Jorge Lankenau, el banquero

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Jorge Lankenau, el banquero

Hace 19 años, el 19 de noviembre de 1997, entrevisté en la cárcel a Jorge Lankenau Rocha, el banquero que defraudó a más de 250 inversionistas, por más de 170 millones de dólares.

¿Cómo se dio esta entrevista en el Penal del Topo Chico?, ¿por qué fui la primera reportera que logró entrevistarlo?

Aquí la historia del fraude millonario y de la entrevista que fuera publicada en la primera plana del periódico Siglo 21 de Guadalajara, Jalisco, y posteriormente en junio de 2012, cuando murió Lankenau.

Nuevamente la retomo, recordando la fecha, para que mis alumnos conozcan este hecho y para que todos los mexicanos no olvidemos el por qué, vamos a estar pagando unos 50 años, un fraude millonario orquestado por políticos y banqueros, llamado Fobaproa.

“¡Ese Lankenau, a la reja!”.

Gritó el policía que me había preguntado a quién buscaba.

“A Jorge Lankenau”, le dije segura y con la mirada firme.

“Pásele por allá, allá tras la rejilla; ahí lo espera”, me ordenó.

Me indicó con el dedo hacia dónde y me dirigí hacia el sitio. Era una pequeña habitación y había varias personas sentadas, como esperando su turno, y habían cuatro cubículos con rejilla; uno estaba vacío.

La gente conversaba con sus familiares presos y de pronto, ahí, tímido, inseguro, un poco vacilante, pequeño en su estatura, robusto y con ese rostro colorado y desconfiado que comúnmente le acompañaba, Jorge Lankenau apareció tras un muro y se dirigió hacia mí; quedamos frente a frente, separados por la rejilla.

-¿Cómo está, ingeniero? Buenas tardes. Yo soy fulana de tal, le dije.

-Sí, me habían dicho de usted…

-Le agradezco la entrevista. Lankenau dejó brotar una sonrisa ligera de sus delgados labios y dijo:

-Sí, ya sé quién es usted… Sí que ha dado lata, ¿eh?

Yo sonreí un poco.

-Bueno, es que…

-Es… tenaz, ¿eh?

-Ingeniero -dije ignorando el calificativo-, quiero empezar preguntándole lo que muchos quizá queremos saber de Jorge Lankenau Rocha.

El banquero se puso serio.

-La primera pregunta que quiero hacerle es: ¿por qué? ¿Por qué alguien como usted, que posee un enorme capital económico, se dio a la tarea de orquestar un fraude contra inversionistas que confiaron en usted sus ahorros, su patrimonio? ¿Por qué defraudar a quienes le entregaron su confianza, y su dinero?

Lankenau Rocha me miró como no queriendo contestar, pero para eso estábamos ahí, en la rejilla del Penal del Topo Chico, después de las siete aduanas que tuve que atravesar desde la calle hasta llegar a él, aquel 19 de noviembre de 1997.

Ahí, donde después de llamarle a mi director, Alfonso Dau, informándole de la entrevista, y después de vomitar por los nervios en la calle, regresé al centro penitenciario donde supe que para poder entrar tenía que rentar una falda en un puesto de comidas, también unas chanclas y una blusa; ahí, donde dejé mi bolso de mano, mi grabadora y mi libreta; ahí, donde me registré en la entrada y fui registrada enteramente por las celadoras, a quienes les afirmaba una y otra vez “soy una amiga”.

Ahí, donde una hora antes habíamos acordado el líder de sus abogados, Fernando Gómez Mont y la que escribe, que sería a las tres de la tarde, sin grabadoras, sin cámaras, sin micrófonos, ni libreta, ni lápiz y acepté la condición; pues luego de 80 días de perseguir al banquero y acosarlo literalmente por teléfono y afuera de su casa, por fin me había concedido la entrevista para Siglo 21 de Guadalajara, el medio para el que yo trabajaba como corresponsal en Monterrey.

Lankenau no tenía salida en ese momento, había aceptado hablar por vez primera con un medio de comunicación, ya me había dicho el 15 de septiembre por teléfono que sí quería hablar, que tenía cosas que decir, y precisamente ahora no se podía rajar, pensé y deseé. Titubeó un instante, pero tomó aire y con controlada tranquilidad comenzó a decir:

-Yo no orquesté nada.

-¿Por qué tomó usted dinero de los ahorradores y lo invirtió en el extranjero sin consentimiento de ellos?

