Increíble crónica sobre secuestrador de perros de Saltillo

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Increíble crónica sobre secuestrador de perros de Saltillo

Había escuchado y leído en los medios de comunicación historias de secuestros y secuestradores despiadados.

Pero nunca de los nunca me había topado con un relato como el de una señora, me está prohibido decir su nombre, a la que un mal día le plagiaron a su perro, me está vedado dar raza y características del animal.
Menos había sabido de alguien que pidiera rescate, y mucho menos de alguien que lo pagara, por un perro.

Pero sucedió, y sucedió en Saltillo, una mañana en que la protagonista de esta odisea dejó en la cochera de su casa a su mascota, después de regresar del colegio de sus niños, confiando en que ahí el can estaría seguro.

Pero tras la seguridad está el riesgo, reza el dicho popular, y horas después que la mujer salió por el garaje para ir por sus hijos, descubrió que su perro había desaparecido.

Lo buscó días enteros por toda la cuadra, por toda la colonia, por toda la ciudad, pero no lo encontró,

Seguro se había salido, pensó, pero cómo, si la reja estaba cerrada, recapacitó.
Prefirió no atormentarse con más conjeturas, pero no consiguió olvidarse del asunto.

Había desaparecido su perro, su compañero, la alegría de sus hijos y en la casa ya parecía velorio de tanto llanto.

Hasta que un mediodía la señora recibió una escabrosa llamada en su celular, el celular que había puesto en los folletos de “SE BUSCA”, que había pegado por medio Saltillo.

Era la voz lúgubre de un hombre que aseguraba tenía a su perro, pero quería 2 mil pesos por su rescate.

El intercambio se realizaría en el estacionamiento de un centro comercial.

Cuando la señora llegó en su carro al lugar recibió otra llamada del secuestrador, que no, que ya no eran 2 mil, sino 2 mil 500 pesos, si 
quería recuperar a su perro, pero ahora tenía que ser en las afueras de una tienda de conveniencia.

Llegando al punto sonó otra vez el celular de la mujer, era el secuestrador, que ahora quería 3 mil pesos y ponía como condición que la transacción se hiciera en su casa, la casa del plagiario

El hombre por fin se identificó, iba montado en una pick up e hizo una seña a su víctima para que lo siguiera.
Ya se imaginará los momentos de pánico que vivió la dueña del perrito.

Más tarde llegaron hasta una casa sombría, el tipo descendió de la camioneta y pidió a la dueña del can que lo acompañara hasta la puerta.

Una vez ahí quiso obligarla a entrar a la casa por la fuerza, la mujer resistió, pero en el intento estuvo a punto de desvanecerse de miedo.

Después el secuestrador entró en la casa y al cabo de unos minutos regresó con el perro agarrado por las orejas.

No había duda, era el can de la señora, pero, como dicen los periódicos populares, con claras señales de violencia.

La mujer entregó el dinero, el plagiario al perro, y hasta allí paró la cosa, afortunadamente.

¿Verdad que es una historia para no creerse?