Inmediatez, elecciones o educación de calidad

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Inmediatez, elecciones o educación de calidad

Lograr un objetivo, el que sea, requiere planeación, compromiso, esfuerzo y tiempo. Depende de su magnitud, de lo ambiciosa que pueda ser la meta, y también de la realidad de la que partamos. En lo familiar, coincidimos en que la mayor herencia que podemos dejar a nuestro hijos es la educación; y en lo social, necesitamos entender que aquel discurso de hacer más con menos no sirve, porque si nuestras metas son empleos mejor pagados, salud y seguridad, la madre de todos esos justos anhelos y derechos se llama educación y, en consecuencia, el Estado debe priorizar su mejora.

En el auge de la implementación de la Reforma Educativa y su consecuente Nuevo Modelo Educativo, empieza a emerger un temor ante la amenaza de su retroceso. Es lamentable que, en aras de concretar nuevas o añejas aspiraciones políticas, haya quienes intenten anular o descalificar sin propuestas la ruta que nos hemos marcado para dignificar nuestras escuelas públicas y lograr la calidad que exige un entorno global altamente competitivo a las nuevas generaciones.

Nuestra realidad está lejos de la meta: en la reciente evaluación internacional PISA, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupó el último lugar de los 34 países que integran el organismo.

Con una amplia participación y consenso en lo jurídico, político e institucional, estamos de acuerdo en lo fundamental, tenemos una ruta crítica para alcanzar metas justas que han sido pospuestas por el interés de unos cuantos.

Abatir la desigualdad y la pobreza de nuestra sociedad no está a un click de distancia. Hoy necesitamos reflexionar y entender que aquello que vale la pena requiere compromiso, coordinación y tiempo.

Tal como lo señaló la presidenta de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, Sylvia Schmelkes, trabajemos para dar concreción a ese modelo y comprendamos que es perfectible; sujeto a monitoreo y a una evaluación permanente que lo retroalimente y lo sitúe en una perspectiva de mejora continua, tomémoslo como punto de partida para mejorarlo.
Es hora de dejar atrás el lastre que por años hizo de la educación un botín político y sindical; pretender desacreditarlo o convertirlo en moneda de cambio para satisfacer añejas aspiraciones de poder equivale a desconocer el trabajo, compromiso y esfuerzo de instituciones, académicos, organizaciones civiles, maestras y maestros, alumnos, padres de familia; hablantes de lenguas indígenas, rectores, pedagogos, empresarios y autoridades de los tres niveles de Gobierno. Nuestros niños y jóvenes merecen alcanzar sus objetivos, por más ambiciosos que sean.

@AnaLiliaHerrera