-El dinero de los manejos Off Shore está ahí, no tenemos por qué informar a los inversionistas sobre el uso que el banco le da a su dinero. ¡Ahí están las inversiones! ¡Y no sé quién, de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores no ha permitido que se les pague! – dijo ya molesto.

-¿Eduardo Fernández?, le pregunté a rajatabla. (En aquel entonces era el presidente de la CNBV y quien con los años fuera aprehendido por la PGR por presunto lavado de dinero y por haber violado el secreto bancario;  dinero que más adelante supuestamente tenía que ver con la fundación “Amigos de Fox”).

-¡Sí!, dijo Lankenau, ¡y no sé quién más, también en el Grupo!

-¿Cuál grupo?

Y Lankenau, sin tomar aire, arremetió contra los miembros del Consejo. Dijo que todos ellos estaban fraguando este fraude en su contra y que no se dio cuenta de que “los enemigos los tenía en casa”.

Lankenau me dijo en aquella entrevista que exigía una investigación a fondo del Consejo del Grupo Financiero. Y nombró a cada uno: Alejandro Junco de la Vega, dueño del Grupo Reforma; Fernando Canales, entonces gobernador; Mauricio Fernández Garza, entonces senador;  Marcelo Canales Clariond, hermano del gobernador y empresario; a los constructores José Maiz Mier y José Maiz García; Raúl Monter, ex líder estatal del PAN y entonces director de promociones de Abaco; y Eduardo Camarena Legaspi, director de asuntos internacionales de la institución.

En aquel momento, publicamos que datos no confirmados involucraban también a los fundadores de Abaco, Andrés Marcelo Sada y Rogelio Sada Zambrano; así como el ex gobernador y ese momento senador priista, Alfonso Martínez Domínguez.

Y hasta mencionó que las personas estaban cambiando a su alrededor. Dijo no entender qué clase de amigo era Fernando Canales.

“Primero se dice mi amigo, y luego se vuelve mi enemigo o dice que ni me conoce. Y luego nuevamente se dice mi amigo”.

Lankenau seguía hablando, visiblemente ofuscado, y yo, carente de cámara y grabadora, ponía toda mi atención y concentración para registrar cada palabra, cada expresión del entonces -y aún preso– presidente del Grupo Financiero Abaco-Confía, acusado del fraude más escandaloso en México, donde -según la suma que hicimos varios reporteros tras varios meses de investigación y entrevistas con todos los abogados locales, nacionales y extranjeros que representaban a los ahorradores defraudados- el monto ascendía a más de 600 millones de dólares en conjunto, en contra de más de 250 inversionistas.

Aunque Lankenau decía que las inversiones afectadas ascendían a 170 millones de dólares, las cuentas y las sumas de las demandas en conjunto en manos de los abogados decían otra cosa.

Fue entonces cuando Lankenau me suelta aquellas dos frases que serían portada e interiores del periódico Siglo 21: “Fernando Canales tuvo que ver, él era miembro del Consejo de Administración y estaba enterado de las inversiones fuera del país… Además de todo el dinero que le aporté para su campaña porque quería ser gobernador”.

-Pero también El Benjas dice que perdió 18 millones de pesos… –le cuestioné en esa ocasión por el ex gobernador priista y primo de Canales.

-Todos perdimos… Pero Canales era miembro del Consejo…

-¿Y eso hace al gobernador también responsable?

-Era miembro del Consejo y también en sus manos estaba el autorizar esas inversiones. Y por eso acepté hablar con usted, ¡porque exijo!, ¡exijo que se investigue al Consejo Directivo de Abaco Grupo Financiero!, ¡A todos! –dijo en tono molesto y poniéndose colorado.

-¿Y qué me dice del presidente Zedillo?, le pregunté.

Y comenzó a hablar del Fobaproa, “que no se haga Salinas de Gortari, ¿eh?”, expresó enojado tras la rejilla en donde se encontraba parado, haciendo referencia a los bancos otorgados a hombres como Roberto González, el Maseco, o como el mismo Lankenau, en la época de Salinas de Gortari.

Se refirió a aquellos autopréstamos que se hicieron por lo menos 50 funcionarios estatales, políticos y empresarios nuevoleoneses que, sin tener avales o bienes que sustentaran estas partidas millonarias, incluyendo las acciones que se le otorgaban al entonces Presidente de México, ocasionaron la ruina de banqueros como Lankenau, pasándole al pueblo mexicano la factura de los fraudes millonarios cometidos entre todos ellos, y encabezados por Jorge Lankenau, cuando menos en lo que le correspondió a Banca Confía.

