Intenso calor humano

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Intenso calor humano

Una nota más bien modesta ameritó el deceso, por COVID, del meteorólogo más célebre de la década de los 80, Juan Carlos Iracheta, quizás el primero en su especialidad en saltar a la fama en México.

En EU prácticamente cada morning-show local y nacional tiene a su meteorólogo o meteoróloga de cabecera, son por lo general personajes coloridos quienes, además del clima, dan una nota curiosa o de divulgación científica. Ya cuando una estación de televisión es tan chafa que no puede contratar a un profesional carismático o interesante, es cuando ponen a una chamaca nalgona a dar el clima y asunto arreglado (¡hola, Multimiedos!). 

Juan Carlos Iracheta era parte del elenco de “Hoy Mismo”, una emisión de la que ya sólo boomers y generación X nos acordamos, no sin una buena dosis de nostalgia. Créanlo o no, millennials y centennials, hubo una época previa a Andrea Legarreta en que la televisión matutina no era pura porquería.

En aquella referida emisión matinal, un equipo de periodistas encabezados por Guillermo Ochoa, desmenuzaba (si me disculpa el lugar común) el acontecer diario, en un tono tan relajado como la información lo permitiese, tratando de dejar una nota optimista en el ánimo del espectador, como se supone debe hacerlo un matutino, a diferencia de los noticieros nocturnos cuyo propósito era provocarnos pesadillas y ganas de morir.

El segmento del recordado meteorólogo concluía con una frase que se popularizó bastante por todo el territorio nacional, a manera quizás de proto-meme: “¡Que tenga usted un día de intenso calor humano!”, decía en obvia alusión a que, independientemente del clima que ese día tocase en su región, gozara del amor de sus seres queridos y de la fraternidad de sus semejantes.

Si lo analizamos, es algo bastante lindo y, si al día de hoy suena cursi, es seguramente porque la norma actual dicta que nos hemos de estar sacando los ojos por nuestras ridículas e intrascendentales diferencias, cada día desde antes de que el Astro Rey nos ilumine, hasta bien entradas las horas de Nuestro Señor, Patitas de Cabra.

Signos de los tiempos que corren, sin duda, pero… Para empezar, el show matinal vigente no lo conduce una persona particularmente culta, elocuente, informada, ni siquiera medianamente articulada o divertida, y sólo le parece entretenido a un decreciente segmento de la población.

La “Mañanera con AMLO”, esa “Carabina de Ambrosio” sin magia, sin ritmo, sin “la palabra canta”, sin Pájara Peggy (¡es doña Olguita Sánchez, no sean cabrones!) y que es puro “Mercado de Lágrimas” pero sin Chabelo, es el atole que se desayuna todo el pueblo de México, incluso de aquellos que no lo sintonizamos porque desde allí se dicta la agenda nacional, que recogen todos los medios informativos y en consecuencia las redes sociales a las que, por motivo de la pandemia, estamos más enganchados que nunca (ya mejor enchúfenos con un puerto USB en el cerebelo como en La Mátrix, para de perdido evitarnos así el túnel carpiano).

A propósito de túnel carpiano, ya me duelen los tendones de escribir respecto a la irrefrenable vocación del viejito macuspano al que un mal día le dimos el voto de nuestra desgastada confianza. Me refiero a su vocación por enardecer los ánimos de la gente, por exacerbar los enconos y por radicalizar posturas. A falta de acciones que le cierren el pico a sus malquerientes, AMLO solo ahoga las voces críticas con el ruido de la discordia.

Desde temprano, se trata de señalar con flamígero dedo a quienes dudan de sus capacidades, a quienes no creen en su proceder, a quienes cuestionan sus deficiencias y a quienes piensan distinto; de tildarlos de enemigos de la patria y aliados de un supuesto viejo régimen que parece que nunca se fue.

Y si al frente de su militancia sectaria, trabaja sin descanso en hacer sentir al resto de la gente como parias que no merecen el suelo que pisan, me pregunto: ¿Y qué reacción esperaban ahora que el Presidente se declaró contagiado de la letal plaga de COVID que azota a la humanidad?

Yo no condono las expresiones más viscerales, los deseos más infaustos ni los arrebatos más tóxicos que se vierten en redes sociales, pero tampoco los condeno, sólo los comprendo. ¿Qué podían esperar sus seguidores si el líder de esta Nación se dedica a tirar ponzoña a diario desde su morning-show?

Todo el “fandom” del viejito cotonete está muy consternado por el veneno que algunos destilan en sus comentarios respecto a la salud del jefe del Ejecutivo. Pero otra vez: ¿Y qué esperaban que recibiría a cambio un sembrador de odio como es Andrés Manuel López?

Como ya he venido diciendo además, las expresiones, por muy negativas, quizás hablen mal del estado mental y espiritual de quien las emite, pero no son lesivas per se. En cambio las acciones u omisiones de quienes nos gobiernan, sí que cuestan mucho llanto, dolor y vidas.

Tanta furia, amargura y cizaña, todos los días, en todas las redes, estoy de acuerdo, son síntomas de un pueblo enfermo, pero envenenado por desgracia por su propio mandatario. Y, a diferencia de lo que este mandatario cree, no son ya manifestaciones de sus adversarios políticos, sino de un pueblo frustrado ante su socarronería e indolencia. 

En el siglo 21, el morning-show número uno de México está lamentablemente diseñado sólo para avivar nuestras rencillas políticas y el calor humano nos lo expresamos en las redes sociales, todos los días, a purititas mentadas de madre.