Inteligencia emocional en los niños

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Inteligencia emocional en los niños

Hoy sabemos que las personas exitosas no necesariamente son aquellas que obtuvieron las mejores calificaciones en la escuela, es decir, la capacidad intelectual no es pronóstico de un óptimo desempeño personal y social, para ello es necesario demostrar también otras competencias personales a las que llamamos “inteligencia emocional”.

Un estudio de la Universidad de Harvard determinó que la inteligencia emocional es parte de las habilidades esenciales que aseguran el 85% del éxito en la vida (junto con el liderazgo, comunicación, negociación y trabajo en equipo) y por ello vale la pena trabajar y conocer estrategias para fortalecerlas.

La inteligencia emocional es “la capacidad de reconocer, expresar y regular nuestras emociones, pero también trata de empatizar y comprender e interpretar a las emociones de los demás”.

Podemos reconocer a las personas con inteligencia emocional por estos comportamientos:

• Aprenden a identificar sus propias emociones.

• Reaccionan de maneras más adecuadas.

• Poseen un buen autoconocimiento y aceptación de sí mismos y de los demás.

• Desarrollan la empatía: ponerse en el lugar del otro.

• Aprenden que existen distintos tipos de situaciones y que cada una les exigirá unas u otras respuestas.

• Se reponen más rápido que el resto después de haber enfrentado una crisis o mal momento.

Siendo la Inteligencia Emocional capaz de ser aprendida por todos en cualquier momento de la vida, es en la infancia en donde se construyen las bases más sólidas, por lo que les comparto las siguientes estrategias buscando estimular la inteligencia emocional en los niños:

1. Dar nombre a las emociones: Ser capaces de sentir y relacionar con el nombre de emoción es el primer paso. Distinguir el enojo de la tristeza les puede ayudar a sobrellevar ese sentimiento. Apoyémonos en cuentos, emojis, películas ó tarjetas con dibujos con los más pequeños.

2. Relacionar gestos o posturas con emociones: Es importante que el niño aprenda a identificar emociones en otras personas para desarrollar la empatía. Hacer gestos de sorpresa, tristeza, enojo, alegría, temor y que los puedan identificar es lo más favorable para ello. Aquí igualmente podemos apoyarnos en personajes de cuentos o programas de televisión.

3. Orientarlos: Una vez que nuestros hijos van aprendiendo a reconocer sus emociones en ellos y en otros, es preciso darles normas básicas para enfrentarse a ellas. Un ejemplo es “cuando expreses tu enojo no puedes hacerte daño ni a ti, ni a los demás, ni a las cosas”. Y a continuación explicar lo que sí pueden hacer, como por ejemplo: correr en el jardín, dibujar figuras enojadas, dar golpes a una almohada, arrugar un periódico, etc. Hacer esto no es malo, al contrario, expresar el enojado es saludable, siempre que se exprese de manera aceptable. Así podemos irnos con cada emoción básica.

4. Salir de la emoción y relajarse: Debemos enseñar al niño a soltar la emoción una vez que haya sido expresada y también a relajarse cuando lo veamos nervioso o ansioso. Animarlos a respirar hondo mientras cuentan hasta tres y a expulsar despacio el aire funciona. Otra opción es escuchar música, beber algo saludable, descansar, cambiar el tema, etc.

5. Reconocer lo positivo: Felicítalos cuando se enfrenten bien a sus emociones o muestren preocupación por los demás, debemos hacerles notar que nos dimos cuenta de ello para refozarlo, por ejemplos: “Muy bien hecho lo de ir a tu cuarto para tranquilizarte”.

6. Comprometernos. Nuestro rol como padres en esto es fundamental aún y cuando nosotros mismo tenemos mucho que aprender sobre expresar adecuadamente nuestras emociones sin causar daño. Cuando tengamos una explosión de mal genio delante de nuestros hijos o familia, debemos ser valientes y hablar del asunto en otro momento para reconocer que no lo hemos enfrentado de la mejor manera. Esto hará que pongamos atención a nuestras reacciones e intentemos hacerlo mejor la próxima vez.

Finalmente les dejo una frase que me encantó y que tiene que ver con el impacto de nuestro propio comportamiento (como casi todo en la vida): “nuestros hijos aprenderán de salud emocional cuando nos vean vivirla”.