Jorge Lankenau Rocha murió el pasado sábado 16 de junio alrededor de las 7:00 horas, en San Pedro Garza García, y si bien algunos medios en la localidad optan por recordar sus grandes hazañas como presidente del club de futbol Monterrey, o de recordar su capacidad como empresario y banquero a nivel internacional, hay quienes me dicen que es difícil hablar de los que ya murieron, pero en lo particular no puedo menos que recordar esta entrevista que dio, en aquel entonces, uno de los hombres más poderosos de México.

Tras 81 días de arraigo en su domicilio, los reporteros en Monterrey vimos entrar a Lankenau en el Penal aquel 17 de noviembre de 1997, cuando se le giró orden de aprehensión por los delitos de fraude y delincuencia organizada, dictada por el Juez Cuarto de lo Penal, Sergio Alanís Medina, quien le negó en aquel momento la libertad bajo fianza, por haber considerado como “grave” el segundo delito.

Lankenau permaneció ocho años preso. Fue fichado al otro día de su ingreso, el 18 de noviembre, con los números 3732 y 3733, en cumplimiento de dos órdenes de distintos jueces del fuero común y federal. Después de esa fecha, llegamos a entrevistarlo en dos ocasiones más, cuando le correspondía declarar en los juzgados federales, a donde acudía esposado y custodiado.

Finalmente Jorge Lankenau abandonó el Penal del Topo Chico, libre y sonriente, aquel 24 de diciembre de 2005 en la madrugada, tras depositar sus abogados 53 millones de pesos, fijados por un juez de distrito, luego de los dos amparos con los que se libró de pagar 200 millones de pesos que exigían los inversionistas de Grupo Confía todavía en el 2009.

Porque así fue, Lankenau consiguió su libertad ese 24 de diciembre y pasó la navidad en su casa, y eso, era demasiada belleza para ser casualidad.

Porque como los medios de comunicación sabíamos, la navidad tenía que ver en mucho con Abaco-Confía, ya que la institución bancaria tenía un comercial que era transmitido en la televisión mexicana por aquellos años cada temporada navideña.

En el anuncio se escuchaba la canción “Por eso y muchas cosas más, ven a mi casa esta Navidad, ‘Confía en ABACO”, decían las letras del anuncio con la melodía que interpretaba en aquel entonces el cantante Luis Aguilé.

El famoso comercial fue filmado en el techo del edificio Abaco de Monterrey y se apreciaba en el fondo el Cerro de la Silla, símbolo regiomontano, y cuando aquella Banca se anunciaba como la mejor opción para invertir en México, incluyendo a inversionistas extranjeros.

Hablar de Jorge Lankenau Rocha es hablar de un hombre que fue próspero y fructífero y para inversionistas que redituaron sus ahorros en ganancias en los mejores tiempos de Abaco-Confía, desgraciadamente, algunos ahorradores limpios y honestos, lo perdieron todo por la corrupción de un consejo bancario, y porque se les omitió información a ellos que confiaron en Abaco; hecho que fue la ruina para el propio Lankenau, pero principalmente para los que menos culpa tenían.

Desde luego, sin dejar a un lado que durante el gobierno de Zedillo se transformó el Fobaproa (Protección al ahorro bancario) en deuda pública que entonces ascendía a los 552 mil millones de pesos; se dice que hoy podría alcanzar los 900 mil millones de pesos, los que estaremos pagando los mexicanos durante unos 50 años.

Estando Lankenau preso, los escándalos, demandas y contrademandas, amparos y fugas (como la del entonces directivo de Abaco Confía, el panista Raúl Monter que estuvo autoexiliado en Canadá durante 10 años) continuaron.
Durante 1999, Ignacio Santos de Hoyos, hermano del empresario Alberto Santos, denunció una lista de 58 empresarios y políticos regiomontanos que participaron en un fraude millonario a través de Banca Confía, por medio de inversiones inmobiliarias en Estados Unidos; mencionó nombres como Rogelio Sada Zambrano, ex directivo de Abaco y posteriormente diputado federal, “uno de los principales promotores de la estrategia oficial para convertir en deuda pública el costo del rescate financiero” (David Carrizales, La Jornada).

También se mencionó a los empresarios Enrique Zambrano, presidente de Proesa; Consuelo Canales de Valdez, hermana del gobernador; el concesionario de Coca Cola, Rodrigo Barragán; y los accionistas de Cydsa, Andrés Gerardo y Rogelio Sada Zambrano.

