Inteligencia emocional y vida
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Inteligencia emocional y vida
¿Has tenido la sensación de enojarte en el momento correcto, con la persona correcta, por el motivo correcto y en la intensidad correcta? Cuando eso sucede enmarcas tu actitud con la inteligencia de la emotividad.
Acostumbrados únicamente a lo racional nos da miedo a vivir las emociones y las terminamos administrando, según nosotros de manera apropiada. Por lo que una definición más actualizada es que la inteligencia emocional consiste en la administración correcta y oportuna de las emociones y representa la evolución de la inteligencia intelectual.
El psicólogo estadounidense Daniel Goleman realizó un estudio a las personas con un IQ muy alto, suponiendo que éstas, al tener esta condición, tendrían que ser más exitosas y más felices pero, tras el análisis, se dio cuenta de que la gente más inteligente no necesariamente es la más feliz ni la más exitosa. Llegó a la conclusión de que las personas que administraban adecuadamente su estado emocional eran las que tenían mayores posibilidades para lograr recompensas tanto en el mundo externo (el éxito) como en el mundo interno, que tiene que ver con la calidad de relacionamiento que tenemos con otro ser humano, o sea, la felicidad.
¿Cómo puede una persona estar vinculada a la inteligencia emocional en el día a día? No es simple, pero sí posible cuando realizas tres cosas: conoces tus propias emociones (normalmente tendemos a no identificar nuestros estados emocionales), conoces las emociones del otro y, tercero, identificas claramente tus detonadores, ya que mis detonadores y los tuyos probablemente no sean iguales y ni siquiera se parezcan; de ahí que los problemas que podemos llegar a tener con otro ser humano sean complejos, porque tal vez lo que a ti te hace enojar a mí no me incomoda y viceversa.
En este sentido la empatía juega un papel importante, consiste en entender las emociones que vive la persona que tienes en frente. Se trata de manejar adecuadamente tanto tus emociones como las emociones del otro, lo cual beneficia a ambas partes e impacta positivamente en una compañía, haciendo referencia al terreno laboral.
Como bien decía Goleman, en esta era los seres humanos somos analfabetos emocionales porque ni siquiera identificamos nuestras propias emociones básicas: el miedo, la alegría, la tristeza, el enojo y el amor. Debes hacer conscientes primeramente las emociones para, posteriormente, identificarlas en ti.
Es muy común que nos digan “¡pero no te enojes!” y contestemos “yo, ¿enojado?, no estoy enojado”. Todos saben que estás enojado, menos tú, porque no puedes identificar en ti mismo tus propias emociones; vives en un estado de desequilibrio al negar tu propia emoción.
Si, al contrario, tienes la capacidad de decir “sí, la verdad me enojé” o “sí, la verdad tengo miedo de…” o “estoy triste porque…”, demuestras tu inteligencia emocional. No obstante, lo cierto es que algunas de las emociones las asociamos frecuentemente con un tema de debilidad: “tienes miedo porque eres cobarde”, lo cual no es verdad. Valiente es el que actúa en presencia del miedo, a eso se le llama valor. Si no tienes miedo el valor no tiene sentido.
Tenemos frases arraigadas como: “los hombres no lloran”, “el que se enoja pierde” y muchas más que provocan que neguemos, desde niños, nuestras emociones.
Si nos enojamos sentimos que somos unos perdedores; en este sentido existe un condicionamiento social que nos aleja de la vivencia autentica de la emoción, evitando transmitir que estamos enojados, tristes, preocupados, decepcionados. Y es importante reconocer que a pesar de que transmitir tus emociones te vulnera de alguna manera, ya que estás diciendo la verdad a la otra persona, no te debilita. Por lo que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional tiene que ver fundamentalmente con identificar tus emociones y se trata de un proceso continuo en todas las facetas de la vida.
La gente tiende a clasificar las emociones como positivas y negativas. “El amor es una emoción positiva y el enojo es una emoción negativa”. Eso no es verdad.
El amor es una emoción que te vincula con otro y el enojo es una emoción que te permite poner límites, por lo que enojarse está bien: si yo no sé enojarme no voy a poner límites en las relaciones con las personas que me rodean; si pasamos por alto las actitudes que no nos gustan y nos hacen enojar, se van a volver a repetir. ¿Podrá entonces ese sentimiento vencer las tribulaciones?, la biblia da muestras de que sólo con amor podemos resolver de lleno todas las cosas. ¿Qué nos cuesta intentarlo?