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Irán cierra el primer KFC apenas unas horas después de su apertura
El rojo destaca sobre la fachada. Sobre el emblemático cubilete de patatas fritas aparece en blanco la transcripción al persa de las letras KFC. Dentro, la imagen del coronel y la oferta de pollo frito. Todo indica que se trata del americanísimo Kentucky Fried Chicken, celebrado el lunes por la noche como su primer local en Irán después de 36 años de República Islámica. Sólo por unas horas. Este martes por la mañana, una orden judicial lo clausuraba, al parecer por usar una licencia falsa, poniendo de relieve los retos que afronta la apertura económica y social de este país tras el acuerdo nuclear.
“Cerrado hasta nuevo aviso”, reza un cartel pegado en la puerta. Fuera, los responsables del proyecto y varios empleados esperan cabizbajos la llegada de la policía. “No vamos a hacer declaraciones”, señala uno de los encargados dando la sensación de que responsabiliza a la prensa de la clausura. La víspera, la noticia de la inauguración revolucionó las redes sociales. Fotos difundidas en varios medios digitales dan testimonio del éxito de público. El establecimiento está situado en Shahrak-e-Gharb, un barrio de clase media al oeste de Teherán.
Lo que en cualquier otro país hubiera pasado desapercibido constituye aquí una noticia de relieve. Después de 36 años de animosidad con Estados Unidos, el presunto KFC hubiera sido la primera franquicia americana abierta en la República Islámica de Irán. De acuerdo con la BBC, las autoridades han confundido la sucursal de Halal KFC con la conocida marca de comida rápida estadounidense. La decoración del local es idéntica a las del KFC genuino, pero los propietarios han dicho desde el principio que eran una franquicia de la turca Halal KFC.
“La policía ha cerrado el restaurante KFC porque no tenía autorización y había utilizado una licencia falsa”, ha justificado la web del Club de Jóvenes Periodistas (dependiente de la televisión estatal), citada por la agencia France Presse. El KFC de Teherán no aparece en el localizador de establecimientos de la web de esa cadena.
“Me parece extraño. Nadie invierte ese dinero si no cuenta con todos los parabienes”, señala un observador preocupado por la imagen que el incidente va a dar a los inversores extranjeros.
Poco después, otros medios iraníes han citado a portavoces que aseguran que ninguna cadena de comida rápida estadounidense tiene un establecimiento en Irán o que los productos del KFC iraní no tienen nada que ver con el KFC americano. “De acuerdo con las directrices del líder supremo no vamos a dar ninguna autorización a las marcas occidentales en este sector”, ha declarado Ali Fazeli, presidente de la Cámara de Oficios.
La víspera el ministro de Industria, departamento del que depende la apertura de cualquier empresa, declaró que el Gobierno iba a prohibir la importación de productos estadounidenses. Raro es el día en que alguna autoridad iraní no despotrica contra la invasión cultural occidental, y en particular de EE. UU. El régimen sigue dividido sobre cómo actuar con frente a ese país.
Desde la revolución de 1979, las autoridades de la República Islámica siempre han visto con recelo todo lo que viene de Estados Unidos. No obstante, eso no ha minado la popularidad del made in America entre la población. Las principales marcas, sea de móviles, ordenadores o ropa, han encontrado acceso alternativo al mercado a través de canales paralelos. En la calle Iranshahr, puede encontrarse el último modelo de Iphone y todos los accesorios necesarios para el ordenador, la impresora o el fax de HP.
No en todos los casos se trata de contrabando. La importación a través de terceros países o la creación de empresas locales con otros logos. Antes de las sanciones, IBM operaba en Irán bajo las siglas DPI, pero todo el mundo sabía que se trataba de productos de la multinacional norteamericana y su personal recibía formación en la central de esa compañía en EE UU. Empresas tan emblemáticas como Coca-Cola y Pepsi tienen embotelladoras y distribuidores locales que aseguran no tener nada que ver con las marcas estadounidenses.
La inversión en la franquicia de KFC era sin duda una apuesta acertada. La comida rápida hace furor entre los jóvenes iraníes. A falta de autorizaciones para abrir McDonald's o Starbucks, Teherán, una megalópolis de casi 18 millones de habitantes, se ha llenado de clones de esas cadenas. El TFC (por Tehran Fried Chicken) siempre está a rebosar. No es de extrañar que los promotores del original tuvieran en mente abrir 240 establecimientos en todo el país.
Por Ángeles Espinosa / El País