Además, la accionista principal de Muebles Monarca, Claudia Siller Segovia y Eduardo Elizondo Barragán; los propietarios de Muebles Famsa, Oziel y Humberto Garza; y Raúl Pérez Hernández, propietario de la línea aérea Allegro; así como la familia de la cantante Gloria Trevi”. (Osiel Cruz, El Universal).

El escándalo Abaco-Confía va de la mano del millonario fraude y escándalo del Fobaproa, como me lo hizo entonces saber Jorge Lankenau tras las rejas.

Pero no todo quedó en cifras, datos y acusaciones, pues como reportera no podía desaprovechar la oportunidad de tener frente a mí al hombre, al ser humano, en aquel momento el banquero más poderoso de México.

Antes de pisar el Penal del Topo Chico y tras estar arraigado desde el 29 de agosto en su residencia de la avenida del Pedregal 613, en San Pedro Garza García, Lankenau consiguió fugarse delante de 12 agentes federales y 18 estatales (de la PGR, y las entonces PJ y  Seguridad Pública del Estado), aquella madrugada del sábado 25 de octubre de 1997 y con su fuga evadió –temporalmente- la orden de aprehensión girada en su contra desde la ciudad de México.

Aquella mañana, tras confirmarse la fuga, su hermano Fernando, angustiado y casi llorando, acusaba al gobernador Canales frente a los medios, afuera de la residencia, responsabilizándolo si algo le sucedía al banquero o aparecía ejecutado y “¡por supuesto!”, nos decía en entrevista banquetera, “mi hermano sigue siendo el presidente de Abaco Confía”.

Durante las primeras horas tras darse a conocer la fuga de Lankenau, corría el rumor de que pudo haber sido un secuestro, o de que aún estaba escondido en la misma casa (en el polígono de tiro, la alberca, en cancha de futbol, la sala de boliche, o hasta en los clósets).

Hubo cateos, se decía que las nueve armas que los agentes federales sacaron envueltas en sábanas blancas fueron sembradas en su domicilio; nos mostraron una foto donde Lankenau aparece portando un rifle, pero los familiares afirmaban que todo era falso, que era un montaje y una mentira, pues aseguraban, “esa foto es vieja”, ya que al banquero le gustaba cazar en años anteriores.

Pasaban las horas y agentes por aquí y por allá, la noticia le daba la vuelta al mundo, los bíper de los reporteros no dejaban de sonar “avísame cuando aparezca”, me enviaba mensajes mi jefe de información, Héctor Huerta, desde Siglo 21 en Guadalajara.

Y mientras nos movíamos por toda la ciudad algunos corresponsales para buscar más fuentes y más información, porque la noticia tomaba otra dirección sin un Lankenau como actor principal, entrevistábamos a los abogados que representaban a los defraudados nacionales y extranjeros: los González, los Quintero, los O’Farril, a Jiménez Cantú, aquello de la fuga fue todo un teatro, toda una tragedia y una “Crónica de una fuga anunciada”.  (Siglo 21, 27 de octubre de 1997).

En tanto, la familia rendía declaraciones ante la autoridad; declaraba la mamá, los hermanos, su sobrina Cristina, quien vivía con él en su domicilio durante el tiempo que estuvo arraigado, lo cuidaba de día y de noche, además de Zeida Garza, asistente personal de Lankenau, y a quien  llamé por teléfono durante 80 días –dos veces al día- para concertar la entrevista con el ingeniero.

-Habla la reportera de Siglo 21.

-Ahorita está dormido; dice que si le llama mañana; dice que por el momento no la puede atender; ¿por qué no llama más tempranito, eh, oiga?; dice mi tío que ya no le llame, por favor, que él la llama; no, no está, bueno sí está, pero no la puede atender; no, que ya no llame, por favor, por favor; sí… yo le paso su recado.

El sábado 25 de octubre, el día de la fuga, seguían declarando la mamá, los hermanos, los custodios, los mismos guaruras de Lankenau, la sirvienta, caray.

Tres días después, el martes por la tarde, nos informan que Lankenau va custodiado por elementos de la PGR en un vuelo rumbo a la ciudad de México para rendir su declaración preparatoria en el Reclusorio Oriente y para intentar obtener su libertad mediante un amparo que presentó contra la orden de aprehensión dictada por la Juez Tercero. El banquero había aparecido, se había entregado.

