Javier Villarreal Lozano. La querencia de su inteligencia
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Javier Villarreal Lozano. La querencia de su inteligencia
"Gracias a la pereza mental imperante, el “meme” acabó convertido en el sustituto de la reflexión. Es más cómodo sentirse satisfechos con una ocurrencia, que darnos a la fatigosa tarea de pensar y, en casos extremos, investigar. Y así, de ocurrencia en ocurrencia, de “meme” en “meme”, se construye una idea de la realidad cuyas características son la superficialidad y la frivolidad".Javier Villarreal Lozano
Envuelto en su abrigo negro que debajo incluía su habitual traje sastre, el maestro Javier Villarreal llegó una mañana al salón de clases en la Escuela de Ciencias de la Comunicación y lanzó una pregunta con esa entonación pausada y elegante: - ¿Qué es la belleza? Levantó las cejas mientras mordía una pata de sus lentes de aumento y su mirada aguzada buscaba entre las butacas, con cejas levantadas, esperando a ver quién era el primero en responder. Allí estaba yo, emocionada formando parte de ese momento. Y como podíamos, los estudiantes respondimos con fórmulas comunes y europeizantes, modelos televisivos que terminaron dando descripciones del cuerpo masculino y femenino. El volvió por más; siempre fue evidente su interés no en dar respuestas únicas y aplastantes, sino provocar reflexiones. Así que dijo: - Y ¿qué tal si por ejemplo, para mí una mujer bella, es aquella que tiene los codos suavecitos?
Uno de los premios que me gané en la vida sin pedirlo, fue ser alumna de Javier Villarreal.
Para mí fue el mejor maestro de mi vida estudiantil. Nadie se le compara. Lo considero un alma que ha mediado mi interés por conocer el mundo. A sus disertaciones en la clase seminario de cultura general, debo mi vocación por los viajes. Si bien, las imágenes en la contracara de las cajetillas de fósforos Clásicos, que mi abuelo materno, Juan Antonio Fuentes de la Fuente, consumía, iniciaron mis preguntas sobre el mundo lejano, al contemplar las pirámides de Egipto o la Gioconda de Leonardo Da Vinci mientras él tallaba la cabeza de los fósforos contra esas cajas, aquellos ensueños tomaron forma de proyecto, luego de conocer a Javier Villarreal Lozano y sus proyecciones y sus disertaciones.
Como un personaje emblemático de esta ciudad, me gusta su falta de afecto por los reflectores. No lo encontraremos buscando premios ni menciones con el gobernante en turno. Y creo que a estas alturas de su vida -y en su caso sí que son alturas-, Javier Villarreal seguro sabrá que no tiene enemigos, sino personas que le envidian. A él, le es suficiente el placer del conocimiento, la vida, el amor y los amigos.
No olvidaré que elegí mi primer trabajo en un periódico (esta casa editorial, por cierto) porque deseaba demostrarle que podía escribir mejor de lo que él consideraba deficiente. Y es que fue en su clase de Periodismo, en la que recibí una C por una crónica entregada (calificación, que avergonzada y al mismo tiempo temerosa de perder sus consideraciones, le pedí cambiara por una B, porque -aduje tramposamente-, la C es para quienes no hacen nada). No olvidaré tampoco, que él fue el primero en enviarme en un sobre que viajó de Saltillo a Monclova, una carta firmada a la redacción de Vanguardia, para hacerme saber que había leído mi primer poemario.
Siempre va en busca de conversación más que de monólogos y es un atento escucha de la producción de su tiempo. Lo mismo lee a escritores jóvenes, que acude a sus referencias del saber universal ataviadas con tumbas. Periodista, catedrático, escritor e historiador, amante de las reflexiones filosóficas y estéticas que siempre ha tenido a bien colocar frente a sus estudiantes, ese es Javier Villarreal Lozano.
(No podía dejar de hacer evidente esta pequeña exaltación a través de la palabra, la única que tal vez usted, Javier Villarreal, no considerará tan llamativa ni multitudinaria; así que me disculpo anticipadamente por el tributo, pero no quiero ser ingrata con uno de mis amados maestros, que lo mismo se ocupa de los memes, el arte o de las correrías políticas desafortunadas de nuestro tiempo. Hay querencias que se llevan como un perfume.)