Incendios y restauraciones
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Incendios y restauraciones
Los dos incendios de bosques cercanos a Saltillo en el último año son preocupantes por lo que significan, porque la población ha crecido tanto que es difícil evitar tales siniestros. En efecto, el primero, junto a la ciudad, al parecer fue provocado intencionalmente por un adolescente estúpido y amigos que lo rodeaban. Hubo una mujer que dio su testimonio. Nada sucedió ante un delito tan grave. El del Cañón de la Carbonera fue resultado del descuido de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). También una señora avisó que los alambres de un poste echaban chispas. La Comisión no se dio por aludida. Esto apareció en el periódico, no lo invento.
Una persona dio un dictamen apocalíptico para ambos incendios: tardará miles de años, quizás un millón, dijo, para que se restaure el bosque. Considero que anda muy lejos de la realidad. Sus declaraciones también fueron reproducidas en VANGUARDIA.
Sabemos, por otras fuentes, que Saltillo es considerada la ciudad que más ha avanzado en el cuidado de su bosque y en la reforestación. Hay aquí una contradicción. Desde los años 60 se inició la creación de un bosque de pinos alepenses. Un gobernador, los soldados y los alumnos de la Universidad Antonio Narro (UAAAN) fueron plantando arbolitos año tras año. Hoy ese bosque existe y algunos árboles han llegado a su fin muriendo de pie. Pero ahí está y continúa creciendo.
Por otro lado, el trabajo de una organización no gubernamental, Profauna, ya pasó de 30 años de estar luchando por el área de conservación de la Sierra de Zapalinamé. Una organización francesa especialista en ecología declaró que había tres proyectos de conservación y restauración en el mundo que eran un ejemplo: uno en el sur de la India, otro en Namibia y el tercero en Saltillo. Profauna regresó a la sierra el oso negro, el puma, los guajolotes y otros animales. Ha cuidado de la guacamaya y el águila…
La quemazón de la Carbonera es muy triste. Ya hay personas e instituciones que se proponen iniciar cuanto antes una reforestación. Hablan de sembrar siete mil árboles. Esto muestra que tenemos una sociedad muy sensible y generosa. Pero las reforestaciones deben darse año con año para que siempre haya plantas en crecimiento y cuando los pinos crezcan generen renuevos. Una ventaja que tenemos respecto al pasado es que ya no hay cabras. Y no hay cabras porque no hay cabreros. Es difícil que una persona dedique la vida entra a seguir un rebaño 365 días del año. Esto aporta un beneficio porque sin cabras los bosques regresan. Si usted va a Torreón, Zacatecas o Monclova observará que hay muchos miles de huizaches y mezquites.
Están regresando tras el acoso tanto de las cabras como de los leñadores. Los campesinos abandonaron el campo y dejaron que la naturaleza hiciera su trabajo.
Además de lo que puedan hacer tanto los ciudadanos, los propietarios, el Gobierno y las instituciones ecologistas, también hay que confiar en la naturaleza. Pongo un ejemplo. En la Carbonera hay una pequeña propiedad, Pinos Altos, con un huerto de manzanos. En un lugar alto, junto a los frutales empezaron a aparecer hace 20 años unos cedros. Éstos han crecido y dado hijos. Forman un soto increíble porque hacia la parte alta hay pino piñonero, luego viene esa franja de cedros y junto están los manzanos. La naturaleza no pierde su tiempo. El dueño, Alberto Santos, ya ha tenido que extraer pequeños renuevos de cedros que estaban muy juntos para que no estorben el crecimiento de los demás. ¿Podrían hacer algo parecido otros propietarios?
Lo sucedido es una desgracia. Júntele usted la “marranez” de los citadinos que van de día de campo o de campamento a la sierra y que dejan su basura. Treinta toneladas ¿le parece poco o mucho? Es lo que dejaron en unos cuantos días. El municipio de Arteaga, que ya presume su ser de Pueblo Mágico, debe andar recogiendo esa basura. Anoto también a alumnos de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) que salen a menudo a limpiar la carretera alrededor de Los Chorros, donde, a su vez, los paseantes no pueden disfrutar sin ser cochinos. Esos estudiantes se apoyan en un camión de volteo cuya caja llenan siempre: llantas, bolsas, latas, vidrio… ¡Vergüenza de los paseantes!, ¡generosidad de los estudiantes!