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”. Ojalá y no sea así estimada Rosario. Vale.