En tanto que los reporteros en el D.F. esperaban la llegada de Lankenau al aeropuerto capitalino, los reporteros en Monterrey corríamos a San Pedro para esperarlo en su domicilio, pues nos había confirmado que en cuanto terminara su declaración preparatoria, sería trasladado nuevamente a Monterrey.

Lankenau arribó a su domicilio alrededor de las 10:30 de la noche, custodiado por unos 60 elementos federales con quienes tuvimos un encontronazo -con todo y codazos y pisotones- entre ellos y nosotros, los reporteros.

En los siguientes días, la PGR informó que Lankenau Rocha nunca salió del municipio. Brincó la barda que conectaba con la casa de su hermano Roberto, fue sacado en la cajuela de un automóvil y estuvo en casa de familiares y amigos durante tres días hasta que se entregó a las autoridades, diciendo lo que solía ser su declaración favorita: “me acojo al artículo 20 constitucional”…

Después de la fuga, de que se entregó, se lo llevan y lo traen de regreso, las autoridades cuidan al hombre que continúa arraigado en su domicilio hasta para ir al baño, literalmente; y tras 81 días de arraigo, el 17 de noviembre le giran orden de aprehensión y es trasladado al Penal del Topo Chico.

Durante esa rueda de prensa que le permiten dar a Lankenau, afirma que “la inocencia de los socios y consejeros de Abaco, es un argumento para establecer mi propia inocencia”.

A Lankenau, ingeniero mecánico de profesión, pero quien creció dentro del mundo bancario por su talento y gusto para las finanzas bajo la batuta de Adrián Sada, en aquella rueda de prensa en el Penal del Topo Chico le temblaban las manos, la voz, sudaba, se ponía colorado y se veía visiblemente nervioso ante el centenar de reporteros que nos encontrábamos en el lugar.

LA ENTREVISTA

Cuando concluyó la rueda de prensa, y aún sin retirarse del lugar, le hice llegar a Lankenau, a través de su abogado, Fernando Gómez Mont, una tarjetita con un mensaje escrito en inglés que decía algo así como:

“Yo soy la reportera que le ha llamado durante 80 días a su casa por teléfono. Le agradecería mucho me diera la entrevista”.

Me alejé un poco. Esperé. Gómez Mont se acercó a Lankenau Rocha, se agachó para decirle algo, y ambos me miraron a lo lejos. Gómez Mont me llamó con la mano, y tomando mi hombro dijo en voz baja: a las tres te va a dar la entrevista. No grabadoras, no libretas, ni lápiz, ni cámara ni nada.

-Hecho, le dije-. Corrí al teléfono. Hablé con don Alfonso Dau y tras colgar la bocina del teléfono público, vomité.

Ya repuesta, me dirigí al Topo Chico nuevamente, renté falda, blusa y chanclas y pasé por varias aduanas donde me hicieron exhaustivas revisiones físicas como nunca antes en mi vida para una entrevista.

Lankenau otorgó esa exclusiva a Siglo 21, y aunque después lo llegué a entrevistar en otras dos ocasiones, con su muerte se cierra el capítulo del hombre involucrado en escándalo financiero más sonado en el siglo XX en México.

Lankenau Rocha fue denunciado el 25 de agosto de 1997 por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores por un quebranto financiero por 53 millones de dólares a Banca Confía, institución que posteriormente le fue otorgada a Citibank, y tras ese golpe al Grupo Financiero (pero sobre todo a los inversionistas), la lluvia o cascada de demandas no cesaron, y no fue por meses, fue durante años.

En diciembre de 2003, señalan las últimas noticias sobre el caso Lankenau, se le concedió un perdón judicial por 113 de los 250 reclamantes, por 48 cargos diferentes, y la fuente afirma que fue declarado inocente de todos y cada uno de los cargos.

Los anales de la historia lo señalan como uno de los hombres que se enriqueció durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari; afirmó que Fernando Canales le debía gratitud por haber aportado a su campaña para la gubernatura, cosa que el primer gobernador panista en Nuevo León siempre negó, pero también se dice que aportó para la campaña del priista Sócrates Rizzo, un ex gobernador con su propio archivo oscuro…

Lankenau libró dos amparos más con lo que no pudieron ser ejecutadas dos órdenes de aprehensión en su contra y fue cuando, tras el depósito de 53 millones de pesos, logró salir del Penal del Topo Chico para pasar en su casa la navidad del 2005.

Durante aquella entrevista exclusiva para Siglo 21, Lankenau Rocha también declaraba molesto sobre las irregularidades que se presentaban respecto a la venta de Banca Confía al Citibank en tan sólo 45 millones de dólares, cuando a juicio del entonces procesado, era evidente que la institución valía mucho más que eso, insistió.

El banquero me hizo saber cuáles eran sus tres más grandes preocupaciones: “Número uno: mi libertad. Dos: que se le pague a los inversionistas su dinero. Ya lo quise hacer pero me lo impidieron y eso me preocupa, que no lo paguen; siempre me ha preocupado. Y tres: que Citibank no tiene por qué comprar el banco en 45 millones de dólares cuando vale mucho más”.

Posterior a la portada de Siglo 21, del 20 de noviembre de 1997, donde Lankenau acusa al gobernador Canales de ser cómplice del fraude millonario de Abaco Confía, el mandatario estatal me hizo llegar un mensaje con su director de Comunicación Social, de que quería hablar conmigo.

Le dije a su subalterno que únicamente hablaría yo con el Ejecutivo Estatal siempre y cuando me acompañara un reportero con cámara de televisión, fotográfica y con grabadora para registrar el encuentro. El gobernador no accedió. Yo tampoco.

El ex presidente del club de futbol Monterrey y ex presidente del Grupo Financiero Abaco Confía ha muerto. Un hombre de claroscuros que apoyó a aquellos que por la ambición y el poder económico suelen rebasar los límites en donde se pierde un ser humano.

Porque fue ahí, en el Penal del Topo Chico, donde le pregunté:

-Oiga, Ingeniero, ¿y no le da vergüenza?

Jorge Lankenau me miró perplejo.

-¿No le da pena haber defraudado y haber engañado a tantas personas que confiaron en usted?… Oiga, ¿puede ver a sus hijos de frente?…

Lankenau me miraba mudo. Muy, muy serio, y apretaba los labios.

-¿Le hace sentir bien que su esposa ande por todo el mundo, escondiéndose de la Interpol?, ¿tal vez falseando su nombre?, ¿no le da pena lo que vayan a decirle a sus hijos en los colegios? ¿O los vecinos? ¿O la familia? ¿Se ha puesto a pensar en lo que sienten sus hijos al saber que su papá está en prisión? En serio, ingeniero, ¿puede dormir?

Jorge Lankenau Rocha me obsequió entonces esa mirada con los ojos rozando de lágrimas que jamás olvidaré. 

Apretó la quijada, los labios.

Se puso muy, muy serio. Y también se puso colorado. Ahí, ese hombre, reducido de ser la figura pública y trascendente como uno de los más importantes banqueros del país, a representar en ese momento su papel como un preso más del Penal del Topo chico, así, como se le veía, en una imagen poco deseable en un hombre como lo fue él, Lankenau tomó aire, y luego de limpiarse las lágrimas con coraje con la mano derecha, me miró en silencio; decidí concluir la entrevista y me levanté.

-Le agradezco la entrevista, ingeniero.

El tragó saliva y le temblaba la quijada. Pero tomó aire y me dijo amablemente:

-Gracias a usted por escucharme. Ojalá ponga todo lo que le dije.

-Haré lo posible, le aseguré.

Y agregó inesperadamente:

-Puede venir a visitarme cuando guste.

Regresé sólo una vez. Al otro día. Para obsequiarle el periódico Siglo 21 que me envió por paquetería la asistente del licenciado Dau desde Guadalajara.

Le entregué el periódico, esta vez acompañada por el director del Penal, Enrique Rodríguez Lugo, y ya no tuve que pasar por ninguna aduana simulando ser amiga de nadie pues para entrar en esa segunda ocasión me identifiqué como reportera; miré a Lankenau en la cárcel por última vez a los ojos y me prometí no volver.

Y no volví.

Y él tampoco, después de estar preso durante ocho años, al Penal.

Entrevistamos días después a su hijo Jorge en su nuevo domicilio en San Pedro, y nos dijo que estaba bien, pero que no quería hablar con la prensa. Después enfermó, tuvo un derrame cerebral y no volvió a levantarse jamás.

El hombre de negocios, el dueño del equipo de futbol Monterrey, también fue padre, hijo, esposo, hermano, y en las páginas de sociales de los periódicos se veía que tenía muchos amigos. Él, un hombre callado, tímido a ratos, nervioso, agudo observador; el regiomontano protagonista del fraude bancario más grande del siglo 20: Jorge Lankenau Rocha. Como todos, un hombre con grandes triunfos y grandes fracasos, del último, ya no se pudo levantar.
Q.E.P.D. (Junio 2012).